La dura lucha de los padres de hijos que se identifican como transexuales
Una madre explica el tr¨¢nsito de su hija transexual de 11 a?os y los retos que afronta el colectivo
Cuando Laura baraj¨® las alternativas para cambiar de colegio a su hija, no era suficiente con tener en cuenta las variables habituales de cercan¨ªa, plan de estudios o actividades extraescolares. Hab¨ªa algo m¨¢s importante que condicionaba su libertad para elegir. "Ten¨ªa que estar segura de que la iban a tratar bien. De si se iba a respetar que su nombre es distinto del que dice en el libro de familia y que su sexo no es el que dice el DNI. Ten¨ªa que tener garant¨ªas de que la iban a llamar por su nombre, el que hab¨ªa elegido", explica. Su hija, C., es transexual, y por entonces ten¨ªa 8 a?os y ven¨ªa de una experiencia agridulce en su anterior centro.
All¨ª sus compa?eros lo aceptaron con naturalidad, y no sufri¨® situaciones de rechazo ni acoso, como refieren otras experiencias de ni?os y ni?as transexuales. Para sus iguales no hubo shock alguno en que C. pasase de vestir el uniforme establecido para los ni?os a llevar falda al d¨ªa siguiente. A usar el lavabo y el vestuario de chicas. A que pidiese que se dirigieran a ella con el nombre que hab¨ªa escogido, y que cuadraba con el sexo que siente como propio. "De hecho, como es un poco la l¨ªder de la pandilla, fue ella la que se encarg¨® de ir por el patio comunic¨¢ndolo d¨ªas antes de que yo hablara con el centro", recuerda Laura.
Lidiar con eso fue m¨¢s desesperanzador. "Con la excusa de proteger nuestra intimidad escurrieron el bulto", cuenta. Le comunic¨® a la direcci¨®n que su hija iba a iniciar el tr¨¢nsito del sexo que le hab¨ªan asignado al nacer hacia el sexo con el que se identificaba, y "aparentemente" reaccionaron bien. La madre colaboraba activamente en diferentes actividades escolares y confi¨® en su disposici¨®n. Pero la tutora de la ni?a se negaba a llamarla por el nombre elegido ¨C "adem¨¢s, con cierta prepotencia"¨C y el colegio no llev¨® a cabo la labor de comunicaci¨®n con los escolares, de prevenci¨®n, formaci¨®n o informaci¨®n que hab¨ªan garantizado. "Gracias a que ten¨ªa su hermano mayor como pantalla, un grupo de amigas muy fuerte y a que ella estaba muy empoderada con solo 8 a?os, la cosa fue bien. Pero el apoyo del centro, por parte de los adultos, fue decepcionante", valora.??
Tr¨¢nsito: "Ojal¨¢ pudiera ser una ni?a"
Esa sensaci¨®n de desasistencia y desinformaci¨®n que vivieron en el primer centro escolar ha sido frecuente desde que empezaron el proceso. En ¨¦l, la menor siempre ha sido la encargada de marcar el ritmo. "Desde siempre dio se?ales de que no era lo que socialmente se esperaba de un ni?o. Los colores con los que pintaba, la ropa, su entorno...", recuerda. Nunca educ¨® a sus hijos con roles marcados, as¨ª que el rosa era solo un color y las mu?ecas un juguete m¨¢s. No la presion¨® para que modificara sus gustos. "Pero empec¨¦ a entender que ocurr¨ªa algo m¨¢s, sin saber lo que era. Lo relacion¨¦ con la homosexualidad porque era la ¨²nica referencia que ten¨ªa a mano", cuenta. Pero no.
En el primer colegio escurrieron el bulto
Con apenas cinco a?os, la peque?a ya hac¨ªa proyecciones de s¨ª misma en el futuro hablando en femenino: "Cuando yo sea mayor y me tenga que depilar para ponerme el bikini, ?me vas a dejar la m¨¢quina?", le preguntaba. Empez¨® a tomar conciencia de que el sexo asignado a su hija estaba equivocado, pero fue prudente y no quiso condicionarla: "No quer¨ªa ponerle esas palabras en su boca, ni inducirla de ning¨²n modo. As¨ª que respet¨¦ sus plazos y no lo hablamos abiertamente hasta despu¨¦s, cuando estuvo preparada". Dej¨® que hiciera sus elecciones con libertad, tratando de amortiguar la presi¨®n social externa.
