La enigm¨¢tica tradici¨®n perdida que se ha convertido en emblema de Vejer
La localidad gaditana mantiene el uso de un traje castellano que solo deja al descubierto un ojo y que muchos confunden con un burka
El ojo emerge del manto negro como ¨²nica y luminosa referencia de la que se oculta. ¡°Punza y penetra¡±, lleg¨® a escribir el c¨¦lebre viajero Richard Ford en 1845. No le falta raz¨®n. En la t¨®rrida tarde de agosto, la enigm¨¢tica cobijada posa envuelta, en su absoluta oscuridad, ante un fulgurante y blanco callej¨®n de Vejer de la Frontera (C¨¢diz). Un turista se topa con la escena. Apresurado saca el m¨®vil y dispara fotos sin piedad, antes de perderse por la esquina satisfecho por su hallazgo. Andrea Vallejo se desprende de su manto de cobijada mayor y se hace la luz. A sus 18 a?os no oculta ¡°el enorme orgullo¡± que le produce vestir este traje t¨ªpico, convertido hoy en santo y se?a de un pueblo que pelea por conservarlo como parte de su genuina imagen.
Muchos creen err¨®neamente que el traje de cobijada o tapada de Vejer es una suerte de burka, heredado del pasado isl¨¢mico del pueblo. As¨ª lo atribuyeron y contaron viajeros rom¨¢nticos como el propio Ford o reputados fot¨®grafos como Jean Laurent, Kurt Hielscher u Ortiz Echag¨¹e. No les faltaban motivos para caer en tal confusi¨®n. Cuando la cobijada vejeriega se tapa con su manto negro, a juego con el color de saya, se convierte en una figura de la que solo se advierte uno de sus ojos. Hasta en su filosof¨ªa pueden trazarse similitudes. ¡°La tapada es austera por fuera y rica por dentro, como le ocurre a nuestros patios andaluces¡±, reconoce Juan Begines, jefe de Protocolo del Ayuntamiento de Vejer.
Sin embargo, el origen de esta prenda que cubre a la mujer es posterior a la presencia musulmana. Se remonta a los siglos XVII y XVIII y, en ese entonces, no era patrimonio exclusivo de las vejeriegas. ¡°Esta manera tan particular de cubrirse la cabeza fue una costumbre arraigada en los reinos peninsulares. Poco o nada tiene que ver con el mundo musulm¨¢n, ni siquiera las prendas de ambas indumentarias [por el burka] usan patrones similares¡±, explica Juan Jes¨²s Cantillo, doctor en Historia y director del Museo de Costumbres y Tradiciones de Vejer.
El traje de la cobijada segu¨ªa el modelo castellano de manto y saya que, incluso, lleg¨® al continente americano donde evolucion¨® hacia otros modelos de trajes, como la tapada lime?a. Con ¨¦l se vest¨ªan y cubr¨ªan las mujeres, con independencia de su estatus social, para sus quehaceres diarios en la calle, como explica la historiadora del Museo Nacional del Traje Irene Seco, autora del art¨ªculo ¡®Por tu capricho te pusiste el manto¡¯. Las dos prendas est¨¢n confeccionadas en lana merina negra y se atan fruncidas a la cintura. Cuando la mujer se descubre, la toca cae sobre la parte trasera de la falda y deja al descubierto su forro de raso blanco. Es entonces cuando tambi¨¦n queda a la vista una camisa del mismo color que completa el traje junto a las enaguas. Justo esta camisa -o mejor dicho, la pomposidad y cantidad de encajes que llevaba en el pasado- es la ¨²nica que permit¨ªa ¡°distinguir la condici¨®n econ¨®mica y social de la portadora¡±, seg¨²n Cantillo.
La madre de Andrea, Leonor Guti¨¦rrez, se conoce bien cada entretela del traje de cobijada. Ella misma ha confeccionado a mano el de su hija, en el que se le han ido cuatro metros y medio de terciopelo negro para la saya y el manto y m¨¢s de 12 metros de tiras bordadas para la camisa, como reconoce orgullosa. Cuando designaron a su hija como cobijada mayor de este 2017, durante las fiestas en honor de la patrona de la Virgen de la Oliva del pasado 15 de agosto, Guti¨¦rrez sab¨ªa c¨®mo ten¨ªa que realizarlo gracias a la tradici¨®n oral. Y eso que el traje ha pasado d¨¦cadas de decaimiento y a punto estuvo de desaparecer.
¡°El hecho de que esto fuese un pueblo castellano de la baja Andaluc¨ªa que se mantuvo aislado favoreci¨® que el uso del cobijado se conservase¡±, reconoce Begines. Tanto fue as¨ª que, en Vejer y Tarifa (all¨ª con el nombre de tapada), el traje ¡°se convirti¨® a lo largo de los siglos XIX y XX en una se?a de identidad local y de referente a la tradici¨®n, en buena parte, a trav¨¦s del tamiz de los viajeros rom¨¢nticos¡±, como apunta Seco. Pero el halo de misterio que conlleva la toca, hizo que la Rep¨²blica lo prohibiese en 1936 ya que ¡°pod¨ªa enmascarar delitos¡±, como explica Cantillo.
Cuando, en la d¨¦cada de los 40, se quiso recuperar ya era tarde. La posguerra oblig¨® a reconvertir las piezas en mantas, colchas y otras prendas. Hoy solo se conserva uno anterior a 1936, en el Museo Nacional del Traje de Madrid. Sin embargo, Vejer sigui¨® ligado afectivamente a la pieza, como reconoce Begines: ¡°Yo, con 64 a?os, he vivido cuando a las se?oras mayores les daba pudor salir a la calle sin su cobijado, por lo que se cubr¨ªan con un pa?ol¨®n¡±.
La localidad gaditana podr¨ªa haber dejado perder la prenda castellana, pero con la llegada de la democracia, en los a?os 70, le dio un giro de tuerca, lo convirti¨® en su traje t¨ªpico. Como a¨²n as¨ª era dif¨ªcil fomentar su uso, en los 90, lo vincul¨® a la reina y damas de las fiestas en honor de la Oliva, que pasaron a ser cobijada mayor y de honor, respectivamente. Con el reciente despunte de Vejer como destino viajero de moda, el Ayuntamiento ha convertido la figura de la cobijada en un emblema se?ero de la localidad: tiene una escultura (tan enigm¨¢tica como las de carne y hueso) junto a las murallas de la ciudad; otra a la entrada del pueblo y los establecimientos emplean su nombre o silueta como reclamo comercial.
Tambi¨¦n es objeto de codiciado deseo entre las ni?as y adultas que quieren representar a su pueblo en las fiestas y diversos actos institucionales durante todo el a?o. Tras ese tiempo, las siete seleccionadas en la categor¨ªa adulta e infantil guardan el traje con celo y orgullo. As¨ª lo har¨¢ Andrea, que ya fue cobijada de honor cuando era ni?a y ahora vuelve a vestirse como adulta. En septiembre, se marchar¨¢ fuera a estudiar Psicolog¨ªa y ten¨ªa claro que este verano ten¨ªa que quitarse la espinita de repetir: ¡°Soy muy del pueblo, me gusta su historia y sus tradiciones. Me present¨¦ como despedida de Vejer y me han acabado eligiendo como cobijada mayor. No puedo estar m¨¢s contenta¡±.
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