Vida alpina de un tesorero
B¨¢rcenas describi¨® escenas costumbristas entre visillos de las pl¨¢cidas finanzas helv¨¦ticas
Luis B¨¢rcenas deb¨ªa de pasar m¨¢s tiempo en Suiza que en su casa o en la sede del Partido Popular, a tenor de su novelesca vida en el pa¨ªs alpino que ha desvelado este martes. Ha hecho que tener cuentas en Ginebra y que apareciera gente por all¨ª a darle dinero en sobres parezca lo m¨¢s normal del mundo. El extesorero del PP ha hablado en todo momento con naturalidad, aunque contara historias de Anacleto, agente secreto: quedaba a veces con un misterioso grupo de inversores uruguayos a los que no conoc¨ªa de nada. Se ve¨ªan en un caf¨¦, ¨¦l se sentaba en una mesita, el se?or uruguayo de la pasta en otra, ¨¦l se acercaba y le dec¨ªa: ¡°?No estar¨¢ usted esperando a Luis B¨¢rcenas? Pues soy yo. Tom¨¢bamos un caf¨¦, luego ¨ªbamos al banco e ingres¨¢bamos el dinero¡±. Quiz¨¢ iban cogidos del brazo dando alegres brincos tiroleses. Tambi¨¦n aparec¨ªa en el relato un tal Se?or Menta, un empleado de banca que parece sacado del Cluedo. Pero a veces eran conocidos. Suiza pod¨ªa ser como la Gran V¨ªa porque se encontraba por all¨ª con Rosendo Naseiro, otro extesorero del PP, que tambi¨¦n ten¨ªa cuentas secretas y se pasaban fajos de billetes.
B¨¢rcenas fue precoz, ya abri¨® su primera cuenta en el pa¨ªs helv¨¦tico con 31 a?itos, en 1988, y es que adem¨¢s eran fondos de otra cuenta en Puerto Rico, mucho m¨¢s rebuscada, donde ya ten¨ªa una en 1986. Desde entonces acumul¨® millones, hasta 48 seg¨²n la acusaci¨®n. ¡°No los he declarado, insisto, no tiene explicaci¨®n¡±, reconoci¨®, molesto porque le pidieran explicaciones. B¨¢rcenas hablaba rapid¨ªsimo y con aplomo, constru¨ªa un castillo con apariencia de coherencia, pero que no se sosten¨ªa en documentos. En un di¨¢logo siempre muy tenso con la fiscal, ¨¦sta le acosaba, pero ¨¦l no se despeinaba ni perd¨ªa los papeles, m¨¢s que nada porque no los ten¨ªa. ¡°No sabe lo que es conseguir la informaci¨®n, est¨¢ todo en ingl¨¦s, franc¨¦s, alem¨¢n, cr¨¦ame que es muy dif¨ªcil¡±, lleg¨® a decirle a Concepci¨®n Sabadell. A ella, que lleva a?os siguiendo su rastro en Suiza.
Le preguntaba c¨®mo era posible que, siendo titular de esas cuentas, no guardara ni un papel que probara una transferencia, una actividad, pero es que B¨¢rcenas romp¨ªa todo o siempre andaba muy liado. Ha reconstruido todo como en los papeles de B¨¢rcenas, una serie de apuntes, sacados de ¡°una agenda muy vieja¡± que ha encontrado y haciendo llamadas. El tinglado qued¨® obscenamente al descubierto. Cuando se pon¨ªa nervioso se tocaba instintivamente la nariz. Hablando de carrerilla, no paraba ni a beber agua, solo lo hac¨ªa cuando llegaba el descanso.
El extesorero del PP despleg¨® un variopinto historial empresarial que justificar¨ªa el origen de su fortuna, de la exportaci¨®n de gafas a machimbrados y? duelas de roble para Virginia y Kentucky, o fincas en Paraguay. Lo que asombra ahora es de d¨®nde sacar¨ªa el tiempo para llevar la tesorer¨ªa del PP y, a¨²n m¨¢s dif¨ªcil, la contabilidad de su caja b. Admiti¨® algunas omisiones, errores, en sus declaraciones pasadas, pero asegur¨® que esta vez iba en serio: ¡°En este momento en que me encuentro, que es el definitivo, tengo que hablar de lo que tengo que hablar¡±. Pero la fiscal no terminaba de comprender de d¨®nde sal¨ªa el dinero, qui¨¦n se lo daba.
Cuando, acorralado, descend¨ªa al detalle era todo vagamente chusco. No ten¨ªa sociedades pantalla, sino ¡°sociedades visillos¡±, brome¨®, porque todo estaba clar¨ªsimo, y al abrirse las cortinillas segu¨ªa describiendo pl¨¢cidas escenas de costumbrismo helv¨¦tico. ?l entrando con su mujer en esos bancos suizos tan elegantes ¡°que no son como una oficina del BBV, no tienen mostrador¡±, sino que entras por el garaje, te atiende un conserje de uniforme y te ofrecen un caf¨¦ o una cocacola. ?l pasaba a una reuni¨®n, la dejaba esperando y ella pensaba que estaba en cualquier sitio menos un banco, quiz¨¢ el dentista o una f¨¢brica de chocolate. B¨¢rcenas sum¨® as¨ª otra mujer, la suya, Rosal¨ªa Iglesias, a la ilustre galer¨ªa judicial de esposas en la inopia, de la infanta Cristina para abajo. ¡°Mi esposa firmaba donde yo le dec¨ªa que firmara, afortunadamente¡±, explic¨®, y tampoco le extra?aba que estuviera en franc¨¦s y la firma en Ginebra. Ni sab¨ªa, asegur¨®, que ten¨ªan cuentas en Suiza. Le escuchaba sentada detr¨¢s de ¨¦l, en una de las sillas de los acusados. El fiscal le pide 24 a?os de c¨¢rcel y un mes, como cooperadora en las andanzas de su marido. A ¨¦l, 42 a?os y medio. Como en Sonrisas y l¨¢grimas.
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