Vistalegre no cambia nada
No son pocos los que auguran la Espa?a de las pr¨®ximas d¨¦cadas se parecer¨¢ a la Italia de la posguerra
Entre 1945 y 1994, la democracia cristiana control¨® Italia. En las pocas ocasiones en que el primer ministro no era de este partido ¡ªninguna hasta 1981¡ª la formaci¨®n dominaba igualmente la coalici¨®n de gobierno, integrada a menudo por socialistas y centristas. El Partido Comunista (PCI) se manten¨ªa en la oposici¨®n eterna, sin lograr ni mayor¨ªas, ni romper el bloque del establishment, una sola vez en medio siglo. Despu¨¦s de un Vistalegre victorioso para Iglesias, y a la vista de un congreso del PSOE que podr¨ªa corroborar la posici¨®n actual del partido, no son pocos los que auguran que la Espa?a de las pr¨®ximas d¨¦cadas se parecer¨¢ a la Italia de la posguerra.
Pero para llegar a este punto, la situaci¨®n debe ser tal que socialdem¨®cratas, liberales y conservadores se vean empujados a formar un bloque sustancialmente m¨¢s cerrado que el actual. Por supuesto, la c¨²pula de Podemos espera que tanto su estrategia como crisis venideras aceleren?la desaparici¨®n del centro pol¨ªtico. En este escenario, ser¨¢n quienes m¨¢s se alejen del mismo los que m¨¢s tengan que ganar. Espa?a, as¨ª, evolucionar¨ªa hacia un bipartidismo de polarizaci¨®n creciente, muy fruct¨ªfero para cualquier propuesta de enmienda a la totalidad.
Y, sin embargo, llevamos desde 2014 consolidando un nuevo equilibrio, con dos elecciones generales seguidas y unas encuestas m¨¢s bien estables que apuntalan el multipartidismo actual. Todo ello a pesar de considerables tensiones econ¨®micas y exteriores, que han modificado sin despedazar ciertos consensos b¨¢sicos de nuestra sociedad. Adem¨¢s, todos los actores son muy conscientes del espacio que les queda, y no hay razones para pensar que el PSOE, por ejemplo, se vaya a sentir tentado de dejar (a¨²n m¨¢s) lugar a su izquierda. Incluso si ello sucediese, la posibilidad de un quinto partido-cu?a bajo el signo de una nueva izquierda no es tan descabellada, si el premio electoral es apetecible.
Ahora bien: quien, por el otro lado, espere una debacle de Podemos har¨ªa bien en no subestimar el poder del partidismo. Una vez nos ponemos una camiseta, sea del color que sea, nos resulta dif¨ªcil quit¨¢rnosla. Observemos, por ejemplo, todo lo que tuvo que suceder para que el PSOE perdiese la mitad de sus votantes, encadenando varias crisis, a lo largo de varios a?os.
As¨ª pues, ante la cuesti¨®n de d¨®nde queda el pa¨ªs tras Vistalegre II, mientras unos expresan dudas en clave italiana y otros sue?an con una gran guerra pol¨ªtica de dos frentes, los datos y la experiencia nos llevan a ser cautos y enunciar que, posiblemente, seguir¨¢ donde estaba. Al menos por ahora. Pues, en cualquier momento, uno de los muchos vaivenes que sacuden al mundo pueden dar la vuelta al peque?o ap¨¦ndice del mismo que es nuestro modesto sistema de partidos.
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