Trasatl¨¢ntico Rivera
El l¨ªder de Ciudadanos cruza el Atl¨¢ntico para hacer campa?a contra Pablo Iglesias
Puede que el mayor m¨¦rito de Albert Rivera consista en aparentar m¨¢s tama?o del que tiene, como ocurre con los gatos que erizan su pelo en situaciones de riesgo. O como esos peces ex¨®ticos que se inflan para simular el aspecto de un monstruo marino.
El propio Rivera se "dopa" asumiendo como propio el linaje de Adolfo Su¨¢rez. Y consigue demostrar que Ciudadanos es un partido no ya necesario, sino determinante, fuera y dentro de Espa?a, por mucho que su peso en el Parlamento se haya demostrado precario en las soluciones al reciente proceso de investidura.
Pareciendo m¨¢s de lo que es, Rivera ha logrado un extraordinario impacto en su viaje a Venezuela. No hasta el extremo de conseguir un tratamiento de m¨¢rtir ¡ªMaduro lo ha ignorado¡ª, pero s¨ª con posibilidades de foguearse como estadista. Y de otorgar a la escala de ultramar un papel instrumental y una intenci¨®n electoral.
La oposici¨®n venezolana ha convertido el revulsivo esc¨¦nico de Rivera en munici¨®n refrescante contra el r¨¦gimen agonizante y delirante de Maduro, pero la dial¨¦ctica del quid pro quo ha precipitado la apertura de una investigaci¨®n parlamentaria que pretende demostrar la vinculaci¨®n org¨¢nica entre Podemos y el r¨¦gimen chavista.
Es el bot¨ªn que ha logrado Albert Rivera. Y el premio pol¨ªtico de un viaje a las Am¨¦ricas cuyas razones filantr¨®picas se resienten de un embarazoso oportunismo. Rivera ha elegido viajar a Venezuela cuando m¨¢s le conven¨ªa hacerlo, cuando m¨¢s provecho pod¨ªa encontrar en la escalada de su antagonismo a Pablo Iglesias.
Resonancia medi¨¢tica
Es leg¨ªtimo hacerlo y hasta inteligente. Lo demuestra el fervor que le han concedido en Caracas y la resonancia medi¨¢tica del viaje trasatl¨¢ntico, pero la propia ventaja electoralista desdibuja la honestidad de las intenciones. O las frivoliza.
Ya sabemos que Maduro es la parodia de Chavez. Que el r¨¦gimen bolivariano ha suspendido manu militari las garant¨ªas democr¨¢ticas. Que el aislamiento geopol¨ªtico de Venezuela predispone a la capitulaci¨®n del presidente. Y que la teor¨ªa de una conspiraci¨®n internacional supone un placebo rid¨ªculo frente a la hondura de la crisis econ¨®mica. Hace bien Rivera en recordarlo, provisto incluso de la ingenuidad de un monaguillo, pero el objetivo del viaje a Caracas obedece a intereses particulares. Hacerse un nombre en el extranjero. Y relacionar la agon¨ªa de Maduro en su delirio autoritario con el embri¨®n pol¨ªtico de Podemos. Rivera ha cruzado el Atl¨¢ntico para atacar a Pablo Iglesias. Ha trasladado una antigua disputa conceptual ¡ªel podemismo bolivariano¡ª a su contexto geogr¨¢fico genuino, demostr¨¢ndose que Ciudadanos comparte con el Partido Popular la aversi¨®n a "los radicales".
Interesa el matiz porque Rivera elige el flanco y el rival de un escenario enormemente polarizado, derivando incluso la versatilidad de la bisagra all¨ª donde Mariano Rajoy la necesita para sucederse a s¨ª mismo como presidente del Gobierno.
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