?Resetear Espa?a?
?Qu¨¦ cree realmente la gente que sucede, cuando resetea, o cree poder resetear su vida, o Espa?a?
Fue con Windows 95 cuando empec¨¦ a o¨ªrlo, pues antes, quien sab¨ªa, sab¨ªa: ¡°Reset and restart¡±. Estaba pagando, por primera vez, a inform¨¢ticos que no sab¨ªan y hac¨ªan lo mismo que yo cuando se bloqueaba el ordenador.
Era el ¨²ltimo a?o de la sangr¨ªa bosnia, los profiteurs serbios traficaban con software y, sin m¨¢s, te instalaban otro: por la ma?ana asist¨ªa al restart de sistemas humanos a r¨¢fagas; por la tarde, el m¨ªo sobreviv¨ªa a base del reset.
En Sarajevo, bien que trampearas un d¨ªa y ma?ana ser¨ªa otro; pero 20 a?os despu¨¦s, ?qu¨¦ cree realmente la gente que sucede, cuando resetea, o cree poder resetear su vida, o Espa?a? Claro que cliqueamos nerviosamente el rat¨®n, creyendo acelerar el proceso, pero ?qu¨¦ adulto puede creer que arregla as¨ª algo?
Que Espa?a necesita ¡°un buen pollo¡±; que cuanto peor, mejor; que ¡°as¨ª¡± es imposible ser catal¨¢n; que somos ¡°lo ¨²ltimo¡±; que hay que ¡°resetear Espa?a¡±.
Aparte de la falta de afecto que ver¨ªa un psic¨®logo, es la creencia de que algo m¨¢gico sucede en esta piel de toro, que lo arregla un reset, otra ronda o un buen pase torero. Pero no as¨ª en el resto de los 195 Estados del mundo.
Esto es ¡°inconcebible en Europa¡±, dice quien no escucha una emisora de fuera o vive a¨²n con sus padres. En cambio, trabajando sobre Europa desde hace 25 a?os, no se ve que seamos lo mejor ni lo peor, aparte de ese pensamiento fr¨ªvolo y de brocha gorda. Es el narcisismo de lo nimio, ya tan estudiado por Gellner y Berlin. Realmente Spain es muy poco different.
Pero parece que este ¡°puto pa¨ªs¡± no nos quiere. De repente, desde los Juego Ol¨ªmpicos del 92, ven¨ªa sin o¨ªr el nombre de mi pa¨ªs, hasta estos esl¨®ganes de ¡°Espa?a nos echa¡±. O bajo la modalidad condescendiente de ¡°ya¡ la Espa?a unida¡±, como si, obviamente, suecos o japoneses aspiraran a un pa¨ªs desunido.
Unos 200.000 alemanes abandonan cada a?o Alemania para no regresar; m¨¢s de un 10% de Irlanda se fue a buscar trabajo en la crisis; tres millones de polacos trabajan fuera sin explicaciones m¨¢gicas ni quejiquearse de la historia. Aparte de la crisis, m¨¢gica es la creencia de que, con no pronunciarla, Espa?a no existe, mano de santo, de ah¨ª la eufem¨ªstica iniciada por Xabier Arzalluz, y que hoy enrevesa el discurso de Ada Colau, ¡°Estado, Estado¡±, en esa ¡°imbecilidad nominalista¡± que recusa el fil¨®sofo Az¨²a.
Un nacionalista tirol¨¦s, b¨¢varo, bret¨®n o padano no cree cambiar la realidad con distraer el nombre de Austria o Francia. Ni llama ¡°presidente de Baviera¡± al poderoso jefe del Gobierno regional federado de Baviera. ?Por qu¨¦, si tiene otro nombre¡?, se preguntar¨¢n sin conocer el valor del qu¨¦ m¨¢s da. Hasta Moncloa usa acepciones inexistentes como presidente de Catalu?a o Gobierno de Extremadura; o ¡°territorios¡± por ¡°comunidades aut¨®nomas¡±.
De igual tenor circulan piruletas de consumo como ¡°el r¨¦gimen del 78¡±, ¡°Espa?a nos roba¡± o ¡°la democracia es votar¡± como si con Franco o Ceaucescu no se votara: lo democr¨¢tico, es ¡°el qu¨¦¡± y ¡°el c¨®mo¡±; no votar. O ese ¡°derecho a decidir¡± intransitivo... Toda una generaci¨®n confunde ya ¡°deseo¡± con ¡°derecho¡±, con esa seriedad de tarde de botell¨®n y desconociendo que s¨®lo es derecho el escrito y, por tanto, concordado, votado y sancionado.
