Para escuchar a Joan Manuel Serrat
Sabadell se asoma al abismo de la estupidez por plantear borrar a Machado
Ahora han querido barrer a Antonio Machado. No estaba en el p¨®ster de la CUP, pero no importa. Lo pusieron un rato en la basura. El alcalde, de la CUP, precisamente, lo salva de la quema, pues quema es, ante el esc¨¢ndalo habido. Pero ah¨ª queda, en suspenso, acusado de ser anticatal¨¢n, el pobre viejo. El alcalde lo salva, pero deja la espada puesta: lo que hay que hacer, dice, es eliminar fascistas. Lo tiene f¨¢cil: su historiador de plantilla tiene una lista de indeseables en el nomencl¨¢tor de la ciudad, desde Goya a G¨®ngora y Quevedo ?pasando por Tenerife y Uruguay y Colombia!, pues que se han cre¨ªdo esos territorios, aquellos pistoleros de la pintura o del verso, aquellos malhechores que tan mal le hicieron a Sabadell.
En cuanto a Machado, no hac¨ªa falta tanta fuerza, nada, un soplo pod¨ªa acabar con ¨¦l cuando cruzaba Catalu?a hacia el exilio que fue muerte. Ahora le tocaba a Sabadell darle otra vez el empujoncito, hacerlo basura anticatalanista en Catalu?a. Por tres gramos de verso, a la basura. La historia es as¨ª, ¨¦l lo escribi¨®, una de las dos Espa?as ha de helarte el coraz¨®n. Esta vez la otra Espa?a es Sabadell, se asocia a aquel fascismo que decidi¨® que hab¨ªa buenos y malos, y entre los malos estaba Antonio Machado. ?Y Goya, y Tenerife!Tanto barrer y han ido a dar con don Antonio. Cuando no se pod¨ªa, de Catalu?a salieron a Colliure, a velar su sombra, Barral, Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo, Caballero Bonald, ?ngel Gonz¨¢lez, Costafreda, Valente, Blas de Otero, Gil de Biedma, esos parafacistas¡
Entre las devociones que juntaron a Espa?a (y a Catalu?a), Machado fue el presidente de la l¨ªrica republicana que qued¨® pendiente de un hilo cuando decir Rep¨²blica era un susurro con el que se atrev¨ªan los poetas. Y si siguen barriendo encontrar¨¢n perlas propias, y sentir¨¢n verg¨¹enza de lo que hace la escoba actual contra el pasado. Hallar¨¢n incluso a Espriu, y se llevar¨¢n por delante a Pla (al que nunca aguantaron mucho), y a los Maragall, y se quedar¨¢n solos con la quejumbre de la patria como si ¨¦sta fuera la mortaja ideal para una idea.
Atravesar la memoria de Machado (y a Goya, tan espa?olazo, y a Riego el del Himno, ?y a Albarrac¨ªn!) )con esta daga chiquita de la patria chica es una m¨¢s de las arbitrariedades que nos depara este verano final de la tristeza. La tristeza es una palabra cuyo contenido se hace con estas mezquindades que tratan de derribar los nombres grandes de los que hicieron m¨¢s po¨¦tica, menos dura, la derrota a la que el fascismo someti¨® a hombres humildes como el maestro que se fue andando a Colliure, ya helado.
Don Antonio, en fin. Cuando no ten¨ªamos que cantar sobre el futuro, estaba Machado en la clandestinidad universitaria, en Catalu?a, en Canarias, en Andaluc¨ªa, en toda Espa?a, seguramente en el exilio espa?ol (y catal¨¢n) de M¨¦xico (que lo salva el historiador, lo salva el alcalde) y de Uruguay y de Colombia, esos pa¨ªses seguramente traicioneros como Tenerife. Y luego fue Machado protagonista de las calles y de las plazas, de las rotondas y de las flores, y aquellos catalanes que fueron a Colliure a celebrarlo fueron los que abrieron el camino para que cayera sobre el poeta la luz que lo hizo de todos.
Borrar, barrer. Sabadell se asoma al abismo de la estupidez, empujada la ciudad, sus habitantes, a ser c¨®mplices de una devastaci¨®n moral que no se merece Catalu?a. ?Y qu¨¦ hacemos ahora?, podr¨ªa preguntarse, ?c¨®mo aliviarnos de esta nueva barrida moral contra la poes¨ªa del entendimiento? Para aliviar el disgusto, es decir, la falta de gusto, esta propuesta: escuchar a Joan Manuel Serrat cantando a Machado. ?l lo cant¨® desde Catalu?a y por todos nosotros, y hasta Uruguay y Colombia y Tenerife lleg¨® Machado por Serrat, catal¨¢n y n¨ªtido como el Mediterr¨¢neo
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