La dulce Neus o c¨®mo matar al mal padre
El 28 de junio de 1981 Neus Soldevilla hizo el amor con su abusivo marido y luego orquest¨® su asesinato a manos de una de sus hijas, mientras sus hermanos miraban
Neus, Barcelona, febrero del 96
?Sabes? Yo aborrezco eso de la dulce Neus. Es un mote horroro?so con el que no me identifico lo m¨¢s m¨ªnimo. A decir verdad, a ve?ces me siento como una extraterrestre. Soy una mujer de 50 a?os, de carne y hueso, como las dem¨¢s. Que sufre. que r¨ªe, que llora, que quiere ser feliz. Pero noto siempre un batall¨®n de ojos que se clavan en mi espalda. Tengo la extra?a sensaci¨®n de que soy dos personas en una: la Neus aut¨¦ntica, que lucha por vivir y por sus hijos, y la perversa Neus del sistema, la de las pel¨ªculas, la de los libros, la de la televisi¨®n. Palpo esa malicia cuando voy por la calle. No, no s¨®lo en Barcelona. Eso me pasa en Huelva, en cualquier punto de Espa??a y hasta en Am¨¦rica. Lo s¨¦: mi figura y mi historia invitan al mor?bo. Eso hace da?o. La dulce Neus... Me bautiz¨® as¨ª un periodista. Bueno, quiz¨¢ tengas raz¨®n, tal vez no lo hiciera con mala leche. Es verdad que era peor el de Mantis religiosa. La verdad es que en mi casa siempre dec¨ªan que yo era la m¨¢s dol?a [dulce en catal¨¢n] de las primas por ser la m¨¢s cari?osa de todas. Quiz¨¢ tambi¨¦n influy¨® en algo el timbre de mi voz. Pero, para ser francos, todo es muy de?safortunado. Los Soldevila, siempre ha sido y siempre ser¨¢ as¨ª, so?mos gente de bien.
Los sucesos de EL PA?S
Los reportajes y ensayos de esta veraniega serie han sido extra¨ªdos del libro Los sucesos de EL PA?S, publicado en 1996 como parte de la conmemoraci¨®n de los 20 a?os del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Hist¨®ricas firmas del peri¨®dico, como Rosa Montero, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Jes¨²s Duva desmenuzan algunos de los cr¨ªmenes que han marcado la reciente Historia de Espa?a, de la matanza de Atocha al secuestro de Melodie.
Me sobra el tiempo. Paso las horas en mi celda leyendo y escribiendo. Sobre todo escribiendo. Tengo ya buena parte de mis me?morias redactadas. Me ha ayudado bastante Neus, mi hija mayor. Ingres¨¦ en prisi¨®n en 1981 y sigo en ella. Estamos en 1996. Se dice muy pronto. Pese a los m¨¢s de 20 meses que estuve en Sudam¨¦rica tras huir durante un permiso carcelario, 13 a?os enclaustrada siguen siendo una eternidad. La verdad es que he perdido la cuenta y no s¨¦ cu¨¢nto tiempo m¨¢s durar¨¢ esta tortura. La justicia fue cruel conmi?go: me impusieron una condena de 28 a?os por inducir a mis hijos al asesinato de mi marido, Joan Vila. Nunca se ajust¨® la sentencia a la realidad. Con todo el respeto, creo que se dedicaron a recomponer un puzzle hasta que la historia les cuadr¨®, hasta que colocaron la ¨²l?tima de las piezas, hasta que tuvieron el paisaje completo. No lo ne?gar¨¦: mi casa era un infierno y est¨¢bamos aterrorizados. La convi?vencia flirteaba siempre con la tragedia. Jam¨¢s impuls¨¦ a mis hijos a que apretaran el gatillo. Fue al final Marisol, una de mis hijas pe?que?as, la que mat¨® a Joan. Ella ten¨ªa entonces 14 a?os y era muy decidida, muy espabilada. Pero yo no les convenc¨ª. Eran s¨®lo unos ni?os.
No es f¨¢cil encarar esta vida a la que no ves fin. No he podido vol?ver a sentar a mis seis hijos en torno a m¨ª. Estuve a punto de hacer?lo la ¨²ltima Navidad. Neus, la mayor, vive en Canarias y tiene ya un ni?o; los gemelos est¨¢n en Huesca; Marisol, en Andaluc¨ªa, con tres preciosos hijos; Ana se fue a Florida tras casarse con un militar. Conmigo queda Dolors, otra de las peque?as, a la que veo m¨¢s. S¨®lo conozco a mis nietos por fotograf¨ªa. Pero no de?sespero: supongo que alg¨²n d¨ªa saldr¨¦ en libertad. Rezo para que un c¨¢ncer no me visite en la recta final de mi existencia.
