Francisco Rubio Llorente, un servidor p¨²blico
Fue el m¨¢s destacado constitucionalista espa?ol de nuestro tiempo
En la madrugada de ayer, s¨¢bado, falleci¨®, a los 85 a?os de edad, de forma repentina, Francisco Rubio Llorente, el m¨¢s destacado constitucionalista espa?ol de nuestro tiempo. La muerte nos ha arrebatado a un jurista se?ero, a un servidor p¨²blico admirable y a un hombre de bien. Ejerci¨® su vocaci¨®n m¨¢s honda, la de profesor universitario, durante m¨¢s de medio siglo, produciendo una obra escrita que goza de un merecido reconocimiento tanto en nuestro pa¨ªs como fuera de ¨¦l, adem¨¢s de haber forjado una amplia escuela de constitucionalistas que hemos tenido la fortuna de recibir, directamente, su magisterio.
A sus disc¨ªpulos, y a todos los que le conocieron, nos ha legado, adem¨¢s, el modelo de su conducta, tan valiosa como poco frecuente, caracterizada por el rigor intelectual, la austeridad personal, la independencia de criterio y la rectitud moral.
Su compromiso p¨²blico lo ha sido siempre con el Estado constitucional democr¨¢tico, ¨²nico se?or al que ha querido dedicar su trabajo, realizado no s¨®lo mediante el ejercicio de la c¨¢tedra, sino tambi¨¦n a trav¨¦s del desempe?o de diversos cargos p¨²blicos. Fue letrado de las Cortes y secretario general del Congreso durante la Transici¨®n pol¨ªtica y el proceso constituyente, director del Centro de Estudios Constitucionales, magistrado y vicepresidente del primer Tribunal Constitucional, instituci¨®n a cuya implantaci¨®n, organizaci¨®n y desarrollo tanto contribuy¨®, y, finalmente, no hace muchos a?os, presidente del Consejo de Estado.
Sus art¨ªculos en la prensa acerca de los problemas de nuestra vida p¨²blica no han sido infrecuentes, la mayor¨ªa en este mismo peri¨®dico, expresando siempre una opini¨®n que, por la autoridad de quien la emit¨ªa, era recibida con indudable respeto incluso por quienes no la compart¨ªan. Nunca guard¨® silencio cuando pens¨® que deb¨ªa hablar, porque nunca dej¨® de estar preocupado por nuestro destino colectivo y porque nunca se prest¨® a servir intereses parciales.
Sus convicciones pol¨ªticas siempre estuvieron m¨¢s cerca de la izquierda que de la derecha, por usar expresiones al uso, pero orientadas a un rumbo indeclinable: el reflejado por la democracia, la libertad, el principio de igualdad, el Estado de derecho y la defensa de los intereses generales. Es decir, los valores que sustentan nuestro sistema constitucional, a cuya vigencia tanto contribuy¨®, de manera muy especial durante los 12 a?os que perteneci¨® al Tribunal Constitucional, cooperando muy decisivamente en la emanaci¨®n de una jurisprudencia que dot¨® de eficacia a los derechos fundamentales y a la distribuci¨®n territorial del poder. Sin la obra de Francisco Rubio no se comprender¨ªa cabalmente lo que ese Tribunal ha significado, al menos en su primera etapa.
Disc¨ªpulo de Manuel Garc¨ªa-Pelayo y amigo entra?able de Eduardo Garc¨ªa de Enterr¨ªa, su concepci¨®n del Derecho Constitucional se correspond¨ªa bastante con esas dos influencias, de tal modo que, concibi¨¦ndolo como un saber jur¨ªdico, no renunciaba a la comprensi¨®n pol¨ªtica de sus categor¨ªas y, sobre todo, de su realizaci¨®n en la pr¨¢ctica. Ese entendimiento de la Constituci¨®n y de su Derecho es el que Francisco Rubio nos ha legado a todos los juristas espa?oles. El beneficio de su trato y de su magisterio personal es la herencia que nos ha dejado a sus desconsolados, pero siempre agradecidos, amigos.
Manuel Arag¨®n es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional.
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