La cat¨¢rtica revuelta ciudadana
Regeneraci¨®n se ha convertido en la palabra fetiche de la campa?a electoral del 20-D
"Regeneraci¨®n¡± es la palabra fetiche que preside, iluminada y con gruesos caracteres, la campa?a electoral del 20-D. Todos los candidatos la reivindican y enarbolan en esta lucha cerrada por hacerse con los ropajes de la virtud p¨²blica, mientras el partido del Gobierno, el m¨¢s brutalmente atacado por la corrupci¨®n, presume de haber puesto en marcha la mayor regeneraci¨®n pol¨ªtica de nuestra historia. ?Estamos en la senda de la rehabilitaci¨®n democr¨¢tica o, como sospecha el profesor de Ciencias Pol¨ªticas, Fernando Jim¨¦nez S¨¢nchez, investigador especialista del Consejo de Europa, podemos caer en la v¨ªa de las reformas cosm¨¦ticas y c¨ªnicas lampedusianas (Giuseppe Tomasi di Lampedusa): cambiar todo para que todo siga igual?
Las formaciones espa?olas solo han reaccionado ¡ªy arrastrando los pies¡ª cuando la exigencia de la reacci¨®n cat¨¢rtica ha prendido en el seno de la sociedad y la amenaza de la cat¨¢strofe electoral ha tocado a sus puertas por mano de los partidos emergentes. La amenaza del desahucio pol¨ªtico es una poderosa palanca que impulsa el proclamado prop¨®sito regenerador, pero, conocidas las dificultades de los sistemas cerrados para regenerarse de forma voluntaria, tampoco garantiza por s¨ª misma el ¨¦xito final de la empresa. En el pa¨ªs de la m¨¢xima desigualdad y precariedad laboral de Europa, las leyes aprobadas ¡ªde insuficiente calado, a juicio de algunos especialistas¡ª no transformar¨¢n el estado de cosas si en el coraz¨®n del sistema y de los partidos no se produce una transformaci¨®n profunda de la cultura pol¨ªtica. Y la pregunta es c¨®mo desmontar las tramas corruptas y las redes clientelares que a estas alturas han adquirido un grado de penetraci¨®n y organizaci¨®n notables.
¡°Si las medidas anticorrup-ci¨®n no garantizan verdaderamente la estrategia de la limitaci¨®n efectiva del poder de los gobiernos y si se trata ¨²nicamente de reducir la desconfianza ciudadana, corremos el peligro de acabar una vez m¨¢s a la italiana, es decir, con un efecto bumer¨¢n que disparar¨¢ a¨²n m¨¢s la desconfianza¡±, advierte Fernando Jim¨¦nez. ?Se detendr¨¢ este frenes¨ª renovador una vez pasadas las elecciones y en un contexto de recuperaci¨®n econ¨®mica que nos sit¨²e fuera del ojo del hurac¨¢n de la crisis? ?Las formaciones emergentes modificar¨¢n sustancialmente el modelo actual de financiaci¨®n? ?No terminar¨¢n por ser abducidos y engullidos por las l¨®gicas y servidumbres del poder, por las mallas de corrupci¨®n mafiosa que operan en torno a los partidos y las instituciones?
¡°Ahora no pocos pol¨ªticos comen el men¨² del ministerio¡±
¡°Hay cosm¨¦tica y puntos d¨¦biles de fuga en muchas de las disposiciones aprobadas, pero el cambio es evidente e imparable¡±, sostiene Manuel Villoria, doctor en Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa y director del Departamento de Gobierno del Instituto Ortega y Gasset. Fundador de Transparencia Internacional Espa?a, Manuel Villoria ha sido interlocutor clave en los contactos mantenidos entre esa organizaci¨®n y las principales formaciones de cara a la elaboraci¨®n de un cuadro normativo reformador y regenerador.
¡°Los partidos han incorporado a sus programas todas las reclamaciones que estaban en el ambiente. El PP ha aprobado una ley de transparencia que est¨¢ abriendo caminos a otras iniciativas en las comunidades aut¨®nomas, ha hecho la ley de financiaci¨®n de partidos pol¨ªticos, una reforma del C¨®digo Penal que sanciona con mayor rigidez la corrupci¨®n, el estatuto del cargo p¨²blico, la ley de procedimiento administrativo¡. Adem¨¢s, el dinero p¨²blico ha empezado a usarse con mucho mayor cuidado. Se nota en las facturas de restaurante, que han bajado much¨ªsimo. Ahora no pocos pol¨ªticos comen el men¨² del ministerio y es raro que acudan a establecimientos de lujo¡±, subraya.
