El desenfrenado culebr¨®n brasile?o de El Dioni
El guardia jurado venido a menos que en 1989 se llev¨® 300 millones de pesetas del furg¨®n de seguridad que custodiaba lleg¨® hasta Brasil tratando de emular la vida de lujo de su ¨ªdolo Julio Iglesias
De todo lo que ha contado Dionisio Rodr¨ªguez Mart¨ªn a quien ha querido o tenido que escucharle s¨®lo hay una afirmaci¨®n que puede ser considerada absolutamente verdadera: le gusta Julio Iglesias. Lo dem¨¢s no hay por d¨®nde cogerlo: una mezcla constante de medias verdades y falsedades totales. Si alguien intentara relatar los hechos en los que in?tervino sobre la base de lo que ¨¦l confiesa, acabar¨ªa paralizado por la perplejidad. No cuadran ni las horas y el baile de nombres es constan?te. Recuerda a uno de esos culebrones malos, m¨¢s que malos, p¨¦simos, en los que los personajes aparecen y desaparecen sin motivo alguno.
Hay, desde luego, hechos fuera de duda. A saber:
¡ª?Dionisio Rodr¨ªguez Mart¨ªn, Dioni, nacido en Madrid el 31 de octubre de 1949, se llev¨® un furg¨®n blindado de la empresa de segu?ridad Candi, en el que hab¨ªa unos 320 millones de pesetas. Dej¨® una parte y se hizo con 298 millones de pesetas (1,8 millones de euros), antes de huir a Brasil, donde fue detenido y extraditado a Espa?a. Tras su detenci¨®n con algunos c¨®mplices, la polic¨ªa logr¨® encontrar en un piso de Madrid la mitad aproximada del bot¨ªn. Los jueces le impusieron una pena ligera?mente inferior a cuatro a?os, que no lleg¨® a cumplir ¨ªntegra. Hoy anda por la calle tras haber tenido sus minutos de fama, grabado un disco, haber sido entrevistado en las televisiones y dedicarse a otras actividades de dudoso inter¨¦s.
El resto, como relataban los jueces de la Audiencia de Madrid que le impusieron la condena, luego refrendada por el Tribunal Supre?mo, es pura nebulosa.
? El Tribunal reconoce humildemente su desconocimiento de mu?chos de los hechos que se produjeron en la tarde del d¨ªa 28 de julio de 1989 y en d¨ªas posteriores [ ... ], si el delito fue planificado cuida?dosamente o relativamente improvisado.
? El Tribunal desconoce igualmente si Dionisio Rodr¨ªguez fue au?xiliado por terceras personas en el traslado del importe sustra¨ªdo des?de el furg¨®n a otro autom¨®vil.
? Desconoce el lugar de la entrega y la cantidad que Dionisio entreg¨® a Miguel ?ngel Due?as [...].
? No sabe lo que significa "para Marcelo 5k".
? Desconoce la forma de ausentarse de Dionisio de Espa?a.
? Ignora el lugar en que se confeccion¨® el pasaporte falso.
? Ignora cu¨¢nto dinero llev¨® Dionisio a Brasil.
? Desconoce por qu¨¦ raz¨®n Dionisio lleva su autom¨®vil a Barajas y si es por una cita, por un primer impulso de huida o con ¨¢nimo de dejar una pista falsa.
? Ignora, en fin, qu¨¦ ha sido del dinero que falta y que asciende a 140.783.000 pesetas.?
Hasta aqu¨ª pocas certezas y muchos interrogantes. De ello habr¨¢ que hablar.
C¨®mo empez¨® todo
Dioni dice que todo empez¨® el 28 de julio de 1989, d¨ªa en que se llev¨® el furg¨®n, pretende que espont¨¢neamente. Era un viernes ve?raniego y caluroso. Ese viernes, seg¨²n sabe bien un psiquiatra que declar¨® en el juicio a propuesta de la defensa, Dioni iba, m¨¢s que tenso, como loco. No es que el declarante lo hubiera visto ese d¨ªa, no. Pero es bien sabido que el car¨¢cter de ciencia exacta de la psiquiatr¨ªa le permite tanto predecir comportamientos, sin m¨¢rgenes de du?da, como describir sensaciones pasadas con apenas mirar a los ojos del sujeto en cuesti¨®n. Y, a veces, ni falta hace ver al tipo. As¨ª es la ciencia, esa ciencia de las almas.
