La p¨¦rfida Albi¨®n, de nuevo
No se puede hablar de ¡°los ingleses¡± como si fueran un todo, ni para bien, ni para mal
Empieza a crearse un ambiente de hostilidad contra Gran Breta?a. Hostilidad proviene del vocablo latino hostis, que significa enemigo, alguien que debe ser eliminado sin remisi¨®n si uno quiere sobrevivir. ?Son ahora los brit¨¢nicos, aquellos a quienes antes de escribir seg¨²n las reglas de la correcci¨®n pol¨ªtica llam¨¢bamos ingleses, nuestros enemigos? ?De nuevo volveremos a utilizar el despreciativo t¨¦rmino de ¡°p¨¦rfida Albi¨®n¡±, tan habitual para referirnos despectivamente a Inglaterra durante los a?os cuarenta y cincuenta del pasado siglo, cuando se montaban manifestaciones oficiales para que nos fuera devuelto El Pe?¨®n, nuestro Pe?¨®n, tan arteramente arrebatado?
No s¨¦ si el t¨¦rmino p¨¦rfida Albi¨®n, muy antiguo e inventado por los franceses, ser¨¢ usado de nuevo, no es probable por miedo a caer en el rid¨ªculo. Pero despu¨¦s del Brexit se palpa una cierta crispaci¨®n contra lo ingl¨¦s, comienza a percibirse una ola que amenaza a todo lo que sea anglosaj¨®n. La admiraci¨®n de hace unos a?os, la moda Londres ¡ª¡°esto lo compr¨¦ en Londres¡±¡ª empieza a retroceder y vuelven los t¨®picos sobre lo extra?os que son los ingleses, su hist¨®rica insolidaridad y ego¨ªsmo: ¡°siempre han ido a los suyo sin importarles los dem¨¢s¡± y ¡°que se vayan, peor para ellos¡±.
Pues bien, a m¨ª me parece tan falsa la anterior admiraci¨®n por todo lo que fuera ingl¨¦s como el abrupto y creciente rechazo actual. No se puede hablar de ¡°los ingleses¡± como si fueran un todo, ni para bien, ni para mal. Lo que ha sucedido, simplemente, es que una parte de los ciudadanos brit¨¢nicos, exactamente un 52% de quienes han acudido a las urnas, un treinta y pico por cien del censo, ha optado por abandonar la Uni¨®n Europea. Acierten o no, y por supuesto creo que no, esta ha sido, por las razones que sean, su voluntad.
No vamos a entrar en las razones ni en el contenido del problema que indudablemente afecta a los brit¨¢nicos, pero tambi¨¦n al resto de europeos, y sobre el que es injusto que nosotros no opinemos. Solo queremos se?alar algo muy sencillo: no son los ingleses quienes se han ido, sino que un sistema pol¨ªtico-institucional muy mal dise?ado, aparentemente democr¨¢tico, ha dado lugar a que una leve mayor¨ªa de votantes, no de brit¨¢nicos, ha decidido que se fueran.
Culpemos entonces a un procedimiento que, a pesar de permitir el ejercicio del voto, es insuficientemente democr¨¢tico y cuyos abanderados han dimitido a los pocos d¨ªas. Se?alemos a estos con el dedo acusador, pero no culpemos a todo un pueblo. Nadie conoce a los ingleses, a todos, solo conocemos a algunos ingleses. La p¨¦rfida Albi¨®n, pues, no existe.
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