Paralelamente, comenz¨® a informarse sobre la transexualidad en la infancia, pero tropez¨® con el vac¨ªo y la tragedia. No encontr¨® informaci¨®n en nuestro pa¨ªs, y los casos que llegaban en EE UU estaban en su mayor¨ªa relacionados con los aspectos m¨¢s agrios, como el acoso o la incomprensi¨®n. "Pensaba que era la ¨²nica a la que le pasaba esto en Espa?a", recuerda. Entr¨® en contacto con otras familias en una circunstancia similar, y tiempo despu¨¦s ambas entrar¨ªan a formar parte de Chrysallis, la asociaci¨®n que agrupa a familias con menores transexuales, que hoy lleva acompa?ados a m¨¢s de 400 casos en nuestro pa¨ªs.
Las cosas tambi¨¦n empezaron a cambiar con C. Al cumplir los 7 a?os, sus expresiones externas empezaron a entrar en conflicto. "Empez¨® a esconderse y a pasarlo mal. Le gustaba tal o cual ropa, pero no se atrev¨ªa a pon¨¦rsela para salir a la calle. Se limitaba y sufr¨ªa. Y a la vez, intensific¨® la expresi¨®n de su aspecto en casa, como una explosi¨®n. Cuando llegaba se disfrazaba con pelucas, pa?uelos, bolsos, mucha purpurina...", explica. Adem¨¢s, tuvo un incidente de insultos en un parque y algunos compa?eros m¨¢s mayores s¨ª cayeron en las burlas. Laura vio el momento oportuno para mantener la conversaci¨®n. Su hija fue tajante: "Ojal¨¢ fuera una ni?a", le dijo. La madre contest¨® que si as¨ª lo quer¨ªa, as¨ª ser¨ªa. "?C¨®mo?", le pregunt¨® C. "Ni idea, pero lo descubriremos juntas".
Pensaba que era la ¨²nica a la que le pasaba esto en Espa?a
Pasaron por consultas de psic¨®logo, por pediatras, por la Unidad de Transtornos de la Identidad de G¨¦nero (UTIG, hoy rebautizada como solo UIG) y con expertos de toda clase. La respuesta era la misma: hasta los 18, nada. "Aunque estuvieran familiarizados con el tema, me dec¨ªan que con el sistema legal de entonces, hasta la mayor¨ªa de edad no se pod¨ªa hacer nada, imagino que con una idea mental vinculada a las cirug¨ªas", explica. Pero para ellas esa nunca fue la cuesti¨®n prioritaria: simplemente buscaban que a su hija se la reconociera con el sexo que ella se identificaba, procesos m¨¦dicos al margen. "?C¨®mo le digo a mi hija que entiendo que es una ni?a, que eso no es nada malo, pero que va a tener que fingir durante 11 a?os m¨¢s?", se dec¨ªa. Incluso algunos especialistas trataron de disuadirla de que empezase el proceso de transici¨®n, porque provocar¨ªa risas en sus compa?eros. Recuerda aquella etapa como la peor, por la incertidumbre y la insistencia de algunos especialistas m¨¦dicos a que pasara por el aro de la patologizaci¨®n. Su hija fue quien decidi¨® que se lo tomar¨ªan con calma, y que de momento "ser¨ªa un ni?o inform¨¢ndome de c¨®mo ser ni?a".? Laura respet¨® el ritmo, y adapt¨® su lenguaje para referirse a ella en g¨¦nero neutro, hasta que la propia C. tomase la decisi¨®n de visibilizarse c¨®mo lo que sent¨ªa.
Fue en febrero. C. escogi¨® la fecha. Compraron la falda del uniforme, aunque ese no fue el s¨ªmbolo de su transformaci¨®n externa. "Ella ten¨ªa un pensamiento super m¨¢gico, de que le iban a poner el cerebro dentro del cuerpo de una ni?a. ?Y qu¨¦ era el cuerpo de ni?a para ella? Uno en el que el pelo le creciera para abajo. No lo vinculaba con los genitales. Ella sab¨ªa que a los ni?os les crec¨ªa el pelo para arriba, de pincho, y a las ni?as para abajo, con melena", recuerda. As¨ª que C. no se sinti¨® f¨ªsicamente una ni?a cuando modific¨® su atuendo, sino cuando pudo, al fin, peinarse la melena. Hacia abajo.