Los sucesos de EL PA?S
Los reportajes y ensayos de esta veraniega serie han sido extra¨ªdos del libro Los sucesos de EL PA?S, publicado en 1996 como parte de la conmemoraci¨®n de los 20 a?os del diario, lanzado el 4 de mayo de 1976. Hist¨®ricas firmas del peri¨®dico, como Rosa Montero, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Jes¨²s Duva desmenuzan algunos de los cr¨ªmenes que han marcado la reciente Historia de Espa?a, de la matanza de Atocha al crimen de los Marqueses de Urquijo.
Pues el caso es que en la tarde de autos, Dioni, enloquecido, se enfrent¨® a uno de los jefes de la empresa Candi porque hab¨ªa sido degradado. Los motivos de tal degradaci¨®n est¨¢n bien claros en su propia autobiograf¨ªa (El Dioni: Palabra de ladr¨®n. Con la colabora?ci¨®n de Jordi Cordon y Mariano S¨¢nchez Soler. Prensa 7, Martorell, 1994), a la que luego se har¨¢n m¨¢s referencias:
"Trataron de quitarme la dignidad y el orgullo. Y todo por de?fender el buen nombre de la empresa".
Adem¨¢s de defender el buen nombre de la empresa, labor ¨ªmpro?ba donde las haya, como experiment¨® Dioni en carne propia, al hom?bre le ?hab¨ªan rebajado de sueldo y categor¨ªa profesional? y pas¨® ?a ganar alrededor de cien mil pesetas, cuando como guar?daespaldas cobraba hasta 180.000 pesetas?. Pero a ¨¦l no le dol¨ªa tan?to lo econ¨®mico como el honor empresarial.
Dioni, que antes hab¨ªa sido representante de charcuter¨ªa y de pa?peler¨ªa, llevaba a?os en la empresa de seguridad Candi. Casi diez. En ese tiempo fue escolta de mucha gente. ?l cita a Fernando Castedo, que fue director general de RTVE con VCD y luego se incorpor¨® al CDS; a Miguel Mar¨ªn, director general de CEPSA; al banquero Al?fonso Fierro, a diversos miembros del consejo de administraci¨®n de Banco Central y a dos directores generales de la ONCE: Antonio Mos?quete, que muri¨® al caer por el hueco de un ascensor, y Miguel Du?r¨¢n, que luego se convertir¨ªa en contertulio de Tele 5.
El motivo de que diera con sus huesos en un blindado fue una discusi¨®n a voz en grito en una cafeter¨ªa de la calle Diego de Le¨®n. Discusi¨®n en la que ¨¦l no tom¨® parte. Los que gritaban eran dos di?rectivos de Candi. Uno de ellos poco menos que amenazaba con irse de la lengua y explicar que la empresa se dedicaba a importar ile?galmente oro de M¨¦xico, oro que entraba en maletas por la aduana ?sin problemas?. Dioni trat¨® de imponer silencio al tipo que gritaba tales cosas, sin que cuando lo cuenta deje claro si lo hizo por creer que se trataba de una calumnia o porque son cosas que no conviene aventar, aunque puedan ser ciertas. Y menos a¨²n, en el caso de que lo sean. Y el premio a sus desvelos fue el blindado. Lo que, a la postre, le dar¨ªa sus mejores d¨ªas de gloria.
Previamente a la ignominia tuvo un peque?o altercado. Lo tuvo con Jos¨¦ Stojan, un colombiano que trabajaba en Candi. Stojan fue, precisamente, quien cont¨® a quien quiso o¨ªdo que Candi se dedica?ba al contrabando de oro. Se call¨® porque Dioni se lo impuso, pero los hechos y las voces debieron de trascender y poco despu¨¦s fue des?pedido de la empresa. Stojan era, a decir de Dioni, alcoh¨®lico. Se de?sayunaba vodka con naranja y permanec¨ªa ?en estado et¨ªlico per?manente?. Como damnificado de Candi, la compa?¨ªa sospech¨® de ¨¦l, dice Dioni, tras la desaparici¨®n del furg¨®n. Pero no. Resultaba im?posible que fuera c¨®mplice del Dioni porque entre ambos hubo m¨¢s que palabras.
