Obama salda su deuda con Espa?a con un viaje ensombrecido por la violencia en Estados Unidos

En un viaje fugaz y acelerado, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sald¨® una vieja deuda con Espa?a, el ¨²nico gran aliado europeo que no hab¨ªa visitado en los casi ocho a?os de su presidencia. El viaje qued¨® ensombrecido por el estallido de violencia racial esta semana en Estados Unidos. No hubo pompa protocolaria en la visita ni, como estaba previsto inicialmente, ocasiones para el ocio y el turismo. Los problemas internos en ambos pa¨ªses, sumidos en un momento de incertidumbre pol¨ªtica, resaltaron, por contraste, la fluidez de las relaciones bilaterales.

Espa?a es un aliado medio, fiable y leal, que da pocos dolores de cabeza a la primera potencia mundial. Esto puede ser una ventaja pero tambi¨¦n significa que requiere menos atenci¨®n que otros pa¨ªses por parte del presidente. La visita de Obama no respond¨ªa a ninguna necesidad pol¨ªtica urgente. La agenda era exigua. Se trataba de un viaje de cortes¨ªa diplom¨¢tica, un gesto hacia un pa¨ªs amigo que no recib¨ªa a ning¨²n presidente norteamericano desde hac¨ªa 15 a?os. Y ten¨ªa una parte l¨²dica.

Los planes originales ¡ªuna visita de 48 horas con paradas en Sevilla, Rota y Madrid¡ª saltaron por los aires tras la matanza el jueves de cinco polic¨ªas en Dallas (Texas) y tras conocerse, en los d¨ªas anteriores, varios episodios de violencia policial contra ciudadanos negros. El estallido coloca a EE UU ante algunos de sus fantasmas: el del racismo perenne, el acceso a las armas de fuego y los abusos de las fuerzas del orden contra las minor¨ªas.

En un momento de conmoci¨®n social, mezclada con un ambiente electoral crispado, las im¨¢genes de Obama paseando bajo el sol sevillano y escuchando flamenco eran desaconsejables. Obama viajar¨¢ a Dallas la semana entrante, pero se empe?¨® en hacer escala en Espa?a, un compromiso repetidamente aplazado durante su presidencia, antes de atender desde territorio norteamericano la crisis en su pa¨ªs.

La nueva agenda propici¨® una visita at¨ªpica, un domingo de trayectos por distintos puntos de Madrid. Del Palacio Real al hotel Intercontinental, de all¨ª a la Embajada de EE UU y de all¨ª a la Moncloa antes del traslado a la base de Torrej¨®n de Ardoz, desde donde Obama vol¨® a la base militar de Rota (C¨¢diz).

Incluso la parte oficial del viaje qued¨® deslucida por la provisionalidad del gobierno en Espa?a. A fin de cuentas Mariano Rajoy es un presidente interino. Y el dem¨®crata Obama agota los ¨²ltimos meses de su presidencia con la posibilidad de que su sucesor sea el candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, un populista con un mensaje xen¨®fobo y aislacionista en pol¨ªtica exterior. Tambi¨¦n EE UU vive en la provisionalidad.

Como dijo Obama, la relaci¨®n bilateral est¨¢ por encima de las contingencias partidistas en Washington y Madrid, pero los bandazos en los a?os de los presidentes Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar y Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en Espa?a, y George W. Bush en EE UU, indican que nada pude darse por seguro. Cualquier iniciativa que hubiesen tomado Obama y Rajoy estar¨ªa supeditada al sucesor de uno o de ambos.

La rueda de prensa de Obama y Rajoy en la Moncloa fue una fotograf¨ªa fiel del momento. Los presidentes apenas mencionaron la relaci¨®n bilateral, m¨¢s all¨¢ de algunas generalidades. En cambio, cada uno a su manera, aprovecharon la ocasi¨®n para lanzar mensajes internos.

Obama se extendi¨® sobre los movimientos de protesta contra la violencia policial en EE UU y el di¨¢logo con las fuerzas del orden. Tuvo que responder a una pregunta sobre el caso de los emails de Hillary Clinton, la candidata dem¨®crata en las elecciones presidenciales de noviembre. El FBI ha reprendido a Clinton por el uso irresponsable de un servidor privado cuando era secretaria de Estado de Obama: los emails son material electoral inflamable. Que otro periodista preguntase por Trump evidencia que, hoy, all¨ª adonde vaya el presidente de EE UU, debe cargar con el impacto que el aspirante republicano tiene en la imagen de su pa¨ªs.

En este viaje, que le ha llevado, adem¨¢s de a Espa?a, a Varsovia, Obama ha exhibido un discurso europe¨ªsta desacomplejado. Ha defendido la vigencia del proyecto europeo. En una entrevista con EL PA?S, publicada este fin de semana, expresa su deseo de que el futuro gobierno espa?ol est¨¦ comprometido en una relaci¨®n s¨®lida, no s¨®lo con EE UU, lo que es l¨®gico viniendo del presidente de este pa¨ªs, sino tambi¨¦n con Europa. Suena casi como un l¨ªder europeo. Tambi¨¦n cuando en Varsovia critic¨® el Gobierno polaco por sus intentos de control del Tribunal Constitucional, una forma de injerencia en un pa¨ªs anfitri¨®n poco habitual.

La visita a Espa?a pone fin al ¨²ltimo viaje a Europa programado en la presidencia de Obama. Puede regresar otra vez hasta enero, pero no est¨¢ en la agenda. El tel¨®n empieza a caer sobre esta presidencia. A partir de ahora, muchos gestos y movimientos del presidente ser¨¢n el ¨²ltimo. El despegue del Air Force One de Rota, despu¨¦s de una visita de menos de 24 horas, tuvo algo de despedida.