?Qu¨¦ fue de Montoro?
El titular de Hacienda en funciones desaparece del escenario pol¨ªtico despu¨¦s de haber sido cuatro a?os un altisonante protagonista
Ten¨ªa el Gobierno de Espa?a un dicharachero ministro de Hacienda que parece encontrarse en paradero desconocido. Y que, por tanto, no parece encontrarse, aunque hay testigos que aseguran haberlo visto en el Museo del Prado. All¨ª anduvo, aseguran, el 26 de enero. Y se dej¨® fotografiar incluso delante de un cuadro de Fra Angelico, pero un museo, como un cine o un teatro, es el lugar donde Crist¨®bal Montoro mejor pod¨ªa esconderse. ?Qui¨¦n ir¨ªa a encontrarlo all¨ª? Acaso en las taquillas, supervisando el despacho de las entradas, remangando sus pu?etas de contable.
Nadie espera a Montoro en el Prado como nadie espera a Rajoy leyendo el As, aunque el perfil bajo que ha adoptado el ministro de Hacienda podr¨ªa obedecer a la estupefacci¨®n de Bruselas con sus presupuestos. El PP quiso colonizar con ellos el ejercicio de 2016, dilatando la sombra del marianismo en una suerte de superstici¨®n, pero la desviaci¨®n del d¨¦ficit admitida por el Gobierno a?ade un agujero de 8.000 millones de euros al desfase acumulado en los a?os anteriores.
Crist¨®bal Montoro, preventivamente, ha desaparecido. Supimos de ¨¦l en los premios Goya porque le hicieron expiar la castraci¨®n sin anestesia de la Cultura, pero las alusiones a sus tijeras de veterinario no han sido suficientes para hacerlo corp¨®reo.
Y se nota la ausencia como anta?o se notaba la presencia. Rajoy ha desplegado a sus ministros de confianza para asustarnos con la inminencia del Apocalipsis, entre ellos los m¨¢s providencialistas, como Fern¨¢ndez D¨ªaz, pero Montoro ha sido relegado a la reserva, acaso porque el lenguaje incendiario del ministro de Hacienda y su propensi¨®n onanista al ingenio podr¨ªa desquiciar el teatro de las investiduras.
Ya dijo Montoro que algunos compa?eros suyos se avergonzaban de pertenecer al PP. No aclar¨® si formaba parte de la misma corriente. O no esperaba que fueran los populares con galones quienes pudieran avergonzarse de ¨¦l. En caso contrario, hubi¨¦ramos conocido su criterio clarividente en la bit¨¢cora del naufragio.
?Y si hubiera dimitido? Esta hip¨®tesis resultar¨ªa estrafalaria si no fuera porque el PP ha recreado toda clase de soluciones laborales a su instinto de supervivencia. Pocas tan memorables como el despido en diferido de Luis B¨¢rcenas, aunque la reciente dimisi¨®n silenciosa de Ignacio Gonz¨¢lez ¡ªsilenciosa hasta que trascendi¨®¡ª demuestra que el fin de ¨¦poca del marianismo predispone el desfile de la santa compa?a.
No ser¨¢ f¨¢cil olvidar a Montoro. Podr¨¢ reproch¨¢rsele que la Cultura ha logrado sobrevivirle, pero nunca tendremos un ministro de Hacienda que interprete el cargo como una prolongaci¨®n personal, manejando a su antojo informaciones reservadas, intimidando a los contribuyentes que le incomodaban, haciendo un uso pol¨ªtico ¡ªde Pujol a Podemos¡ª de sus atribuciones, concediendo amnist¨ªas arbitrarias y recre¨¢ndose en una antipat¨ªa que finalmente ha logrado caricaturizarlo.
Tanto esfuerzo, tanto, para que una abogada del Estado proclame en el juicio del caso Noos cuanto ya sospech¨¢bamos: que Hacienda somos todos era un eslogan publicitario.
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