Fue una noche, en la discoteca madrile?a Retro, a la que Dioni iba tanto o m¨¢s que al pub Adam's Appel. As¨ª lo cuenta Dioni: "Cuando parec¨ªa que se iba a marchar, de una forma cobarde y trai?cionera me rompi¨® un vaso en la cabeza. Mi peluqu¨ªn cay¨® al suelo, mis gafas Rayban volaron por los aires y un hilillo de sangre discu?rri¨® por mi frente". La traici¨®n era doble: no s¨®lo le golpe¨® sin previo aviso sino que, adem¨¢s, se trataba de una encerro?na. Al poco apareci¨® la polic¨ªa para descubrir que el agredido iba ar?mado. Alguien declar¨® que Dioni hab¨ªa sacado el rev¨®lver. ?l jura que no. El resultado fue un juicio de faltas y su pase a blindados por ?defender el buen nombre de la empresa?. La discusi¨®n con Stojan fue en mayo.
A principio de junio, al reincorporarse a la empresa tras unos d¨ªas de permiso, Dioni se en?contr¨® con que ya no era guardaespaldas.
En el blindado
Durante un mes entero y casi todo otro, el de julio, Dioni viajar¨ªa de uniforme en un blindado, llevando dinero, millones cada d¨ªa, de un lado para otro, de unas manos a otras, sin m¨¢s beneficio que su sueldo demediado. Por las noches iba a Retro o a Adam's Appel y all¨ª pegaba la hebra con unos y con otras. Sobre todo, de hacer caso a la mayor¨ªa de los testimonios, con otras.
"Dionisio Rodr¨ªguez llevaba una vida amorosa muy intensa", asegura el periodista Jes¨²s Duva (EL PA?S, 4 de agosto de 1989) en un texto titulado ?Un donju¨¢n con biso?¨¦? que el propio Dioni re?produce en su autobiograf¨ªa, sin reputarlo de falso. Duva recoge el testimonio de un camarero del pub que explica que al vigilante ju?rado las mujeres se le daban como rosquillas. Seg¨²n este art¨ªculo, Dioni se hac¨ªa llamar Ra¨²l y beb¨ªa, con preferencia, whisky Pass?port.
La informaci¨®n de Duva, la tercera que recogi¨®?EL PA?S (la pri?mera fue la noticia estricta, firmada por P. M., es decir, Pedro Mon?toli¨², el domingo 30 de julio, y la segunda, dos d¨ªas despu¨¦s, del mis?mo Jes¨²s Duva, daba cuenta del hallazgo del coche del fugitivo), terminaba de una forma casi premonitoria:
"Qui¨¦n sabe si ahora mismo est¨¢ [Dioni] en una playa brasile?a, como el protagonista de un conocido anuncio de televisi¨®n".
As¨ª pues, en la tarde del 28 de julio de 1989, Dioni estaba muy cabreado porque hab¨ªa discutido muy en serio con su jefe. Y decidi¨® hacer lo que, desde hac¨ªa d¨ªas, andaba diciendo a modo de baladro?nada: "Un d¨ªa de estos me llevo un blindado".
En el juicio, Dioni se mantuvo en sus trece: le "sali¨® as¨ª", dijo a los jueces tal que el 23 de mayo de 1991, seg¨²n recogi¨® al d¨ªa si?guiente Julio M. L¨¢zaro en el suplemento MADRID, de EL PA?S. No le creyeron, a juzgar por la sentencia.
Un hecho probado es que fue ¨¦l y s¨®lo ¨¦l quien se llev¨® el furg¨®n, en cuyo interior hab¨ªa m¨¢s de 300 millones de pesetas. Se lo llev¨® de delante de la pasteler¨ªa Mallorca, situada en la calle de Alberto Al?cocer, en Madrid, no antes de las 19.15 horas y no m¨¢s tarde de las 19.45. Condujo el furg¨®n durante un trayecto de 700 metros, apro?ximadamente. All¨ª ten¨ªa Dioni aparcado su veh¨ªculo, un Audi 80, de color azul, matr¨ªcula M- 7682- DG.