Atesoro un dudoso privilegio: soy quiz¨¢ la reclusa de este pa¨ªs que ha pasado m¨¢s tiempo sin ver el sol. M¨¢s de cinco a?os. Desde abril del 1989 hasta agosto del 1994. Desde el verano del a?o pasado, me per?miten ya salir los fines de semana. Ni siquiera los terroristas o los narcotraficantes han soportado un encierro tan cruel. El cielo se me abre los jueves por la noche. ?se es mi momento, el m¨¢s esperado de toda la semana. Me ilusiono como una jovencita porque al d¨ªa si?guiente saldr¨¦ de prisi¨®n. Me instalo en este piso de Barcelona, don?de viven mi hermana, mis sobrinas y Dolors, mi hija. Los s¨¢bados, en cambio, me invade la depresi¨®n. El tiempo se me acaba y me mentalizo para regresar a la celda. Es un shock muy fuerte, muy di?f¨ªcil de resistir.
No tengo demasiada relaci¨®n con mis compa?eras de c¨¢rcel. Mu?chas son chicas que han ca¨ªdo en la droga. Les tengo respeto y mu?cho cari?o, pero ya no quiero m¨¢s l¨ªos. Intento mantenerme al mar?gen. Mi ¨²nica obsesi¨®n es procurar no dar la menor excusa que pueda prolongar innecesariamente este horror. Ahora mismo tengo el tiempo justo. A las 17.00 horas debo estar en la c¨¢rcel de mujeres, en Wad-Ras. Me esmero en no llegar tarde, salgo de casa con mucha antelaci¨®n para evitar que una inoportuna aver¨ªa o un atasco im?previsto se transformen en m¨¢s d¨ªas de encierro.
Espa?a es mi pa¨ªs y Espa?a ser¨¢ mi c¨¢rcel. Cuando sea definiti?vamente libre, har¨¦ las maletas y me instalar¨¦ en el extranjero. Vol?ver¨¦ s¨®lo de visita. No s¨¦ d¨®nde residir¨¦. Quiz¨¢ me quede cerca, en Europa, pero lo m¨¢s seguro es que regrese a Sudam¨¦rica. All¨ª los es?pa?oles somos los reyes del mambo, gozamos de buen cr¨¦dito. Aho?ra, cuando puedo, me dedico a la bisuter¨ªa. Quiero abrir el mercado a otros art¨ªculos complementarios, como sombreros, cinturones ?qu¨¦ s¨¦ yo! Tengo un peque?o negocio con una clientela fija. Pero real?mente es muy dif¨ªcil gestionarlo con esta vida que llevo, tan partida en dos.
Jes¨²s J., Zaragoza, febrero del 96
Yo iba para m¨¦dico, pero no aprobaba demasiadas asignaturas.
As¨ª que mi padre me dijo un d¨ªa: ?Jes¨²s, hijo m¨ªo, es hora de que despiertes?. Yo ten¨ªa entonces 23 a?os y ¨¦l ten¨ªa raz¨®n. Decid¨ª hacer oposiciones. Se convocaban dos: o para Hacienda o para polic¨ªa. Los n¨²meros no eran lo m¨ªo y me met¨ª en lo segundo. He estado casi 30 a?os en la investigaci¨®n criminal. Nunca me gust¨® la brigada pol¨ªti?co-social. Un jefe me destin¨® a ella pese a que le advert¨ª que no me entusiasmaba, que no quer¨ªa. Ni caso. Acab¨¦ all¨ª, pero sin trabajar demasiado, sin rellenar los informes. Me castigaron con la guardia ma??ana, tarde y noche, hasta que, desesperados, me devolvieron a ho?micidios. No he salido casi nunca de la pringue [t¨¦rmino de la jerga policial que define a la polic¨ªa judicial] hasta hace dos a?os, cuando me retiraron. Soy ahora, con 58 a?os, un jubilado. Pronto nos reti?ran, ?no? Doy clases y sigo estudiando. Ahora grafolog¨ªa.
He llevado cientos de casos en mi carrera, y no lo digo por de?fraudar, pero creo que el de La dulce Neus fue uno de los m¨¢s f¨¢ci?les. No s¨¦ por qu¨¦ os interesa este caso. S¨ª, es cierto, fue una histo?ria morbosa. Pero es que muchas veces no concuerda el inter¨¦s period¨ªstico con el estrictamente criminal. Casi desde el primer d¨ªa, el caso de?La dulce Neus estaba clar¨ªsimo: intu¨ªamos que la familia era culpable. Pasa en infinidad de ocasiones: sabes qui¨¦n es el ase?sino, pero te faltan las pruebas. He conocido a muchos acusados que incluso tras quedar en libertad me han venido a ver. Eso no pas¨® ja?m¨¢s con Neus. Creo, y siento decirlo, que es una de las peores per?sonas que he conocido en mi vida.
