El nuevo perfil del adicto a la hero¨ªna
El consumo de esta sustancia repunta en Espa?a. ?lvaro cuenta que se enganch¨® tras un "varapalo emocional"
Hace tres a?os que el jaco se qued¨® con el sitio que ocupaban los motivos. "?Qui¨¦n necesita razones cuando tienes hero¨ªna?" se pregunta ?lvaro (nombre ficticio) parafraseando a Mark Renton, protagonista de Trainspotting. Dice que la pel¨ªcula, en muchos sentidos, condensa c¨®mo se siente con esta adicci¨®n: "Cuando eres yonqui todos tus problemas se reducen a uno: saber si hay hero¨ªna o no. Lo dem¨¢s desaparece, y eso es formidable", asegura. Consume unos 20 euros diarios y no tiene problema en denominarse yonqui, aunque su historia nada tenga que ver con el retrato del t¨¦rmino arraigado en el inconsciente colectivo. ?lvaro no es el adicto marginal de los ochenta, estragado por las enfermedades y que utiliza jeringuilla. Es uno de los llamados "nuevos consumidores" que atestiguan que la hero¨ªna puede ser una droga del pasado, pero toma posiciones en el presente.
La sustancia experimenta un repunte en Espa?a, sin alcanzar las dimensiones de "epidemia" que sacude algunas ciudades de EEUU. Aqu¨ª el consumo se mantiene estable y desde Sanidad lo califican de "residual", pero los expertos coinciden en que son muchos los s¨ªntomas que alertan de un regreso silencioso de la hero¨ªna a nuestro pa¨ªs. Las incautaciones han aumentado en los ¨²ltimos a?os y se han desmantelado laboratorios en varios puntos de la geograf¨ªa espa?ola.
"La verdad es que es algo que me imaginaba, porque hace no mucho he conseguido comprar caballo hasta en 12 casas distintas en el Puente de Vallecas", explica ?lvaro. Ahora la consigue en el poblado de Valdeming¨®mez, uno de los mayores centros de distribuci¨®n de droga de Madrid, y confirma que la demanda ha aumentado. "La gitana que me lo vende dice que tienen tres proveedores de hero¨ªna para todo el poblado", cuenta. "Se lo compres a quien se lo compres, la calidad y el precio es igual: 5 euros la micra o 10 euros el gramo". Ha escuchado que existen otros puntos de venta m¨¢s c¨¦ntricos en Madrid (en Laguna o la Plaza de la Luna), pero desconf¨ªa de ellos.
Tiene 42 a?os, y su perfil encaja con la mayor¨ªa de aspectos del nuevo patr¨®n de consumo de una vieja conocida. Posee todo lo que Trainspotting subestimaba en el mon¨®logo inicial: la casa, el trabajo, la familia, el televisor grande. Y adem¨¢s, esnifa hero¨ªna. "Empec¨¦ por un varapalo emocional hace tres a?os. Yo soy de car¨¢cter ansioso y pesimista, y el speed o la coca¨ªna lo que me provocaban era el efecto contrario que buscaba", explica. Se cans¨® del efecto recreativo de las dem¨¢s drogas y de la factura del d¨ªa siguiente: "Cuando beb¨ªa y esnifaba farlopa, muchas veces perd¨ªa los papeles. De repente prob¨¦ esto y hostias, al d¨ªa siguiente no ten¨ªa ning¨²n problema de nada, no hab¨ªa metido la pata. Me ayudaba a estar de la forma que quer¨ªa estar. Relajado", dice. La primera vez err¨® con la dosis y qued¨® al borde de la deshidrataci¨®n. Hasta que alcanz¨® el equilibrio con las cantidades, se dorm¨ªa frecuentemente y lleg¨® a perder el gusto de algunos alimentos, pero pronto lo recuper¨®. La hero¨ªna esfum¨® los dolores musculares, y la consum¨ªa al terminar la jornada laboral. "Sin la droga, pod¨ªa tocar la guitarra como mucho cuatro horas, el cuerpo no me daba para m¨¢s. Con ella, puedo estar ocho", dice. Dej¨® el resto de sustancias. "Hasta los tercios se me calentaban". Todo parec¨ªa bajo control.