Dioni afirma en sus varios relatos de los hechos, no todos coinci?dentes, que antes de hacerse con el furg¨®n y el dinero, lo intent¨® una vez y que le sali¨® mal. Fue, de hacerle caso, lo que no es ni obliga?torio ni conveniente, ante la pasteler¨ªa Mallorca de la calle de Co?mandante Zurita. Previamente, en una parada hecha en la calle de Bravo Murillo, en otro local de la misma firma pastelera, comprob¨® por vez primera que aducir que ten¨ªa un ataque de ci¨¢tica le serv¨ªa para quedarse solo en el veh¨ªculo.
De todas las versiones conviene resaltar dos. La primera, la de Dioni; la segunda, la de los dos compa?eros que iban con ¨¦l en el furg¨®n y que se vieron burlados. Empecemos por ¨¦sta, seg¨²n se re?produjo en EL PA?S (4 de agosto de 1989, J. Duva).
Al llegar frente a la pasteler¨ªa, Dioni empez¨® con su comedia:
D. ¡ªOtra vez me est¨¢ fastidiando la ci¨¢tica.
A continuaci¨®n pide a Jos¨¦ Luis Terr¨®n Prats, conductor del furg¨®n, que baje y ¨¦ste le contesta:
T. ¡ªPero t¨² sabes que yo no puedo abandonar el veh¨ªculo.
D. ¡ªYo soy el que manda aqu¨ª. Te he dicho que bajes, co?o.
Y bajan Terr¨®n y el segundo vigilante, Juan Luis Macarro Mar?cos. Cuando volvieron de recoger la recaudaci¨®n, el veh¨ªculo, el Dioni y los millones hab¨ªan desaparecido. Toda una experiencia.
La versi¨®n del protagonista es ligeramente diferente. ?l no narra resistencia alguna por parte de Terr¨®n y mucho menos que tuviera que recurrir al principio de autoridad para imponerse. M¨¢s a¨²n, aprovecha para dejar caer que, en ocasiones, era precisamente el conductor quien se ofrec¨ªa a bajar debido a que coqueteaba con la dependienta de una de las pasteler¨ªas de la ruta, so pretexto de com?prar ensaimadas para su mujer.
Fuese como fuese, el caso es que Dioni se larg¨®. Se puso al vo?lante del furg¨®n y recorri¨® los 700 metros escasos que le separaban de la calle Maestro Lasalle, donde por la ma?ana hab¨ªa aparcado su Audi. Habr¨¢ quien piense que el relato del Dioni sobre la improvi?saci¨®n, sobre la tentativa de largarse en una parada anterior del re?corrido forman parte de su imaginario personal. Que la memoria, tensada por la discusi¨®n y la decisi¨®n, le traiciona. Otros, quiz¨¢s, preferir¨¢n creer que no fue casual que el golpe se diera, precisa?mente, en el punto m¨¢s cercano a su veh¨ªculo y que este tipo de ca?sualidades casan mal con la improvisaci¨®n, con los prontos motiva?dos por discrepancias laborales.
El trayecto de Dioni desde la pasteler¨ªa hasta el coche tiene tam?bi¨¦n varias versiones. La m¨¢s interesante no es la que ¨¦l cont¨® a los jueces, sino la de Palabra de ladr¨®n, texto que, de haber obrado en poder de la Audiencia, hubiera dado a los magistrados la posibilidad de despejar parte de sus dudas. Recordemos algunas:
"El Tribunal reconoce humildemente su desconocimiento de mu?chos de los hechos que se produjeron en la tarde del d¨ªa 28 de julio de 1989 y en d¨ªas posteriores [...] , si el delito fue planificado cuida?dosamente o relativamente improvisado".
"El Tribunal desconoce igualmente si Dionisio Rodr¨ªguez fue au?xiliado por terceras personas en el traslado del importe sustra¨ªdo desde el furg¨®n a otro autom¨®vil".