Neus, Barcelona, febrero del 96
No s¨¦ por qu¨¦ me cas¨¦ con Joan Vila. Bueno, s¨ª lo s¨¦: fue por una apuesta ... S¨ª, como lo oyes. ?l ten¨ªa entonces 29 a?os y yo 18. Ten¨ªa una novia y le dije a una allegada m¨ªa que la dejar¨ªa. Quiz¨¢ por m¨ª. Fue as¨ª. De muy ni?a me qued¨¦ hu¨¦rfana y me fui a vivir con unos t¨ªos en Vic (Barcelona). Me trataron muy bien: recib¨ª una buena educaci¨®n en un colegio de monjas. A ellos no les gustaba Joan. Era un hombre trabajador, de una familia muy humilde, pero muy vio?lento. Una de esas personas hechas a s¨ª mismas. A m¨ª entonces me gustaban las personas mayores y luchadoras. Si te digo la verdad, creo que Joan me daba algo de l¨¢stima.
Mi marido entr¨® en casa por primera vez el 5 de agosto de 1962 y nos casamos un mes despu¨¦s, el 17 de septiembre. Fuimos de luna de miel a Valencia y all¨ª surgieron los primeros problemas. Quer¨ªa que asara un conejo en la playa y hac¨ªa mucho viento. Yo me opu?se, le dije que no se pod¨ªa, que la arena volar¨ªa. Empez¨® a gritar y me peg¨®: me hizo da?o en una oreja. Menos mal que apareci¨® una patrulla de la Guardia Civil y se calm¨®.
Tard¨¦ justo nueve meses en tener a mi hija Neus. Joan era un pa?y¨¦s, pero pusimos un bar en Vic y un d¨ªa entr¨® como un loco, muy ex?citado. Me dio miedo. No s¨¦ con qui¨¦n se hab¨ªa peleado, pero ame?naz¨® con poner un letrero que rezara: ?Prohibida la entrada a los castellanos?. y eso en plena dictadura. ?j Virgen Santa!?, pens¨¦, ?vamos a acabar todos en el calabozo?. Fui a pedir auxilio a mis pa?dres y me advirtieron: ?O te quedas con nosotros o te quedas con ¨¦l?. El ultim¨¢tum estaba ah¨ª, encima de la mesa. Ellos estaban dispues?tos a hacerse cargo de la ni?a. Era complicado acoger a una mujer separada y con una cr¨ªa en aquella ¨¦poca pero eran gente muy abierta. No s¨¦ ... Pens¨¦ en la peque?a. Y me fui con ¨¦l a Granollers, donde dej¨® el arado para meterse en la construcci¨®n.
J. J., Zaragoza, febrero del 96
El marido encarnaba, con todos mis respetos, la sabidur¨ªa del ig?norante. Proced¨ªa de una familia muy numerosa, que trabajaba la tierra de sol a sol. Gente dura, muy curtida. Era de esas personas que piensan que los dem¨¢s tienen que seguir el mismo camino que ellos. Un hombre de 47 a?os que se forj¨® a s¨ª mismo, duro, inflexi?ble. No le gustaba que sus hijos estudiaran. ?l apenas sab¨ªa leer y escribir, pero amas¨® una peque?a fortuna construyendo bloques de pisos gracias a los permisos que logr¨® en los ayuntamientos fran?quistas. Quer¨ªa que los chicos fueran como ¨¦l. Cuando se cometi¨® el crimen, su patrimonio se calculaba en unos 17 pisos y en unos 150 millones de pesetas.
Era una familia burguesa, bien situada. Ten¨ªan criada y se la lle?vaban los fines de semana a la casa de Espl¨²s, en Huesca, donde precisamente se cometi¨® el crimen. La casa era fant¨¢stica: dos plan?tas, un buen n¨²mero de hect¨¢reas de regad¨ªo. Hoy esa finca vale mu?chos millones. Puede que no menos de 70. Sin embargo, ¨¦l daba a Neus muy poco dinero para pasar la semana. Algo as¨ª como unas 10.000 pesetas. El ambiente deb¨ªa de ser muy duro. Prueba de ello es que obligaba a sus hijos a comer solos en la cocina. Pero tambi¨¦n es cierta una cosa: jam¨¢s les puso la mano encima. Era el t¨ªpico ma?cho hisp¨¢nico: presum¨ªa de su mujer, pero jam¨¢s la enga?¨®. Y eso que tuvo muchas oportunidades: cuando lleg¨® la democracia, tuvo problemas con el Ayuntamiento por razones de permisos de obras. Se radicaliz¨® y se fue a la extrema derecha. Tuvo muchos amigos de Fuerza Nueva que iban a menudo de putas a Barcelona. Joan jam¨¢s fue con ellos. En cambio, interrogamos a varios de los que fueron amantes de Neus.