Adicci¨®n, uso y abuso
A los dos o tres meses, el fantasma despert¨®. "Empec¨¦ a notar una dependencia f¨ªsica y psicol¨®gica. Me cog¨ª una semana de vacaciones para intentar dejarlo, porque ya no reservaba la hero¨ªna para el fin de semana. Hab¨ªa a?adido un d¨ªa m¨¢s, un d¨ªa m¨¢s, y al final consum¨ªa todos los d¨ªas", recuerda. No lo consigui¨® y pas¨® su primer "mono". "No fue tan duro como en las pel¨ªculas, porque me imagino que en los ochenta los monos eran as¨ª por la pureza de la droga y por la jeringuilla", aduce. Empez¨® a esnifar tambi¨¦n en el trabajo y a aumentar los viajes a Valdeming¨®mez. Aunque querr¨ªa ir solo una vez al mes - "coincidiendo con el d¨ªa que cobro"- acude dos, para minimizar el riesgo de ser parado por la polic¨ªa. Utiliza las cundas que parten de la zona de Embajadores, donde sufre los episodios "m¨¢s desagradables" de su adicci¨®n. Seg¨²n explica, la mayor parte de los consumidores tienen una edad y un perfil similares al suyo.
Fracasado el primer intento, acudi¨® a un Centro de Atenci¨®n a Drogodependientes (CAD) de la Comunidad de Madrid, donde confirmaron lo que intu¨ªa: estaba utilizando la hero¨ªna como antidepresivo o ansiol¨ªtico. Algo que coincide con el patr¨®n de consumo detectado en los ¨²ltimos a?os, tanto en EEUU como en Europa. "Lo utilizo como motivaci¨®n para hacer cosas, para activar las neuronas, para superar un mal trago o un problema", reflexiona. Sin embargo, su experiencia difiere en uno los lugares comunes de los nuevos consumidores: no utiliza el opi¨¢ceo para rebajar el efecto de otras drogas. "Hace doce a?os un colega m¨ªo palm¨® por eso. Se pon¨ªa hasta arriba de todo, y cuando llegaba a casa tomaba hero¨ªna para dormir. Un d¨ªa su novia no consigui¨® despertarle. Su muerte se me qued¨® muy grabada", recuerda. Por eso intenta no mezclar sustancias, aunque confiesa que de vez en cuando coquetea con la coca¨ªna. Y se mortifica por ello.
Le recetaron metadona, pero tampoco funcion¨®. "La m¨¦dica me ha sugerido tomar antidepresivos, pero el problema que tienen es que no me van a dar la misma satisfacci¨®n que la hero¨ªna. Y adem¨¢s, muchos a?aden el problema de la anorgasmia", dice. Le preocupa que esta v¨ªa remedie la adicci¨®n, pero no la abstinencia. En el centro de ayuda descubri¨® algo m¨¢s: "Los consumidores siempre establecemos jerarqu¨ªas. Cuando solo beb¨ªa alcohol, los farloperos eran lo peor. Cuando coquete¨¦ con el speed, para m¨ª los heroin¨®manos eran un mundo aparte. Y de repente, en los centros nos ponen a todos juntos. Todos somos adictos, incluso los que tienen adicci¨®n al juego", explica. Cree que la distinci¨®n entre drogas blandas y duras es una patra?a.
Mientras baraja sus opciones bajo supervisi¨®n m¨¦dica, ?lvaro convive con el estigma. Es consciente de la imagen que proyecta la hero¨ªna en la sociedad, y con qu¨¦ se asocia , pero no quiere recibir discursos al respecto. Por eso elude el tema en su entorno, donde afirma ser "pr¨¢cticamente el ¨²nico" que la consume. Afronta las incursiones al poblado entre la verg¨¹enza y el miedo. "Intento que nadie que me conozca me vea por la zona, no quiero que sepan a qu¨¦ voy a all¨ª", dice. Alguna vez ha tenido que disimular frente a conocidos. "He elegido esto sabiendo lo que provoc¨® a muchos en el pasado, pero libremente. Y tambi¨¦n autoenga?ado, pensando que soy diferente y especial, y voy a saber controlarlo. La t¨ªpica gilipollez que pensamos todos. Pero no quiero compasi¨®n", subraya.
La semana pasada su m¨¦dico le pregunt¨® si se ve¨ªa dejando por completo la hero¨ªna. "Yo tengo el deseo de todo yonqui, el sue?o del deseo controlado, el consumo controlado", dice, y hace una larga pausa. "Querr¨ªa superar el abuso y quedarme en el uso, pero como soy un poco bipolar s¨¦ que tendr¨¦ que escoger entre una de las dos v¨ªas: o todo o nada", concluye. Aunque su experiencia sea diferente, comparte ambici¨®n con el yonqui del pasado: quiere quitarse. Espera que "este a?o o el que viene" sea el de la nada. Precisamente la fecha del estreno de la segunda parte de Trainspotting.
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