Votar entre ¡®papanoeles¡¯ y renos
Rajoy vota en medio de fuertes medidas de seguridad S¨¢nchez se presta a 'selfies' y los hace ¨¦l mismo
El colegio electoral de Rajoy es el m¨¢s l¨®gico y normal, una de sus expresiones m¨¢s suyas, el m¨¢s previsible, porque vive en La Moncloa y es uno que est¨¢ al lado, en Aravaca (Madrid). Es un colegio concertado biling¨¹e, Santa Bernardette, entre chal¨¦s con front¨®n y piscina. La vida no es f¨¢cil para quien le toca estar en la mesa donde vota el presidente del Gobierno. Un joven y dos se?oras resisten asustados y casi sepultados por medio centenar de c¨¢maras y fot¨®grafos. Ninguna chica, por cierto. El joven se alarma cuando le preguntan si la camiseta que lleva es de alg¨²n grupo de rock: "?No, no, no es de ninguna sigla pol¨ªtica!", explican preocupadas sus compa?eras. Es la secci¨®n 78, mesa B, apellidos de la M a la Z. El presidente, como uno m¨¢s, est¨¢ ah¨ª clasificado.
En la espera, entre un mont¨®n de gente, es divertido jugar a adivinar de qu¨¦ partido es cada apoderado, por la pinta, y luego mirarle la tarjeta. Es raro equivocarse. Los que m¨¢s se ven son los del PP y Podemos. Tambi¨¦n se comenta en los corrillos lo del pu?etazo de Pontevedra y se busca instintivamente a los de seguridad. Hay un gran despliegue de fuerzas del orden. Un cura de aspecto bonach¨®n que se acerca a la misma urna de Rajoy despierta el instinto de los fot¨®grafos. Tras votar, echa una bendici¨®n a todos entre risas. "?Un poco de alegr¨ªa, que es Navidad!", dice al despedirse entre aplausos. De hecho, es curioso votar entre dibujos de papanoeles y renos, hace todo m¨¢s entra?able.
A las 10.37 empiezan a pedir silencio como en los toros. Los chavales del PP se colocan en formaci¨®n para hacerle el pasillo a su jefe hasta la urna. Cuando por fin llega Rajoy, bastante serio y abrumado por la expectaci¨®n, como si a¨²n no se hubiera acostumbrado, deja a su mujer esper¨¢ndole y se mete ¨¦l solo en la mel¨¦. Empiezan a volverle loco para la foto: "?Presidente aqu¨ª arriba! ?Presidente aqu¨ª abajo!". Cuando se va se oye un aplauso. La nube de periodistas se esfuma en un segundo, con ruido met¨¢lico de las escaleras que llevan para subirse, y los de la mesa miran alrededor perplejos como si les acabaran de teletransportar. "?Qu¨¦ paz!", exclama una de las mujeres.
Pero Rajoy no se puede ir. Se queda fuera esperando a su esposa y es entonces cuando se le ve como a un hombre solo rodeado de escoltas, unos nueve. Alguna se?ora intenta acercarse disimuladamente para hacerse una foto y le ordenan alejarse sin contemplaciones. Al final, Rajoy solo se har¨¢ una con una madre y su beb¨¦. Mientras se va los ni?os preguntan a sus padres qui¨¦n es, porque le sigue tanta gente y, ya de repregunta, qu¨¦ es la pol¨ªtica, momento en que sus padres cambian de tema. Los chicos, ya inmersos en el esp¨ªritu navide?o, intuyen que es algo especial, o incluso que los pol¨ªticos podr¨ªan ser gente que trae regalos. Esta confusi¨®n es culpa de la elecci¨®n de fechas de los comicios.