Neus, Barcelona, febrero del 96
Nadie sabe lo que yo pas¨¦. Yo era una mujer agradable, bien ves?tida, bien situada, educada, pero jam¨¢s sali¨® de mi boca ni una sola palabra sobre el infierno de mi hogar. ?O sabe la gente que Joan una vez me puso la pistola en la boca? ?Y que dorm¨ªa con un arma bajo la almohada? ?O sabe c¨®mo se puso una vez cuando le ped¨ª 1.000 pe?setas para una canastilla? ? O que obligaba a los gemelos, con s¨®lo ocho a?os, a hacer pasta de cemento? ?O que imped¨ªa a los ni?os presentarse a los ex¨¢menes? Un horror. Al final, ya casi ni trabajaba.
Era un fan¨¢tico: se pasaba el d¨ªa leyendo libros de pol¨ªtica y de reli?gi¨®n. Creo que especialmente la Biblia. ?Que si yo soy religiosa? Hombre, pues lo normal, pero sin pasarme. He perdido el hilo ... S¨ª, eso: Joan iba s¨®lo los viernes a la empresa; sub¨ªa a la oficina y ni si?quiera paraba el motor del coche. ?Imagina lo que trabajaba! Me gustar¨ªa, aunque fuera s¨®lo por un instante, que alguien intentara co?locarse en mi lugar. ?Separarme? ?Pero qu¨¦ dices! ?Imposible! ?Me hubiera matado!
J. J., Zaragoza, febrero del 96
Es cierto que el ambiente deb¨ªa de ser muy f¨¦rreo. Ten¨ªa a la fa?milia muy oprimida econ¨®micamente. Ella siempre iba muy justa. Trabajaba vendiendo pisos y sinti¨® la necesidad de independencia econ¨®mica. Asumi¨® la representaci¨®n de una firma de cosm¨¦ticos y empez¨® a tocar dinero. Las cosas le fueron mejor y quiso tener m¨¢s. Creo que se compr¨® dos pisos. Empez¨® a llevar una doble vida. Se le ocurri¨® poner en pr¨¢ctica la t¨ªpica rueda de talones. Consiste en pe?dir un pr¨¦stamo de 500.000 pesetas a un amigo con el compromiso de que a los seis meses se lo reintegrar¨¢ m¨¢s el 30% de intereses. Lle?g¨® a mover 17 millones de pesetas, pero en realidad se qued¨® con po?co porque siempre ten¨ªa que devolverlo. El agujero final era de los intereses que deb¨ªa, no s¨¦ si seis o siete millones de pesetas. El gran problema que tuvo Neus fue que el c¨ªrculo de amigos se le agot¨® y ya no tuvo a quien pedir m¨¢s.
Ella no plane¨® el asesinato para cobrar el seguro que hab¨ªa fir?mado su marido. Fue por algo m¨¢s simple. Sinti¨® p¨¢nico de que Joan supiera lo que hab¨ªa hecho. No hay nada gratuito: el crimen ocurri¨® un domingo, 28 de junio, y al d¨ªa siguiente, el lunes 29, los bancos querr¨ªan saber qu¨¦ ocurr¨ªa con esa deuda. Su marido, irremedia?blemente, se iba a enterar de su despilfarro. Estaba acorralada.
Neus, Barcelona, febrero del 96
Ese fin de semana fuimos a Espl¨²s, a la finca de Huesca. Era ve?rano. ?Sabes? Neus, la mayor, de 18 a?os, ten¨ªa un examen, pero su padre no la dej¨® presentarse. Muy en su su l¨ªnea. Pero, de todas formas, en esa ¨¦poca se ensa?aba especialmente con Marisol. Ella lloraba mu?cho, ten¨ªa miedo de que yo me fuera. Joan siempre ten¨ªa que meter?se con alguien, hacerle la pu?eta a uno de los chicos. Yo incluso me puse un poco dura. Recuerdo que repet¨ªa: ??S¨®lo las prostitutas van a la universidad!?. Un asco. ?l, por la tarde, se fue a hacer la siesta al dormitorio. Dorm¨ªa siempre con una pistola bajo la almohada. Mi casa, por entonces, era un arsenal. Hab¨ªa tres escopetas y cuatro pis?tolas, por esos rollos que ten¨ªa con Fuerza Nueva. Yo le di una de las armas a Marisol para que hiciera pr¨¢cticas de tiro contra una bala de paja del jard¨ªn. Estaba con los gemelos. Prepar¨¦ las maletas pa?ra volver a Barcelona ese mismo domingo. Siempre regres¨¢bamos en dos coches: el Ford Granada y el Chrysler.
