P¨ªo, p¨ªo, que yo no he sido
Los candidatos jugar¨¢n a echarse la culpa de la repetici¨®n electoral, aunque el crimen ha sido colectivo
?De qui¨¦n ha sido la culpa? La campa?a electoral del 26-J, que empez¨® el 21-D, ha adquirido una dimensi¨®n infantil, p¨ªo, p¨ªo, que yo no he sido. Se trata no ya de eludir la responsabilidad del gatillazo, sino de atribu¨ªrsela al adversario, pretendiendo al mismo tiempo contener la hipot¨¦tica fuga del elector vol¨¢til o del ciudadano desenga?ado.
?De qui¨¦n ha sido la culpa? Parecernos encontrarnos en un "crimen" colectivo, como sucede en Asesinato en el Orient Express. Por eso no es sencillo restringir la responsabilidad a un solo aspirante. Al cabo, la pasividad de Rajoy se ha probado tan desesperante como la hiperactividad de S¨¢nchez, cuyo principal escarmiento ha consistido en confundir la acci¨®n, mucha, con el resultado, m¨ªnimo. El l¨ªder socialista ha agitado los brazos desesperadamente para mantenerse a flote, pero no ha alcanzado la orilla. Peor a¨²n, los cantos de sirena de Iglesias lo han desfigurado contra las rocas.
?Fue entonces la culpa de Pablo? El flirteo con el PSOE ha expuesto a Podemos a una crisis interna que se ha resuelto con la purga del errejonismo, aunque la ruptura se antojaba inevitable desde el momento en que S¨¢nchez formaliz¨® su acuerdo con Ciudadanos. Rivera e Iglesias pueden compartir algunas reformas ¡ªley electoral, independencia judicial, retoques constitucionales¡ª, pero la discrepancia del modelo territorial y del proyecto econ¨®mico contradec¨ªa la ilusi¨®n del m¨¦nage-¨¤-trois.
A S¨¢nchez le conven¨ªa exagerarlo para prolongar su liderazgo y su expectativa de presidenciable despu¨¦s del batacazo del 20-D. El problema es que la ambici¨®n de la supervivencia le ha obligado a sujetarse a los dogmas del comit¨¦ federal ¡ªrechazo al pacto nacionalista, reservas extremas a Podemos¡ª y a prestarse al gabinete sadomasoquista de Iglesias. Que un d¨ªa lo embadurnaba de cal y otro paseaba de la mano por la Carrera de San Jer¨®nimo. Ha sido Iglesias un maltratador pol¨ªtico. Cada expectativa de acuerdo encontraba la contradicci¨®n de un cortafuegos, fundamentalmente porque el objetivo de S¨¢nchez y de Iglesias, extrapolable a sus respectivas formaciones, parece el mismo: acabar el uno con el otro.
Es comprensible la satisfacci¨®n de Rajoy. No ha conseguido el objetivo de presidir un Gobierno transversal, pero el dontancredismo, la creatividad pasiva, la conducta zen e indolente, le han permitido sobrevivir a la "segunda vuelta", fingiendo ahora querer evitarla con un gesto extremo de acercamiento a los socialistas. Una oferta t¨¢ctica de ¨²ltima hora que no pretende ni la adhesi¨®n del PSOE ni la castraci¨®n de S¨¢nchez como pelele de la vicepresidencia, sino que aspira a exteriorizar sus buenas intenciones. Demostrar que la culpa no es suya. Prevenirse del castigo electoral que puedan proporcionar al PP cinco meses de colapso institucional.
Premian las encuestas la flexibilidad de Albert Rivera en la virtud de la bisagra. No concedi¨¦ndole grandes expectativas, pero s¨ª ubic¨¢ndolo como una pareja de baile necesaria en el centro de la pista. O como la ¨²nica soluci¨®n a la paradoja que arrojar¨ªan reencontrarse el 26-J con unos resultados id¨¦nticos a los actuales.
Se avecina una campa?a agotadora, reiterativa, desesperante. Y se presume un retroceso de participaci¨®n a la altura del desenga?o, aunque la gran inc¨®gnita consiste en despejar cu¨¢ntos votantes que se ilusionaron con la promesa del cambio y de a nueva edad pol¨ªtica acudir¨¢n a las urnas para despecharse en la urna de castigo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.