El a?o m¨¢s pol¨ªtico de Felipe VI
La investidura fallida y el ¡®caso N¨®os¡¯ marcan el segundo aniversario de Felipe VI en el trono
A la pregunta de c¨®mo calificar¨ªa el segundo a?o de Felipe VI en el trono, que se cumple este 19 de junio, un alto cargo de la Casa del Rey resopla: ¡°Ufffff¡¡±. El bufido, pretendiendo un efecto evasivo, no puede resultar m¨¢s expresivo. Infiere que el per¨ªodo no ha sido como cab¨ªa esperar desde la perspectiva de La Zarzuela.
El a?o ha tenido vida propia y ha situado al Rey en el eje de un per¨ªodo intenso y an¨®malo en la reciente historia de Espa?a. Las consecuencias de la crisis y el hast¨ªo causado por la corrupci¨®n y la condescendencia de los principales partidos han fraccionado los bloques tradicionales y han abocado a una congesti¨®n pol¨ªtica que ha alterado las previsiones p¨²blicas de la jefatura del Estado.
La Casa del Rey pretend¨ªa un perfil bajo de Felipe VI en un ¨¢mbito tan desacreditado como el de la pol¨ªtica. Calculaba, desde la distancia de la instituci¨®n, recuperar la confianza y el prestigio perdido de la Corona con nuevos par¨¢metros: austeridad, sobriedad y proximidad como marcas prioritarias. Las gu¨ªas estaban fijadas desde la proclamaci¨®n, el 19 de junio de 2014, y solo hab¨ªa que ir fijando las traviesas de la agenda sobre el calendario y combinarlas con una adecuada proyecci¨®n internacional.
Pero la situaci¨®n de atasco pol¨ªtico, con la prolongaci¨®n de su cometido constitucional en la investidura, ha derivado en lo que La Zarzuela considera una sobreexposici¨®n de la figura del Rey. El riesgo: una devaluaci¨®n en la percepci¨®n ciudadana contra la renta de situaci¨®n lograda con el cambio din¨¢stico, que puso el cuentakil¨®metros a cero.
Sin embargo, el naufragio de la investidura, con tres rondas de contactos fracasadas y la frustraci¨®n social producida por la incapacidad de alcanzar acuerdos por parte de los partidos, no ha tenido consecuencias negativas para Felipe VI. Los sondeos de opini¨®n realizados en este per¨ªodo apuntan que los espa?oles, pese a la frustraci¨®n, valoran el trabajo realizado por el Rey en el mandato constitucional de la investidura.
El contraste de la p¨¦rdida de confianza en una clase pol¨ªtica ineficaz para resolver una situaci¨®n que exig¨ªa altura de miras y la entereza de la jefatura del Estado durante el proceso ha tenido sus consecuencias. La actitud del Rey y sus apelaciones constantes al di¨¢logo y al acuerdo, intercaladas en sus discursos, han contribuido a reforzar su imagen. Pero las nuevas elecciones, con id¨¦ntica fragmentaci¨®n electoral, devuelven al Rey al centro del escenario pol¨ªtico con nuevas incertidumbres para La Zarzuela sobre los efectos que le pueda deparar la repetici¨®n del proceso.
En el desarrollo de sus obligaciones constitucionales el Rey tambi¨¦n ha tenido que afrontar un inesperado pulso con el Gobierno en funciones. Tras declinar la proposici¨®n de Felipe VI para intentar la investidura como partido m¨¢s votado aunque sin apoyos suficientes, el PP pretendi¨® mantener el atasco para forzar la repetici¨®n de elecciones, invocando un informe a medida del Consejo General del Estado.
Felipe VI, en cambio, se aferr¨® a la Constituci¨®n frente a esta inhibici¨®n estrat¨¦gica para facilitar el flujo institucional. Para no romper la neutralidad, ante a un candidato sin ninguna posibilidad (Mariano Rajoy) y otro con alguna, aunque remota (Pedro S¨¢nchez), el jefe del Estado ofreci¨® al socialista la oportunidad de intentar la investidura.
Este desaf¨ªo consolid¨® al Rey en su posici¨®n pero ha tenido consecuencias. En privado, Moncloa y Zarzuela se reprochan no haber actuado con la correcci¨®n debida y la frecuencia de los despachos del Rey con Rajoy se ha visto perturbada. Adem¨¢s, el choque ha tenido notables secuelas en la agenda internacional del Rey, a la que el Gobierno ha dado la espalda.