Tal confusi¨®n es lo intraducible a otras lenguas europeas, para las que la ley es un destilado del consenso popular (ley) o bien hist¨®rico (costumbre). Lo intraducible no es la crisis, la deuda o la corrupci¨®n, ni la falta de liderazgo, sino el pensamiento Disney y que se antoje ¡°racial¡± que funcionarios se jacten de incumplir la ley (por ahora, ninguno con gorra de plato) en ese desacato, entre anarcoide y se?orito.
Remedio brujo parece igual tan el ¡°adi¨®s Espa?a¡± como el ¡°pues que se vayan¡± a los independentistas. Mas tras de la eufem¨ªstica, lo que te quitan un d¨ªa es un pedazo de alma, una rueda del coche en el que viajamos todos; y aunque aprendiera uno luego con tres ruedas: el viaje y el humor se chafaron.
El ansia por creer en el golpe de suerte ha de ser grande en el pa¨ªs que m¨¢s dinero tira en juegos de azar. Pero resetear una sociedad no es como echar 20 euros a la loter¨ªa. Esto doler¨ªa en serio: los pueblos que nos constituyen llevan en la familia de siempre: es el hermano que abandona el negocio familiar para establecerse justo enfrente; y lo que queda es ese dolor fantasma de los amputados: se siente en los ¨²ltimos 10 nuevos pa¨ªses europeos; aun en los nacidos por necesidad, y no mero lujo.
Estados que decimos admirar ense?an en cambio que, hacer pa¨ªs, es algo m¨¢s serio que pintarse la cara de colores: es vivir en una inversi¨®n de futuro permanente, no en una ilusi¨®n ni en la melancol¨ªa. Caen en estas, quienes utilizan la ley como mantra; y cuantos imaginan lo ¡°m¨¢gico¡± de saltarse la ley, creyendo que alguien en Europa amar¨¢ ese lenguaje.
En La vida de Brian, uno de los camaradas que asisten a una reuni¨®n del Frente Popular para la Liberaci¨®n de Palestina dice la famosa frase ¡°desde ahora, quiero ser mujer, llamadme Loretta¡±, con la que los Monty Python se guaseaban de la creencia de que, si se enuncia en p¨²blico un deseo, este adquiere reconocimiento y ya es; y uno puede seguir a lo suyo. Vuelcos como Podemos o la Via Catalana muestran que estos nuevos episodios conciencia expr¨¦s carecen de mucha m¨¢s construcci¨®n intelectual que el c¨®mic manga.
No es menos fe del carbonero, sin embargo, la de otros distra¨ªdos en el sistema presente. Pues un d¨ªa llega ese instante-drama, ¡°de perdidos al r¨ªo¡± y con ganas; aunque luego queden dos generaciones perdidas y mojadas: cuando se cree que, con un clic, cambio mi vida, mi proveedor de m¨®vil o mi historia, y una nueva aplicaci¨®n iza mi bandera en la ONU y arr¨ªa mis problemas.
Resetear no es sino un truco y no cambia nada: ni el ordenador es malo, ni rebotarlo lo arregla; s¨®lo el software requiere aprendizaje y renovaci¨®n continuos. As¨ª hace el cliente maduro; lo otro es consumismo de gran superficie en tarde vac¨ªa de domingo y modo autoestima.
He vivido las revoluciones del Este, el fin de Estados moribundos y 10 bautismos nacionales: unos con razones, otros sin ellas, algunos remediales, otros sangrantes. Igual: los pol¨ªticos necesitan apenas tu instante de euforia y, tras el fuego de artificio, ellos se quedan con tu futuro y te dejan a ti la melancol¨ªa. Y esta es la misma, con raz¨®n o sin ella, en Eslovaquia o en Macedonia.
Pero la melancol¨ªa desactiva todas las energ¨ªas; no es recomendable para quien desee vivir los pr¨®ximos a?os en el futuro. Y este es el solo y verdadero pa¨ªs en el que vamos a vivir todos. Bueno ser¨ªa, pues, no alejarse demasiado de ¨¦l, por ilusi¨®n que hiciese cualquier tarde de estas.
* Ramiro Villapadierna es director del Instituto Cervantes en Praga y lleva 25 a?os trabajando en Europa Central.
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