Recuerdo que yo estaba en la cocina cogiendo carne del congela?dor para llev¨¢rmela a casa. O¨ª un disparo. Pens¨¦ que proced¨ªa de la tele, de aquella serie que hac¨ªan que se llamaba La casa de la pra?dera. Cuando ¨¦l dorm¨ªa hab¨ªa que bajar el volumen, y fui a pulsar el mando. Entonces vi a los ni?os bajar corriendo por las escaleras. Por sus caras, imagin¨¦ qu¨¦ hab¨ªa ocurrido. Todos nos metimos corriendo en el coche. ?Que por qu¨¦? Es que yo cre¨ª inicialmente que era Joan quien hab¨ªa disparado y por eso huimos muertos de miedo. ?Si era como un ogro! Cuando ya hab¨ªamos avanzado bastantes kil¨®metros, le dije a la ni?a: ?Marisol, pero cari?o, ?le has dado??. Ella me dijo que cre¨ªa que s¨ª porque el flequillo de Joan hab¨ªa hecho una especie de brrfffff hacia arriba despejando la frente. Detuvimos el coche y lanzamos la pistola por la autopista. Luego me explicaron que Ma?risol subi¨® a la habitaci¨®n y les dijo a los gemelos, mayores que ella, con 17 a?os ya: ?Si no ten¨¦is cojones, yo s¨ª?.
Cuando llegamos a casa, llam¨¦ al puesto de la Guardia Civil de Bin¨¦far. Dije que pensaba que le hab¨ªa ocurrido algo a Joan, que ha?b¨ªa pasado algo malo con unos hombres que quer¨ªan algo. No s¨¦ ni qu¨¦ se me ocurri¨® para salir del paso. Me dijeron que ir¨ªan a la fin?ca. Yo cog¨ª una bolsa con ropa por si Joan la necesitaba para ir al hospital. Me acompa?¨® en el viaje el alcalde de Montmel¨®. ?Por qu¨¦ cog¨ª la ropa? Es que yo no sab¨ªa si estaba vivo o muerto. Bien es ver?dad que durante el viaje el alcalde detuvo el autom¨®vil y llam¨® por tel¨¦fono. Me parece que entonces ya le comunicaron que no hab¨ªa nada que hacer, aunque ¨¦l a m¨ª no me lo dijo.
J. J., Zaragoza, febrero del 96
Pues entonces a¨²n viv¨ªa. La agresi¨®n se cometi¨® sobre las 16.00 horas y ella llam¨® cuatro horas despu¨¦s. Joan Vila falleci¨® sobre las 23.00. Estuvo agonizando no menos de siete horas. S¨ª, fue una muer?te muy cruel. Ella llam¨® diciendo que dos hombres encapuchados hab¨ªan secuestrado a su marido y que mientras sub¨ªan las escaleras hacia el segundo piso la familia aprovech¨® para escapar. No ten¨ªa el menor sentido. Ciertamente, la historia era rocambolesca.
Neus, Barcelona, febrero del 96
Cuando llegamos a Espl¨²s, Joan ya hab¨ªa muerto. La casa esta?ba llena de guardias civiles y uno de ellos me dijo: ?Se?ora Neus, es?to es obra de profesionales y necesitaremos toda su ayuda para esclarecer el caso?. En aquel momento el cerebro me empez¨® a hervir y tom¨¦ una determinaci¨®n. Descubr¨ª que no lo sab¨ªan, que no sos?pechaban de la ni?a. Decid¨ª que jam¨¢s delatar¨ªa a Marisol. Ni pude ni quise. Normal, claro. ?C¨®mo iba a acusar a mi propia hija? [La noticia no trascendi¨® hasta 10 d¨ªas despu¨¦s. Fue un peque?o breve de 15 l¨ªneas en El Pa¨ªs titulado ?Industrial asesinado por dos enca?puchados? . ]
J. J. Zaragoza, febrero del 96
Yo asum¨ª el caso un mes despu¨¦s de ocurrido el crimen. Al princi?pio, la investigaci¨®n corri¨® a cargo de la Guardia Civil. Las diligen?cias apuntaban ya que los principales sospechosos eran los familiares. La juez, acompa?ada de la Guardia Civil, hizo una reconstrucci¨®n de c¨®mo ocurri¨® el asesinato. Relataron que hab¨ªan visto c¨®mo los enca?puchados irrump¨ªan en la casa. Dijeron que los vieron entrar, pero tal y como estaban sentados era imposible. Los cristales eran ahumados. No hab¨ªa duda. Luego hubo otra cosa m¨¢s: cuatro d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Joan, se registr¨® una llamada en un peri¨®dico de Arag¨®n para reivindicar el atentado en nombre de los GRAPO. La voz que habl¨® ten¨ªa un marcado acento sudamericano. Neus se ve¨ªa entonces con un hombre de all¨ª. Empezamos a atar cabos.
Neus, Barcelona, febrero del 96
No es verdad. Jam¨¢s sospecharon de la familia. Estuvieron a pun?to de dar carpetazo al caso. Joan ten¨ªa muchos enemigos: dijeron que hab¨ªan encontrado a m¨¢s de 200 personas con m¨®viles suficientes para matarlo. S¨®lo mi marido sab¨ªa las turbias relaciones que ten¨ªa con la extrema derecha.