La plataforma de despegue para la proyecci¨®n exterior del Rey con esperados efectos vigorizantes para su imagen en Espa?a no ha podido funcionar a pleno rendimiento. Si antes de las elecciones pudo realizar dos viajes de Estado a M¨¦xico y los Estados Unidos, as¨ª como estar presente en la cumbre de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible en Nueva York, despu¨¦s del 20-N ha tenido que aplazar o suspender importantes visitas a Arabia Saud¨ª, Reino Unido, Jap¨®n y Corea del Sur, con los l¨®gicos inconvenientes para su impulso internacional y para los pa¨ªses anfitriones, que ya ten¨ªan organizados los viajes.
En este a?o, la nueva realidad pol¨ªtica ha a?adido otros problemas para el Rey como la mayor presencia del republicanismo, un acontecimiento que pese a no ser invasivo resulta inquietante para La Zarzuela por su ruido y potencial de contagio. La debilidad del bipartidismo ha dado ox¨ªgeno a nuevas organizaciones pol¨ªticas con una inspiraci¨®n republicana muy efervescente y un activismo no menos din¨¢mico.
Media docena de Ayuntamientos catalanes han declarado persona non grata a Felipe VI y a la familia real (algo que no le ocurri¨® a su padre en el Pa¨ªs Vasco en los a?os m¨¢s duros). Un hecho que, m¨¢s all¨¢ de la tensi¨®n territorial de Catalu?a, salpica a otros puntos de Espa?a y conecta con los ecos de otros Consistorios (incluso alg¨²n Parlamento) que retiraran s¨ªmbolos mon¨¢rquicos de sus dependencias. Con todo, uno de los golpes de efecto que m¨¢s ha dolido en La Zarzuela ha sido la decisi¨®n del Gobierno de Navarra de sacar a la Casa del Rey de la entrega del premio Pr¨ªncipe de Viana, al que estaba vinculado desde 1993.
La infanta, en el banquillo
Pero siendo una carga pesada la derivada de la situaci¨®n pol¨ªtica, al segundo a?o del Rey no le han faltado grados de dificultad a?adidos. La celebraci¨®n del juicio del caso N¨®os, iniciado el pasado 11 de enero, constituye un acontecimiento hist¨®rico por sentar en el banquillo a la hermana del Rey, la Infanta Cristina, procesada como cooperadora necesaria en dos delitos contra la Hacienda P¨²blica que se atribuyen a su esposo, I?aki Urdangarin.
A pesar de que Felipe VI, en una de las decisiones m¨¢s complicadas de su vida, revoc¨® el ducado de Palma a su hermana como cortafuegos entre la instituci¨®n que representa y su propia familia, cada comparecencia de Cristina de Borb¨®n en el juicio se ha vivido con palpable incomodidad en La Zarzuela. A pesar de que ya no forma parte de la familia real, no deja de ser la hermana del Rey y conserva sus derechos din¨¢sticos, a los que no ha renunciado pese a las presiones. Los efectos del caso siguen percutiendo sobre la Corona. A ello contribuye el desfile ante el juez de ex altos cargos de La Zarzuela como Alberto Aza, Fernando de Almansa, Jos¨¦ Manuel Romero o el secretario de las infantas Carlos Garc¨ªa Revenga. Incluso de antiguos amigos ¨ªntimos como Jos¨¦ Luis Ballester,Pepote, ex director general de Deportes del Gobierno balear.
A la inquietud por el alboroto medi¨¢tico de N¨®os, se ha unido la difusi¨®n el pasado marzo de unos mensajes privados entre los Reyes y el empresario Javier L¨®pez Madrid, una persona de su c¨ªrculo de amistades, lo que ha supuesto otro contratiempo para la imagen de Felipe VI. Seg¨²n las conversaciones de ese chat incorporado a una causa judicial, L¨®pez Madrid, implicado en el caso de las tarjetas black y tambi¨¦n investigado en la trama P¨²nica por la presunta financiaci¨®n ilegal del PP, recibi¨® ¨¢nimos por parte de los Reyes en pleno esc¨¢ndalo, en octubre de 2014. Aunque el Rey hab¨ªa cortado la amistad con el empresario d¨ªas despu¨¦s, la publicaci¨®n de los mensajes ha tra¨ªdo nuevas turbulencias a la Casa del Rey.
