La almadraba nueva de toda la vida
La pesca del at¨²n adapta al presente t¨¦cnicas milenarias con la mecanizaci¨®n de sus procesos y la incorporaci¨®n de nuevas formas de matar y conservar el at¨²n
Juan Torrej¨®n lleva grabada en su piel el sol y la mar del Estrecho. Las arrugas remarcan la expresividad de su rostro que se ilumina al hablar de la almadraba. El suyo, como lo de las otras 59 almas trabajan en las aguas de Barbate (C¨¢diz) desde el amanecer, no es un trabajo, es una forma de vida. A sus 52 a?os, rema con soltura un bote, mientras fuma y explica c¨®mo ha cambiado su oficio en los ¨²ltimos 28 a?os. Es botero y copejador, tercera generaci¨®n de almadraberos en su familia. Sonr¨ªe mientras reconoce que ahora se faena de otra manera: ¡°Acorde a los tiempos que estamos, porque antes se trabajaba como los romanos¡±.
¡°Lo que hac¨ªamos era una burrada. As¨ª estamos todos con los brazos y las espaldas hechos polvo¡±. Torrej¨®n se refiere a cuando los copejadores levantaban atunes de hasta 500 kilos, pescados con la ¨²nica ayuda de su fuerza y un garfio clavado en el animal. Ahora, gr¨²as hidr¨¢ulicas alivian el esfuerzo en un oficio milenario. Desde que, en el siglo II, Oppiano de Anazarbo hablara de atunes que avanzan ¡°como falanges de hombres que marchan por tribus¡±; desde que los duques de Medina Sidonia, entre los siglos XIII y XIX, trabajasen entre redes y lanchas para aprender de ¡°las costumbres y pesca de atunes¡±, este arte de pesca hab¨ªa evolucionado poco.
Hasta hoy, cuando, por obligaci¨®n y por exigencias del mercado, la almadraba abraza nuevas t¨¦cnicas mecanizadas sin perder de vista el ayer. ¡°Se est¨¢ modernizando la flota y la maquinaria¡±, reconoce Salvador Vela Ortega, responsable de la almadraba de Barbate. Ahora bien, el trabajador de Pesquer¨ªas de Almadraba matiza que a¨²n tienen ¡°varias embarcaciones que tienen 100 a?os¡±. ¡°La esencia, el acto de la levant¨¢ [el alzado del pescado] es el mismo. Ahora tenemos barcas de fibra, pero se necesita que est¨¦n colocadas igual que antes¡±, reconoce Vela Ortega.
En ese tira y afloja entre el presente y el pasado han resistido a las crisis las almadrabas gaditanas de Barbate, Conil, Zahara y Tarifa. Marineros como Torrej¨®n hablan en un argot con t¨¦rminos romanos, ¨¢rabes, lusos o italianos sin reparar demasiado en que le viene heredado de bien antiguo. Mientras, alivian dolencias habituales ¡°de tendiditis y hernias discales¡± con el uso de motores y gr¨²as instaladas en los barcos.
El empleo de estas maquinillas en lanchas, barcos de canto y faluchos fue la primera innovaci¨®n ideada para descargar el esfuerzo de los marineros en el manejo de redes o atunes. Lo mismo ocurri¨® despu¨¦s con la instalaci¨®n de potentes gr¨²as hidr¨¢ulicas en los barcos de mayor calado que hacen posible trasladar f¨¢cilmente el at¨²n a cubierta y a las bodegas. ¡°El cambio ha sido abismal. Antes nos tir¨¢bamos al copo [red final donde se acorralan los pescados] a coger el at¨²n con un bichero; era una pesca salvaje¡±, reconoce el copejador Francisco Rodr¨ªguez, el Ca?ejo.
Estas t¨¦cnicas para preservar la calidad del t¨²nido pescado de forma artesanal son vitales para las empresas y para compradores como los japoneses, que suelen adquirir el 70% de las capturas. Fueron ellos los que introdujeron a las almadrabas gaditanas en el empleo de la lupara submarina, una especie de escopeta recortada [el nombre viene de la mafia siciliana].
Antes, buzos como Miguel ?ngel Ruiz centraban su labor en el mantenimiento de las redes y en el control de la cantidad de pescado. Ahora, acaban con la vida del animal con un tiro en la cabeza, en lugar del con el gancho que se le introduc¨ªa por la cavidad ocular. ¡°El pescado no sufre y la carne se queda mucho mejor. Con el bichero se estresaba y ahogaba y eso se notaba en la carne¡±, reconoce el submarinista. A fin de cuentas, como matiza el buzo de 37 a?os, ¡°ellos [los japoneses] mandan, que para eso compran¡±.
