Lo primero, evitar las terceras
De la abstenci¨®n del PSOE depende evitar el desastre de unas nuevas elecciones
Lo malo de tener una idea es que sea solo una, y adem¨¢s inmodificable: blindada frente al contacto o la confrontaci¨®n con otras ideas o argumentos. En el caso de Pedro S¨¢nchez y su c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo, esa idea es que, siendo el PSOE la alternativa al Gobierno de Rajoy, es imposible que pueda contribuir a su continuidad al frente del Gobierno. Es un argumento a tener en cuenta para entender a los militantes socialistas, pero insuficiente para justificar la persistente negativa a facilitar mediante su abstenci¨®n el desbloqueo de la situaci¨®n.
Porque estamos ante una grave emergencia de pa¨ªs que no solo pone en cuesti¨®n el futuro de un partido o de un programa, sino la credibilidad y continuidad del sistema democr¨¢tico. La mentalidad de idea ¨²nica, vendida como ejemplo de coherencia con acento ¨¦pico, lleva a considerar que la prioridad es impedir que siga Rajoy y a ello se supeditan otras consideraciones m¨¢s ampliamente compartidas, como la de evitar una nueva repetici¨®n de elecciones. Posibilidad que es rechazada por siete de cada diez espa?oles seg¨²n el sondeo de Metroscopia del domingo pasado, coincidente en esto con otras encuestas recientes.
Unas terceras elecciones en un a?o por incapacidad para soldar los pactos necesarios no solo afectar¨ªa al prestigio de Espa?a sino que tendr¨ªa costes econ¨®micos y pol¨ªticos, sobre todo en t¨¦rminos de inestabilidad; y su celebraci¨®n no garantizar¨ªa unos resultados que abrieran una salida realista. La m¨¢s obvia es la abstenci¨®n de al menos 11 diputados socialistas. Algo que seguramente ya habr¨ªa ocurrido si la votaci¨®n fuera con urna y papeleta.
En general se argumenta que ser¨ªa preferible que esa abstenci¨®n fuera negociada, de forma que incluyera contrapartidas que est¨¢n en el programa del PSOE, lo que la har¨ªa m¨¢s digerible para sus militantes. Pero hay razones para sospechar que eso dar¨ªa al acuerdo una dimensi¨®n de pacto pol¨ªtico estable que no se corresponde con una decisi¨®n puramente funcional (abstenci¨®n t¨¦cnica, se le llam¨® en su momento) para desencallar la situaci¨®n.
Felipe Gonz¨¢lez aconseja a S¨¢nchez que, si no es capaz de articular una mayor¨ªa alternativa viable, no se oponga a que gobierne Rajoy como cabeza de la lista m¨¢s votada. No parece una ocurrencia personalista, porque lo mismo sugiri¨® a Rajoy en v¨ªsperas del intento de investidura de S¨¢nchez. Tampoco lo es la propuesta de aceptar abstenerse si Rajoy es sustituido por otro candidato del PP. El argumento es el uso democr¨¢tico de la dimisi¨®n del presidente cuando pierde la confianza de la C¨¢mara en un asunto importante. Y Rajoy la ha perdido en la de su ensayo de investidura.
Pero tambi¨¦n ha ganado las dos elecciones ¨²ltimas. Ser¨ªa desfigurar sus resultados exigir como condici¨®n sine qua non para abstenerse un cambio de candidato. Y m¨¢s cuando en las del 26-J no solo se juzgaba la gesti¨®n presidencial sino las alternativas de pactos de cada candidato en los meses anteriores. Es cierto, sin embargo, que una retirada voluntaria del candidato popular, pactada con su partido, facilitar¨ªa un acuerdo aunque solo fuera para evitar las terceras elecciones. Sin ignorar que ser¨ªa a la vez una forma elegante de asumir responsabilidades pol¨ªticas por esc¨¢ndalos como el del caso Soria y los que aguardan.
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