J. J. Zaragoza, febrero del 96
Eso de las 200 personas es un cuento, aunque es cierto que ¨¦l es?taba muy obsesionado por su seguridad y por eso ten¨ªa tantas armas en casa. Las cosas no le iban demasiado bien y me da la impresi¨®n de que quer¨ªa enfocar su vida hacia la casa de Espl¨²s.
Pero la criminolog¨ªa est¨¢ para algo. Es una ciencia que sigue una regla de oro: siempre hay un antes del crimen, un durante y un des?pu¨¦s. T¨² puedes pactar con los afectados qu¨¦ has hecho en los dos primeros tiempos, pero no lo que ocurre tras el asesinato. ?Por qu¨¦? Pues porque es imposible obviar su existencia. No ignoras que has matado a alguien, sabes lo que ha ocurrido. El comportamiento del ser humano cambia indefectiblemente. Siempre pasa igual. La men?te dif¨ªcilmente logra actuar con la misma naturalidad. El asesinato sigue ah¨ª presente y lo condiciona todo. Y eso es lo que ocurri¨® con uno de los gemelos. Dijo que el domingo, tras regresar de Huesca, se fue a ver a un amigo, con quien charl¨® de motos, chicas y cosas de su edad. Buscamos a ese joven y, efectivamente, la conversaci¨®n era cierta. Pero, curiosamente, el gemelo no le cont¨® nada de lo del se?cuestro de su padre. Eso es imposible ocultarlo. ?C¨®mo un chico de 16 a?os esconde a su mejor amigo que su madre est¨¢ denunciando ante la Guardia Civil algo atroz que le ha ocurrido a su marido? Na?da. No hab¨ªa duda: la versi¨®n de los encapuchados era falsa.
Investigamos durante dos meses, en los que ella fue pagando ca?prichos a sus hijos. Ella se compr¨® un coche y les regal¨® nuevas mo?tos. Nosotros fuimos estrechando el c¨ªrculo, conocimos la doble vida de Neus y dimos con su problema de dinero. ?sa fue la pista defini?tiva. Curiosamente, In¨¦s Carazo, la criada, hab¨ªa participado en la rueda del tal¨®n y Neus le deb¨ªa una cantidad. In¨¦s mont¨® un cirio en el banco: quer¨ªa recuperar su dinero. Vimos que ten¨ªamos el hilo, pe?ro necesit¨¢bamos pruebas y no las encontr¨¢bamos. Sab¨ªamos que In¨¦s Carazo estaba al corriente. Ten¨ªa en Barcelona un ¨²nico hijo, estudiante de Medicina, por el que habr¨ªa dado la vida. Fuimos a ver al chico a la universidad y le sugerimos que su madre deb¨ªa hablar. Por la cara que puso el muchacho, estoy convencido de que sab¨ªa qu¨¦ hab¨ªa pasado en la finca. La criada no tard¨® en confesar. Dijo que Neus hab¨ªa embrujado a toda la familia, explic¨® lo de los pla?nes, lo de la instigaci¨®n al asesinato.
Los detuvimos a mediados de octubre, menos de cuatro meses despu¨¦s del crimen. Es horroroso arrestar a ni?os. Eso s¨®lo lo sabe quien ha tenido hijos. Fuimos a buscarlos. Neus estaba cada d¨ªa peor: m¨¢s delgada, m¨¢s p¨¢lida. Cuando la arrestamos estaba poni¨¦ndose unas inyecciones. Nos los llevamos a todos: a la madre, a Neus, a los gemelos, a Marisol y a la criada. Las dos ni?as peque?as, Ana y Do?lors, se quedaron a cargo de una vecina. En las declaraciones, sali¨® que una de ellas, mientras se estaban deshaciendo del padre, lleg¨® a decir: ??Pero cu¨¢nto tardan en matar a pap¨¢!?.
Neus, Barcelona, febrero del 96
Lo peor fue cuando me separaron de mis hijos. Fue como si me arrancaran el coraz¨®n. Pero te dir¨¦ algo: para m¨ª, entrar en el cala?bozo me supuso una profunda liberaci¨®n. Qu¨¦ cosas: entre rejas me sent¨ª libre por primera vez en mucho tiempo. La familia de mi ma?rido se port¨® fatal. Uno de sus hermanos, el mismo d¨ªa del arresto, vino a mi casa a pedirme la mitad del dinero que ten¨ªamos. Sin co?mentarios...