Pero en este tiempo la Casa del Rey tambi¨¦n ha dado significativos pasos para mejorar la imagen de la instituci¨®n mediante la transparencia. Medidas que eran l¨®gicas trat¨¢ndose de la jefatura del Estado, pero que su antecesor en el trono nunca hab¨ªa llevado a cabo. Ha sido el a?o en el que La Zarzuela ha adoptado la nueva normativa de contrataci¨®n, en la que pese a mantener la naturaleza privada se ajusta a los principios que rigen la contrataci¨®n p¨²blica de concurrencia, transparencia, igualdad y no discriminaci¨®n. Tambi¨¦n ha sido el a?o en el que la Corona ha hecho p¨²blicos sus contratos de 2015 y ha difundido por primera vez la lista de regalos institucionales recibidos. Y la primera ocasi¨®n en 40 a?os en que La Zarzuela se ha sometido una auditor¨ªa externa de sus gastos, que cerr¨® con un super¨¢vit de 177.130 euros.
Amenaza en Catalu?a
En el segundo a?o en el trono, el mayor problema que el Rey ha tenido sobre la mesa sigue siendo la ofensiva del independentismo catal¨¢n, que tras los sucesivos desencuentros entre el Gobierno central y la Generalitat se ha robustecido en las principales instituciones de Catalu?a y ha convertido su discurso en hegem¨®nico. No es un problema sobrevenido, pero s¨ª el m¨¢s trascendental para Felipe VI, que simboliza la unidad y permanencia del Estado y tiene que ejercer una funci¨®n arbitral y moderadora del funcionamiento regular de las instituciones.
En este per¨ªodo, el Rey, en funci¨®n de sus limitadas atribuciones, ha tratado de terciar en el conflicto manteniendo abiertas las l¨ªneas de di¨¢logo incluso en medio de la escalada. Aunque, a tenor de los resultados, sin ¨¦xito. Felipe VI ha estado en medio de dos extremos que parec¨ªan retroalimentarse. En uno, el partido en el Gobierno de Espa?a, el PP, para el que la custodia de la unidad de la patria representaba una bandera lo suficientemente ancha como para tapar su escandalosa situaci¨®n judicial por los casos de corrupci¨®n. En el otro, Converg¨¨ncia, el partido que gobernaba la Generalitat, para el que la independencia cumpl¨ªa id¨¦ntica funci¨®n.
Tras una sucesi¨®n de llamadas a la unidad en sus discursos, el Rey puso en marcha en julio una serie de audiencias con presidentes auton¨®micos con el objeto de incluir un encuentro extraordinario con Artur Mas con aparente formato ordinario. En esa audiencia Felipe VI constat¨® que el proceso en el que se hab¨ªa embarcado en entonces presidente catal¨¢n no ten¨ªa vuelta atr¨¢s.
Los mensajes del Rey fueron subiendo de intensidad con el desarrollo del proceso. El 13 de noviembre, un d¨ªa despu¨¦s de que el Tribunal Constitucional suspendiera la declaraci¨®n independentista aprobada por el Parlamento catal¨¢n, intervino directamente en la crisis. En un intenso discurso pronunciado en un acto de la Marca Espa?a afirm¨® que la Constituci¨®n prevalecer¨ªa ante las intenciones separatistas.
La esperanza de La Zarzuela era que las elecciones catalanas primero, y luego las generales, abrieran un nuevo per¨ªodo con nuevos actores que pudieran oxigenar el ambiente y desactivar el enfrentamiento. Los comicios catalanes, lejos de descongestionar la situaci¨®n, a?adieron m¨¢s le?a al fuego. Y La Zarzuela, en un gesto muy criticado desde todo el espectro pol¨ªtico, aport¨® su contribuci¨®n a la hoguera al negarse a recibir a la nueva presidenta del Parlamento de Catalu?a, Carme Forcadell, para que comunicara la investidura del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.
Las elecciones generales, con su resultado improductivo, no han arreglado la situaci¨®n y la interinidad del Gobierno de Espa?a es percibida como una oportunidad por la Generalitat, aunque zancadilleada por la CUP, consagrada a la causa independentista y aferrada a su hoja de ruta.
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