El DNI: un suced¨¢neo de ¨¦xito
En contra de lo que pudiera parecer, conseguir que en el DNI de C. no figurara su nombre masculino ("nombre muerto", lo llaman) no fue un ¨¦xito, ni una conquista. Supo m¨¢s a suced¨¢neo. Porque su hija escogi¨® un nombre femenino, pero eso no era posible. "En aquel momento, los ¨²nicos cambios de nombre que hab¨ªamos conseguido eran a nombres unisex", cuenta Saida Garc¨ªa, presidenta de Chrysallis en Madrid. Explica que el procedimiento habitual para lograr el cambio ¨Cque tiene que autorizar un juez¨C no est¨¢ contemplado para menores transexuales, sino que es un vericueto legal. "Hemos rebuscado en las grietas del sistema para hacerlo. Cuando te aceptan cambiar el nombre en el Registro, el argumento es un cambio de nombre por uso habitual, no porque haya una discordancia con el sexo", precisa Garc¨ªa.
El DNI tiene que reflejar la realidad, no una ficci¨®n. Y mi hija es una ni?a
As¨ª que a C. y Laura no les qued¨® m¨¢s remedio que buscar una f¨®rmula neutra, similar a los deseos de la ni?a pero no exacto. Durante un a?o y medio reunieron la documentaci¨®n que probara que ese era el nombre con el que se refer¨ªan a ella en todos sus entornos (m¨¦dico, escolar, familiar, de la escuela de danza y hasta el carn¨¦ de la biblioteca) y a?adieron tambi¨¦n todos los autos de los otros menores a los que se lo hab¨ªan concedido a escala estatal; a modo de jurisprudencia. Lo consiguieron. "El problema real es que hay una ley de 1958 que ya deber¨ªa estar derogada, que marca que el nombre no puede entrar el conflicto con el sexo de la persona, y que no puede causarle perjuicio", apunta Saida. Laura se pregunta si, teniendo un aspecto femenino y sabi¨¦ndose ni?a, no es precisamente un perjuicio para ella tener un nombre que no encaja. "El documento lo que tiene que reflejar es la realidad, no una ficci¨®n. Y mi hija es una ni?a", recalca, ahondando en la infinidad de situaciones en las que tener un nombre unisex, un g¨¦nero registral distinto al sentido, complica la vida de C. y otros tantos menores: aviones, comisar¨ªas, carn¨¦s...
El fondo del conflicto es el cambio de sexo en el registro. Y el enemigo tiene nombre propio: el art¨ªculo 1 de la ley 3/2007, que regula la rectificaci¨®n en el Registro Civil del sexo y el nombre, y que se exige la mayor¨ªa de edad para solicitar el cambio. Actualmente, el propio Tribunal Supremo cuestiona la constitucionalidad de esta ley, en consonancia con las demandas de los padres de hijos transexuales. "Por eso el d¨ªa que nos concedieron el cambio en el DNI no fue una gran celebraci¨®n. Fue una conquista temporal, porque la total no se producir¨¢ hasta que en ese documento, en todas sus partes, se reconozca la identidad de mi hija", dice Laura.
En su nuevo colegio, ninguno de sus compa?eros saben que C. es transexual. As¨ª lo escogi¨® ella, que hoy tiene 11 a?os. "Decidi¨® darse la oportunidad de que la conocieran sin tener que dar explicaciones. Ha decidido vivir tranquila y que se entere la gente que se tiene que enterar, igual que de otras partes ¨ªntimas de su vida", dice su madre. En el centro est¨¢n al tanto, y su respuesta ha sido m¨¢s que favorable, a pesar de que, como en el anterior, era el primer caso que enfrentaban. C. es una ni?a feliz, que elegir¨¢ cu¨¢ndo dec¨ªrselo a sus amigas, y cu¨¢ndo, si es que as¨ª lo decide, utilizar¨¢ bloqueadores hormonales para evitar desarrollarse de un modo no deseado. Podr¨¢ escoger, pero seguir¨¢ sin ser due?a de su identidad. Porque, a ojos de la administraci¨®n, su nombre unisex y la casilla de "sexo", no la reflejar¨¢n hasta los 18 a?os. "Ella est¨¢ convencida de que conseguir¨¢ cambiarlo antes", concluye.
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