J. J., Zaragoza, febrero del 96
Neus lo neg¨® todo en Jefatura. Ella no sab¨ªa que In¨¦s Carazo ha?b¨ªa cantado y yo tampoco quer¨ªa dec¨ªrselo. Un interrogatorio es un poco eso: tirar de la cuerda, tensarla, medir las palabras que dices hasta que la otra parte cae. Neus no cay¨®. Fr¨ªa, calculadora, se con?tuvo. Pero los ni?os no dejan de comportarse como tales. Pensaron que su madre ya hab¨ªa confesado. Primero interrogamos a Marisol y lo explic¨® todo con pelos y se?ales, sin el menor remordimiento. La ni?a cont¨® que sus padres se acostaron ¨Chicieron el amor ¨C y luego a ¨¦l le dieron un valium que le provoc¨® un profundo sue?o. Los cinco presenciaron el crimen. La madre tom¨® la pistola. Neus, la hija ma?yor, quiso mantenerse al margen; los gemelos tampoco tuvieron va?lor. Marisol s¨ª. Fue cuando dijo la frase famosa de los cojones... Aho?ra pienso que deb¨ªa de estar algo trastornada por todo lo ocurrido. Era una ni?a poco responsable. Hubo algo que me removi¨® el est¨®?mago. Tras uno de los interrogatorios, dijo, refiri¨¦ndose a un polic¨ªa: ?Mam¨¢, ?verdad que este se?or se parece a pap¨¢??. Todo qued¨® atado. Los gemelos, unos chicos educad¨ªsimos y muy agradables, nos acompa?aron a la autopista, al lugar donde hab¨ªan enterrado la pis?tola. La encontramos gracias a un detector de metales de un aficio?nado a monedas antiguas en un descampado paralelo a la autopista entre Zaragoza y Barcelona. Poco m¨¢s.
El juicio contra Neus Soldevila, la criada y sus cuatro hijos se ce?lebr¨® en mayo de 1982, en la Audiencia Provincial de Huesca, en medio de una enorme expectaci¨®n. La familia no tuvo excesiva suer?te con el fiscal del caso. Tiene fama de ser uno de los m¨¢s duros de la carrera. El fiscal pidi¨® m¨¢s de 100 a?os para la familia. Marisol neg¨® haber matado a su padre y dijo que su madre le pidi¨® que con?fesara el asesinato para que, al ser menor de edad, el castigo queda?ra impune. El tribunal fue implacable: Neus Soldevila fue condena?da a 28 a?os de prisi¨®n como coautora de un delito de parricidio; Neus, la hija mayor, fue castigada por un delito de complicidad en el parricidio a 26 a?os de c¨¢rcel, y a 10 y 11 a?os de prisi¨®n los dos gemelos por el mismo motivo. ?El fallo me pareci¨® dur¨ªsimo para los hijos?, subraya Jes¨²s J., el hombre que dirigi¨® la investigaci¨®n. El Tribunal Supremo, un a?o despu¨¦s, confirm¨® el veredicto de la Au?diencia de Huesca, excepto en el caso de la hija mayor, a la que se consider¨® s¨®lo c¨®mplice. Sus 26 a?os de prisi¨®n se redujeron a 12. La actuaci¨®n de Neus la calific¨® de ?prolongada y refinada labor de ins?tigaci¨®n o inducci¨®n sobre sus hijos que queda demostrada por ser ella la que sugiri¨® la idea de deshacerse del jefe de la familia pre?textando que as¨ª estar¨ªa m¨¢s libre y m¨¢s unida?.
Neus, Barcelona, febrero del 96
No fue as¨ª: lo acato, pero no es real. Jam¨¢s hubo ning¨²n plan, no se program¨® nada. Cuando te tienen aterrorizado hay d¨ªas que puedes decir ?cortaremos los frenos del coche? o ?lo haremos con ¨¦ter?. Eso se explic¨® en el juicio. Eran comentarios reales, hechos en mo?mentos de extremo nerviosismo, pero sin la menor intenci¨®n de eje?cutados. Si los unes y les das una l¨ªnea de continuidad, puede pare?cer que est¨¦ todo estudiado. Neus [la hija mayor], en la vista, lleg¨® a decir que prefer¨ªa vivir un mont¨®n de a?os en el calabozo antes que seguir conviviendo con su padre. ?O es que de eso nadie se acuerda?
Sigo teniendo una excelente relaci¨®n con todos mis hijos. Tam?bi¨¦n con Marisol. Ella, tras el asesinato, estuvo viviendo con fami?liares de mi marido y la pusieron en contra m¨ªa. Una vez vino a ver?me y me pidi¨® una cantidad para independizarse; no la dej¨¦. Le advert¨ª que tendr¨ªa todo el dinero que quisiera para estudiar, para comida y para ropa, pero no para vivir sola. Tambi¨¦n me visit¨® en la c¨¢rcel una monja del colegio que me amenaz¨® reclam¨¢ndome di?nero. Marisol ha sufrido mucho en su vida.
