Al principio, Berlusconi
Los pol¨ªticos que se disputan La Moncloa se han avenido a la ubicuidad medi¨¢tica tanto como se resisten a exponerse en las plazas de toros o en los estadios
La gran paradoja de Juan Pablo II consisti¨® en llenar las plazas y vaciar las iglesias. Se hab¨ªa convertido Karol Wojtyla en un fen¨®meno de masas, pero su carisma y su esfuerzo de misionero trotamundos no repercutieron en la captaci¨®n de fieles. Gustaba el cantante. Y no se escuchaba la letra de la canci¨®n, como le hizo notar su allegad¨ªsimo monse?or Tucci.
Este ejemplo alerta de la diferencia que existe entre votantes y telespectadores, entre fieles y curiosos. Los pol¨ªticos que se disputan La Moncloa se han avenido a la ubicuidad medi¨¢tica tanto como se resisten a exponerse en las plazas de toros o en los estadios. No son capaces de reunir 10.000 personas en un recinto ¡ªo no se atreven a probarlo¡ª pero se dejan engatusar por la superstici¨®n con que les confortan las audiencias multimillonarias.
El fen¨®meno tiene que ver con la sociedad del espect¨¢culo. Y con el apasionamiento que ha suscitado la pol¨ªtica. Y con las aptitudes teleg¨¦nicas de Pablo Iglesias y de Albert Rivera, conscientes ambos de que la agon¨ªa del Parlamento en el onanismo de la mayor¨ªa absoluta les permit¨ªa extrapolar la efervescencia partidista al jaleo de los plat¨®s televisivos: la pol¨ªtica ha dejado de hacerse en los templos sagrados para consumarse en los paganos. No se concibe el fen¨®meno de Podemos y el de Ciudadanos sin la televisi¨®n, pero no se concibe s¨®lo por la televisi¨®n. La han tenido a su disposici¨®n otros outsiders ef¨ªmeros. Y no la han aprovechado porque cualquier pacto medi¨¢tico requiere ajustarse al efecto Mateo, principio sociol¨®gico de inspiraci¨®n evang¨¦lica de acuerdo con el cual las televisiones premian al que m¨¢s tiene, al que m¨¢s ofrece. Desde esta misma perspectiva polifac¨¦tica y patrimonial, el m¨¦rito de S¨¢nchez, Iglesias y Rivera no es ya haber jugado al futbol¨ªn, tocado la guitarra o cocinado unas pochas, sino haber sobrevivido a la ferocidad con que la televisi¨®n suele penalizar la sobreexposici¨®n.
Pronto se avendr¨¢n a desnudarse en Ad¨¢n y Eva y a vendernos de madrugada el ung¨¹ento milagroso de la baba de caracol. Se trata de convertirse en noticia. De asumir que la publicidad y la propaganda convencionales son est¨¦riles. De identificar al partido con la propia imagen. Y de reconocer a Silvio Berlusconi, les guste o no, el hallazgo de la telecracia y de la pol¨ªtica cat¨®dica. La ha entendido mejor que nadie Rajoy. Porque no se dispersa. Porque tiene a su antojo la televisi¨®n p¨²blica. Y porque sus prestaciones chez Bertin o con la Campos en el hogar del jubilado identifican mejor que nadie el tri¨¢ngulo m¨¢gico del l¨ªder pol¨ªtico, el espectador y el votante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.