Lo que seguro ha cambiado es la mirada con que la sociedad espa?ola contempla la pol¨ªtica y a los pol¨ªticos. La combinaci¨®n explosiva de recortes sociales y esc¨¢ndalos de corrupci¨®n ha generado una revuelta ciudadana, un estado de alarma general que declara intolerable la situaci¨®n y busca alternativas. Todas las encuestas muestran que la insatisfacci¨®n por el funcionamiento de las instituciones y la participaci¨®n y movilizaci¨®n ciudadanas han alcanzado cotas extraordinarias. Es como si la vieja cadena que durante siglos ha anudado la pobre implicaci¨®n pol¨ªtica de la sociedad espa?ola y su proverbial desconfianza en las instituciones hubiera saltado por los aires y el genio del pa¨ªs anduviera suelto dispuesto a procurarse nuevos horizontes y protagonismos.
¡°No s¨¦ si los partidos e instituciones en general se han tomado en serio lo de la regeneraci¨®n, que en el mejor de los casos llega un poco tarde. Ahora hay disponible un marco jur¨ªdico m¨¢s disuasorio de los comportamientos corruptos y los partidos tienen nuevos incentivos para ser deferentes con el Estado de derecho y mostrarse m¨¢s sensibles a las demandas de sus representados. Se ha incrementado el coste pol¨ªtico y moral de hacer trampas a las leyes. En Espa?a, como en la antigua Grecia, se empieza a practicar la pena del ostracismo, es decir, el ineludible abandono de la vida p¨²blica de los acusados de corrupci¨®n, aunque en verdad se aplica m¨¢s a unos que a otros¡±, constata el catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Pol¨ªtica Ram¨®n Vargas Machuca.
Las crisis econ¨®mica e institucional han puesto a prueba nuestra democracia
Exdiputado socialista y autor de una amplia obra sobre la relaci¨®n entre ¨¦tica y pol¨ªtica, Vargas Machuca cree esfumada la ¡°excusa que permit¨ªa a los ciudadanos ser tolerantes y revalidar a pol¨ªticos golfos¡±. En su opini¨®n, ha quedado en suspenso el aforismo de Maquiavelo que invita a indultar los comportamientos inapropiados de aquellos representantes pol¨ªticos que obtengan buenos resultados. ¡°El crecimiento y la justicia social se deciden cada vez m¨¢s en instancias ajenas y dependen mucho menos de los pol¨ªticos locales. Por eso, porque nuestros representantes ya ¡®no dan trigo¡¯, se hace ostensible su deficiente funcionamiento y no se les concede el todo vale¡±, indica.
La doble crisis econ¨®mica e institucional ha puesto a prueba a la democracia espa?ola y esta ha sido hallada en falta, aquejada de graves disfunciones, carencias y lagunas. Se equivocan seguramente quienes creen que la recuperaci¨®n econ¨®mica restablecer¨¢ por s¨ª sola la confianza institucional perdida. La sacudida sufrida por la sociedad ha acabado por activar y organizar a los sectores sociales, preferentemente los menores de 45 a?os, m¨¢s precarizados y amenazados en su futuro. El ciudadano com¨²n abandona su ap¨¢tica relaci¨®n con la cosa p¨²blica y se muestra m¨¢s interesado y cr¨ªtico que nunca con la pol¨ªtica. Cabe suponer que esa nueva mirada colectiva, cat¨¢rtica, vigilante, exigente y participativa, alumbrar¨¢ el 20-D una democracia m¨¢s decente y transparente, menos injusta, banal y arbitraria. Esa mirada es la clave para asegurar que los partidos asuman la obligada rendici¨®n de cuentas, prioricen el bien com¨²n frente a los intereses privados y acometan la efectiva regeneraci¨®n de la democracia espa?ola.
Ha cambiado la mirada de la sociedad hacia sus representantes
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