El Supremo confirm¨® este suplicio, pero afortunadamente me concedieron en 1986 el r¨¦gimen abierto. S¨®lo ten¨ªa que ir a dormir a prisi¨®n. En s¨®lo ocho meses volv¨ª a levantar la familia: abr¨ª un ta?ller, me mov¨ª con los bancos, segu¨ª con el negocio de los pisos. En mi ca?sa ten¨ªa servicio para que se hicieran cargo de las dos ni?as peque??as. Todo, m¨¢s o menos, funcionaba. Regresaba a la vida y lleg¨® el mazazo. Me denegaron el r¨¦gimen abierto y me enviaron a la ruina. No lo pens¨¦ dos veces: cog¨ª a las peque?as, me met¨ª en un coche y me escap¨¦. Vamos a ver: no era una fuga normal, era una huida pa?ra sobrevivir, para escapar de este infierno. Me te?¨ª el pelo para que no me reconocieran y me fui a Colombia. Despu¨¦s a Ecuador. Todo fue muy bien. Me met¨ª en el negocio de las piedras preciosas y estu?ve all¨ª viviendo 19 meses perfectamente.
Abogados y periodistas me tendieron una trampa y aqu¨ª estoy. No se trataba de que yo hubiera delinquido con el tr¨¢fico de bisuter¨ªa. No me sent¨ªa bien en Sudam¨¦rica. Ten¨ªa lejos a mis hijos. Mi familia estaba al otro lado del Atl¨¢ntico y la echaba de menos. Quer¨ªa sen?tirlos cerca. Hasta los polic¨ªas ecuatorianos se prestaron a ser sobor?nados, pero yo me negu¨¦. Deseaba estar otra vez en casa y regres¨¦ a Espa?a. Y aqu¨ª estoy.
J. J., Zaragoza, febrero del 96
No pens¨¦ nada cuando ella escap¨® de Espa?a. No era mi caso. In?tento archivar las historias. De verdad. ?Qu¨¦ hacen los hijos ahora?
Neus, Barcelona, febrero del 96
Es mucho tiempo casi seis a?os sin salir a la calle. Ni siquiera me llegaron a juzgar por quebrantamiento de condena porque ese deli?to no existe en Ecuador. Me extraditaron a cambio del subgoberna?dor del banco de ese pa¨ªs, Juan Manuel Fornell, que estaba en Es?pa?a. Mi caso est¨¢ en Estrasburgo pero no tengo demasiadas esperanzas. Me he sentido humillada y maltratada por el sistema. Recelo de todo el mundo. Conf¨ªo en no necesitar nunca m¨¢s los ser?vicios de un letrado. Quiero tranquilidad y que nadie se meta con mis hijos. Sobre todas las cosas pido eso.
La dulce Neus. Todo es repugnante. Hasta hicieron una pel¨ªcula bochornosa en la que se explicaba c¨®mo hab¨ªamos matado a Joan. Presentamos una denuncia y el juez orden¨® prohibir su difusi¨®n. Uno de mis chicos vio en un videoclub una cinta del filme, la alqui?l¨® y ya no la devolvi¨®. Hizo bien. No dejo de ser una prisionera de esta industria carcelaria. No, no creo que est¨¦ pagando el haber im?plicado a mi familia en el asesinato de Joan porque, sencilla y lla?namente, no lo hice. S¨ª, ya s¨¦ que hay muchos maridos o mujeres que han matado a sus c¨®nyuges o viceversa. Pero eso no se pena co?mo un simple homicidio, es un parricidio y se castiga m¨¢s. Todo es m¨¢s retorcido. Soy una especie de cabeza de turco del sistema.
De todas formas, eso es verdad: mi vida jam¨¢s hubiera sido tan excitante. He tenido la suerte de vivir grandes aventuras. ?Pobre de m¨ª! Ni so?ando habr¨ªa imaginado protagonizar tantas cosas. ?Sabes que incluso los jueces en Ecuador escrib¨ªan mi nombre en las dili?gencias como el de La dulce Neus? Hay an¨¦cdotas e historias diver?tid¨ªsimas. ?Sabes por ejemplo que hay ni?as bautizadas en Sudam¨¦rica con mi apodo y mi nombre? O sea que se llaman Dulce Neus. Yo soy un personaje muy famoso. Me han escrito cartas gente de pri?mera l¨ªnea de todo el mundo. Y con todo lo que he vivido, con todo lo que he pasado, cuando oigo a dos mujeres de mi edad comentan?do cosas dom¨¦sticas, de la comida o de la ropa, o por ejemplo ha?blando de eso que dices, de c¨®mo se plancha una camisa, yo me pre?gunto: ?Pero ?de qu¨¦ pu?etas est¨¢n hablando??.
Qu¨¦ fue de la Dulce Neus
En la entrevista "Morir¨¦ con las botas puestas", publicada en 2012, Neus Soldevilla, que cumpli¨® su condena en 2012, explica que dedica su tiempo a escribir y que no tiene contacto con sus hijos. Este relato est¨¢ basado en dos entrevistas realizadas tanto a Soldevilla como al guardia civil que practic¨® su detenci¨®n.
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