El criterio nip¨®n tambi¨¦n acab¨® influyendo en otra innovaci¨®n que se realiza en tierra: la congelaci¨®n. ¡°Es vital para llegar al mercado japon¨¦s¡±, explica Vela Ortega. Nada m¨¢s capturado, el at¨²n pasa a las bodegas de los barcos, donde se conserva en aguanieve. De ah¨ª, se traslada a las instalaciones de la empresa, donde se despieza o ronquea (conocido as¨ª por el caracter¨ªstico sonido que hace el cuchillo en contacto con el espinazo del animal) y se somete a una primera congelaci¨®n a 20 grados bajo cero durante un d¨ªa ¡°Las siguientes 24 horas se congela a 60 grados bajo cero. Se hace as¨ª para evitar que la carne se abra al someterla a una bajada muy brusca de temperatura¡±, detalla el responsable de la almadraba de Barbate. Los japoneses realizan la misma operaci¨®n, pero directamente en sus barcos, donde llega el at¨²n sin tocar tierra.
Sus requisitos y demandas salvaron al sector de una m¨¢s que probable desaparici¨®n. De hecho, a¨²n hoy los almadraberos no las tienen todas consigo. ¡°Las almadrabas han cambiado mucho, antes ¨¦ramos 100 y ahora somos unos 60 marineros¡±, explica Torrej¨®n. Y es que, aunque el responsable de la empresa remarque que ¡°por mucha innovaci¨®n que haya, el almadrabero siempre es necesario¡±, lo cierto es que las plantillas van menguando. Un descenso que viene motivado por la mecanizaci¨®n, pero tambi¨¦n por las escuetas cuotas de pesca que Bruselas impone para evitar que se esquilme la especie.
Pese a esta nueva realidad, la media de 60 marineros que emplea cada una de las cuatro almadrabas de C¨¢diz tiene una fuerte influencia econ¨®mica en la zona. Ya no solo por los 1.500 euros que ganan de base, sino por el impacto que tiene la actividad de forma indirecta. ¡°Nosotros tenemos piscinas de engorde y contratamos a pesqueros que nos suministran caballas como alimento del at¨²n o transportistas para trasladar el pescado¡±, detalla Vela Ortega. ¡°Y eso, en ciudades tan marcadas por el paro como Barbate, es mucho¡±. Mercados de abastos, pescader¨ªas, restaurantes e incluso empresas tur¨ªsticas se benefician tambi¨¦n del influjo del at¨²n rojo.
Medio a?o en la mar
Las almadrabas les dan empleo seis meses al a?o, nueve en Barbate para el mantenimiento de piscinas de engorde del at¨²n. En el resto del tiempo, hay quien cobra paro o subsidios. Otros siguen en el mar, como Juan Torrej¨®n, que se va a la pesca del palangre en Marruecos. ¡°El que no tiene paro se tiene que buscar la vida pescando o recogiendo pi?as, lo que sea¡±, reconoce el marinero, que sue?a con que contraten a su hijo en su mismo oficio. En ese ¡°lo que sea¡± hace tiempo que El Ca?ejo dio un paso m¨¢s y decidi¨® vivir de otra de sus pasiones. Porque de su familia hered¨® su oficio por cuarta generaci¨®n y tambi¨¦n el arte flamenco: ¡°Estamos en buena tierra de pesca y de flamenco. Me ha dado el don la familia por parte de padre, que eran una raza gitana de Zahara de los Atunes. Lo llevo dentro as¨ª que me decid¨ª a aprovecharlo¡±.
En un bar de la calle C¨¢diz de Conil, ya sin el capote naranja de agua y con su tup¨¦ en lo m¨¢s alto, Francisco Rodr¨ªguez est¨¢ listo para cantar. A sus 36 a?os, tiene un hijo de 18 y reconoce hacer lo que haga falta para sacar adelante a su familia. Su nombre ya suena en los tablaos, con el indudable atractivo de ser flamenco y almadrabero. Durante seis meses canta alegr¨ªas de C¨¢diz o fandangos, palos t¨ªpicos de los marineros. Esta noche se emplea a fondo con unas alegr¨ªas: ¡°Qu¨¦ bonito ser¨ªa navegar por anchos mares y en un barco almadrabero¡±. A su alrededor, los palmeros le jalean, mientras unos turistas miran embelesados la escena. Ma?ana, se volver¨¢ a calzar las botas de agua para salir a la mar de Barbate a pescar azul, plata y sangre. Entre la necesidad, el orgullo, la picaresca y el tipismo; El Ca?ejo mantiene vivas dos esencias de C¨¢diz, el flamenco y la almadraba: ¡°Es lo que tenemos los pobres, tenemos que estar as¨ª para poder comer¡±.
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