¡°Nosotras somos poco solidarias¡±
Las lesbianas piden m¨¢s compromiso para conseguir reivindicaciones que ya han alcanzado los hombres
En 1993 Mili Hern¨¢ndez abr¨ªa en Chueca la librer¨ªa Berkana. El primer negocio en el que onde¨® la bandera del arco¨ªris. El primer local de la zona con grandes ventanales. Donde no se ocultaba nada. Ni nadie. "Los libros estaba as¨ª" y Mili hace un gesto con las manos para indicar que ten¨ªan cuatro, "porque casi no hab¨ªa. Entonces tuvimos que montar una editorial".
Ese mismo a?o, Mar¨ªa Santoyo -historiadora del arte y gestora cultural- sal¨ªa del armario. "Se lo coment¨¦ a Mili en su d¨ªa. Una vez que me reconoc¨ª como lesbiana y quise buscar ¨¢mbitos donde poder relacionarme y conocer chicas lo primero que hice no fue ir de marcha, lo primero que hice fue ir a su librer¨ªa".
En 1993 naci¨® Laura Carrascosa, fot¨®grafa y estudiante de Filosof¨ªa. Pone cara de incredulidad como si lo que cuentan le pareciera una historia de hace siglos. "Ya crec¨ª con referentes en la tele. Como aquella actriz de Hospital Central". Dice que nunca sinti¨® que existieran armarios, que siempre se vio respaldada por la gente de su generaci¨®n. Aunque en su casa prefiere no hablar del asunto. "Cuando mis padres se enteraron lo primero que me preguntaron es si quer¨ªa ir al psic¨®logo. Y les dije que no".
Laura vuelve a quedarse sorprendida cuando Mili cuenta que en aquel a?o 93 todav¨ªa era una heroicidad hablar de la condici¨®n sexual. "Nosotras nos escondimos detr¨¢s del movimiento feminista, donde no nos quer¨ªan. Pero all¨ª est¨¢bamos para que no nos llamaran lesbianas. Y ese juego de la ocultaci¨®n tampoco nos benefici¨® mucho".
"Es que ha habido poco sentido de pertenencia a un colectivo donde hombres y mujeres estuvi¨¦semos incluidos. Siempre se ha hablado del colectivo de gais y lesbianas, pero en realidad era de gais y se luchaba por los derechos de los gais y las lesbianas ¨¦ramos como un peque?o ap¨¦ndice" reflexiona Mar¨ªa. Ahora coordina el proyecto Isla Ignorada, una revista en la que mujeres de distintas edades, or¨ªgenes y profesiones luchan por la visibilidad l¨¦sbica. "Nos hemos dado cuenta de que hay mucho que hacer para que la sociedad nos acepte con naturalidad y sea consciente de que es un problema de derechos civiles".
"Pero es que las lesbianas somos muy poco solidarias" interrumpe Mili. "Estamos en casita todas viviendo con una cierta tranquilidad porque en casa podemos ser lesbianas y luego podemos ir a los bares, aunque quedan cuatro". "Es vida de jubiladas" dice Mar¨ªa. "No. Es vida de burguesas", exclama Mili. "Pero salir del armario es ser solidarias. Y vivir con naturalidad".
Y aunque las tres coinciden en que los hombres lo tienen ahora m¨¢s f¨¢cil, Mili reconoce que las lesbianas pudieron vivir juntas durante los a?os de m¨¢s represi¨®n sin despertar sospechas. "Primero eran dos chicas compartiendo piso y luego dos solteronas. Y los dos chicos del quinto izquierda eran dos maricones. Nosotras no despert¨¢bamos el rechazo frontal. Pero ese ocultamiento nos ha perjudicado despu¨¦s mucho".
Mar¨ªa y Mili le explican a Laura que el verdadero punto de inflexi¨®n para todos fue la legalizaci¨®n del matrimonio homosexual. Mar¨ªa se cas¨® en 2010. Aunque sus padres ya lo hab¨ªan aceptado, tem¨ªan contarlo. Ten¨ªan que salir de su armario. "Como en el fondo somos una sociedad con grandes anclajes culturales, una boda tiene un significado simb¨®lico muy potente que lo legaliza todo. Mis padres se subieron a la cresta de la ola".
Seg¨²n Mili Hern¨¢ndez la aprobaci¨®n de aquella ley nos convirti¨® en un pa¨ªs distinto. "El World Pride se celebra en Madrid porque hemos sido uno de los pa¨ªses que m¨¢s hemos avanzado en derechos de gais y lesbianas con nuestro trabajo. Antes secuestr¨¢bamos los registros civiles para podernos casar".
Pero en lo que ya no se ponen de acuerdo es su opini¨®n sobre el Orgullo gay. Laura no recuerda los tiempos de la reivindicaci¨®n. "Ya he crecido con el orgullo este comprado por las empresas, pero no me identifico".
Tampoco se identifica Mar¨ªa. "Me resulta incluso indigno porque trasmite autocomplacencia. Si se ha despolitizado, quitemos el nombre del Orgullo gay y llam¨¦moslo Love Parade o gran fiesta del verano, pero sigamos manifest¨¢ndonos". Mili Hern¨¢ndez tiene sentimientos encontrados. Ella fue, en cierto modo, la madre del invento. Acaba de viajar de Nueva York. All¨ª comprendi¨® que la clave para implicar a la sociedad era convertir aquel d¨ªa en una fiesta en la que pudieran participar todos. ¡°Nos manifest¨¢bamos el d¨ªa 28 de junio y daba igual que fuera martes o lunes. As¨ª que llegu¨¦ a COGAM y le dije a Pedro Zerolo: Pedro, hay que cambiar el orgullo. Tiene que ser en s¨¢bado y lo tenemos que hacer m¨¢s l¨²dico y festivo para que la gente no se quede en casa pensando que somos cuatro activistas locas chillando cosas. Tenemos que poner de nuestro lado a esa gente. Y lo conseguimos y era maravilloso con manifestaciones de 30.00 y 40.000 personas¡±.
Pero ahora se lamenta de que se haya perdido el esp¨ªritu activista de los primeros tiempos. "Se nos fue de la mano el d¨ªa que una asociaci¨®n de empresarios de la noche empez¨® a controlarlo. A¨²n as¨ª, yo quiero tres millones de personas en la calle. Porque van a ayudar a gente. Si lo que estamos haciendo es ayudar a m¨ª me vale que se desnuden o se despeloten. Me da igual que tengan pluma o no. Yo les quiero a todos".
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