Los 'selfies' de S¨¢nchez
El colegio de Pedro S¨¢nchez est¨¢ a diez minutos en coche, en Pozuelo de Alarc¨®n, y vota a las 11.00 en el centro cultural Volturno. Es la secci¨®n 18, mesa B, apellidos de la L a la Z. El aula que le ha tocado, Te¨®ricas 3, es min¨²scula para el jaleo que hay montado all¨ª dentro con los periodistas. No cabe nadie. S¨¢nchez est¨¢ mucho m¨¢s distendido, se presta a las exigencias de la prensa, gir¨¢ndose con la papeleta para la foto y se hacen bromas. "?Pedro, una de tres!". O cuando por fin inserta la papeleta, dice un fot¨®grafo: "?Puedes repetir otra vez?". Cuando se va algunos votantes, que han tenido que esperar y atravesar la multitud, entran enfadados con una de las frases m¨¢s espa?olas que hay: "?Es que no hay derecho!". Tambi¨¦n la dicen otros ciudadanos, molestos por el alboroto, mientras atraviesan pisoteando los jardines de romero para evitar la aglomeraci¨®n.
S¨¢nchez no tiene ninguna distancia con la prensa y la gente. Al salir no para de hacerse fotos y selfies con quien se lo pide. Incluso los hace ¨¦l mismo, cogiendo los m¨®viles. Como el de una mujer con dos perritos, Ricky y Betty, "por Elizabeth Taylor", que se va muy contenta. En el corrillo con la prensa aguarda a que est¨¦n todos listos y hasta se interrumpe para esperar a un colega que tiene un problema de sonido. Un ni?o est¨¢ en brazos de su padre como un periodista m¨¢s. "Le encantan los pol¨ªticos, se los sabe todos", explica su padre.
A las 10.00 ya ha votado Alberto Garz¨®n, pero en M¨¢laga, en Rinc¨®n de la Victoria, un detalle rom¨¢ntico m¨¢s de IU para rebatir el pesimismo de los sondeos. El pr¨®ximo en Madrid, Pablo Iglesias, vota al otro lado de la ciudad, en Vallecas.
Iglesias, de partido de f¨²btol
Con el l¨ªder de Podemos, comparado con Rajoy y S¨¢nchez, el clima no fue nada contenido, sino casi de forofos en partido de f¨²tbol. Pablo Iglesias vot¨® en el instituto biling¨¹e Tirso de Molina de Vallecas a las 12.30 y veinte metros antes de llegar ya le estaban aclamando en las aceras: "?Si se puede, s¨ª se puede!". En los colegios de los candidatos popular y socialista uno pod¨ªa imaginar que hab¨ªa gente que les votaba, pero en el caso de Iglesias era casi imposible pensar que alguien no lo hiciera. Fue vitoreado y aplaudido en un ambiente triunfal, festivo, por mucha gente entre la que a duras penas logr¨® abrirse paso. Acudi¨® con ??igo Errej¨®n y otros compa?eros del partido, en plan equipo o grupo de colegas, una cosa nada familiar. "??igo, te quiero, te quiero, eres el mejor!", le grit¨® un joven a Errej¨®n, que le mir¨® sin saber que decir. Iglesias se par¨® a hablar con un anciano que le dijo algo con l¨¢grimas en los ojos y luego bes¨® a una mujer de pelo blanco. Hab¨ªa much¨ªsimas viejecitas y gente mayor, que le miraban como a un nieto que les ha salido estupendo.
El fervor se convirti¨® en un problema al llegar al piso de arriba, por culpa de un pasillo muy estrecho. Hab¨ªa largas colas de espera y la llegada del l¨ªder de Podemos, con una muchedumbre de periodistas, colaps¨® la circulaci¨®n. Los agentes municipales se desesperaban. La gente protestaba. "Pablo, te queremos mucho, pero no podemos salir", le dijo una se?ora. Iglesias y los suyos esperaron pacientemente hasta que pudo llegar al aula 158, mesa A, donde hab¨ªa en la puerta un poema navide?o: "Navidad, ni?o m¨ªo, es amor en acci¨®n". Navide?o o no, lo que se respiraba en el instituto era amor de barrio y de clase por uno de los suyos. Tambi¨¦n era el lugar con m¨¢s periodistas, y se o¨ªan muchos extranjeros, italianos y portugueses, sobre todo. Fuera de Espa?a parece ser quien m¨¢s interesa.
"Lo que tiene que hacer ahora es hacer las cosas bien", sentenciaba una anciana mientras le ve¨ªa salir. En la puerta se reanudaron los clamores: "Se nota, se siente, Pablo presidente". Y tambi¨¦n: "Tic, tac". Ya queda menos a las ocho de la tarde y saber de una vez por todas qu¨¦ hora da ese famoso reloj.
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