?Negociar o suspender?

Cada d¨ªa que pasa crece la sospecha de que la operaci¨®n di¨¢logo en Catalu?a, orquestada por el PP, no tiene otro objetivo que cargarse de razones para la suspensi¨®n de la autonom¨ªa, ya sea en parte o del todo. El Gobierno sigue sin concretar oferta alguna, ni de contenido ni de calendario, la presi¨®n judicial sobre el soberanismo contin¨²a y la rotunda negativa a reconocer al independentismo sigue intacta. Mal se puede negociar con alguien al que se exige como condici¨®n previa que se rinda. El c¨¢lculo de Rajoy ¡ªen aplicaci¨®n de uno de sus principios favoritos: a veces, lo urgente es no hacer nada¡ª se apoyaba en que el secesionismo se ahogar¨ªa solito, presa de la frustraci¨®n, en una sociedad que tiende a pensar en t¨¦rminos de coste y beneficio. Pero el tiempo pasa y el independentismo sigue ah¨ª.

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Y, sin embargo, el soberanismo tiene sus l¨ªmites: las elecciones y las encuestas lo demuestran. Es el primer proyecto pol¨ªtico de Catalu?a pero no alcanza una mayor¨ªa indiscutible que le da autoridad moral para exigir. Carece de capacidad coercitiva, su ¨²nica fuerza es el voto y la movilizaci¨®n popular. Tiene escaso reconocimiento internacional y la independencia de Catalu?a no est¨¢ en las agendas. En estas circunstancias, el soberanismo tiene dos opciones: buscar la confrontaci¨®n, a¨²n a riesgo de que la ciudadan¨ªa se arrugue, especulando en que al Gobierno espa?ol se le vaya la mano, por ejemplo suspendiendo la autonom¨ªa, y se desacredite ante los Gobiernos europeos. O entrar en el juego del di¨¢logo, previa acumulaci¨®n de capital pol¨ªtico, que es el sentido del paso atr¨¢s de Puigdemont: retorno al refer¨¦ndum pactado, con la incorporaci¨®n de los Comunes.

?Es posible en este contexto la negociaci¨®n? S¨ª, si se cumplen dos condiciones: reconocimiento y desacralizaci¨®n. No hace falta citar a los cl¨¢sicos para subrayar la importancia del reconocimiento para los humanos. Nada ofende tanto como que alguien niegue tu condici¨®n. Se puede empezar a hablar si el Gobierno espa?ol reconoce al independentismo como tal y si el soberanismo asume sus l¨ªmites. El paso siguiente es la desacralizaci¨®n: ni Espa?a ni Catalu?a son entes trascendentales. En una sociedad democr¨¢tica, los problemas hist¨®rico-culturales enquistados durante siglos primero se reconocen y despu¨¦s se buscan soluciones que no tienen porque ser definitivas, sino simplemente nuevas metamorfosis del conflicto. Y ah¨ª el Gobierno tiene mucho que ganar si es capaz de reconocer la condici¨®n nacional de Catalu?a y buscar un refer¨¦ndum pactado que establezca una nueva relaci¨®n para unos cuantos a?os. El ordeno y mando puede que satisfaga al PP, al PSOE y a Ciudadanos y, a corto plazo, de rendimiento a Rajoy, pero la suspensi¨®n de la autonom¨ªa agrandar¨ªa la fractura y el resentimiento y bien pudiera acabar siendo el camino m¨¢s directo a la ruptura.