Hubo planificaci¨®n. El robo no fue improvisado en absoluto, se?g¨²n ha contado el propio Dioni. Lo de la actuaci¨®n en solitario y es?pont¨¢nea ¨²nicamente lo ha mantenido Dioni a efectos judiciales. No hay que apostar que todo lo que explica en su libro sea verdad, pe?se a que Gordon y S¨¢nchez Soler, en un esfuerzo de profesionalidad infinito, intentan hacer veros¨ªmil lo incre¨ªble. Pero hay cosas que s¨ª son de creer. Una de ellas, que hablara del golpe antes de darlo con varias personas a las que pidi¨® ayuda de diverso tipo. Tambi¨¦n es cre¨ªble que las personas fueran exactamente las que relaciona en el volumen, sin que ello implique negar que pudiera haber otras. M¨¢s dif¨ªcil es creer que la primera conversaci¨®n se produjera la noche an?terior: ?c¨®mo iba a saber que el cabreo con su jefe lo iba a pillar pre?cisamente al d¨ªa siguiente? ?Por qu¨¦ no suponer que pod¨ªan reinte?grarlo a la tarea de escolta?
Todo apunta a que fue el cirujano quien dio aviso a la polic¨ªa, que lo detuvo poco despu¨¦s
Dioni implica en la preparaci¨®n supuestamente improvisada del golpe a Jorge Medina, con quien dice que el 27 de julio por la noche estaba tomando copas en la terraza del pub Adam's. Y una vez cuen?ta con su compromiso, le pide que avise a Jes¨²s Arrondo, Cocoliso.
Hagamos un alto.
En julio de 1991, dos a?os despu¨¦s del golpe y un mes despu¨¦s de la salida de Dioni de la c¨¢rcel en libertad provisional, la revista Panorama publica un reportaje en el que se afirma que el golpe fue organizado por una trama parapolicial. El ex vigilante jurado se ve obligado a convocar una conferencia de prensa para desmentir los hechos. Panorama implicaba en el golpe a Medina y Cocoliso, ade?m¨¢s de Luis Miguel Ciudad Mart¨ªnez y Celso Antonio Bravo Bena?vides. Los desmentidos de Dioni son rotundos, van incluso m¨¢s all¨¢ de lo conveniente, porque nada le obligaba a decir que a Cocoliso apenas le conoc¨ªa de otra cosa que de haber "echado alg¨²n polvete en su piso". Especialmente cuando, m¨¢s tarde, al facilitar el mate?rial para su libro, har¨ªa referencia a la muerte en accidente de Arrondo como uno de los peores momentos pasados en la c¨¢rcel de R¨ªo. ?Qui¨¦n era Cocoliso? ?Qui¨¦nes son los dem¨¢s?
Patag¨®n y Cocoliso
Jorge Medina Bringuier, por seguir el orden de aparici¨®n, era o es un argentino conocido entre los servicios de espionaje militar como Patag¨®n (EL PA?S, 18 de julio de 1991). Medina reaparecer¨¢ a lo lar?go de la historia como la conexi¨®n constante de Dioni con Madrid y, tambi¨¦n, con parte del dinero.
Cocoliso fue todo un personaje. Las p¨¢ginas de EL PA?S le acogie?ron como protagonista de una noticia por vez primera el 19 de abril de 1977. El titular rezaba: "Guip¨²zcoa: piden la detenci¨®n de un in?dividuo". Y un antet¨ªtulo aclaraba: ?Le acusan de disparar contra un grupo de personas?. Ya el texto explicaba que las Gestoras pro Amnist¨ªa hab¨ªan denunciado que el s¨¢bado santo, 9 de abril, Jes¨²s Arrondo se hab¨ªa plantado ante un grupo que efectuaba un encie?rro y "esgrimiendo una pistola" oblig¨® a los presentes a tirarse al suelo y luego hizo dos disparos contra la multitud, "el ¨²ltimo a treinta metros escasos de la Polic¨ªa Armada". El texto a?ad¨ªa que Arrondo hab¨ªa sido miembro de ETA y, por ello, detenido por la po?lic¨ªa, que logr¨® captarlo como infiltrado en la organizaci¨®n terroris?ta. Las Gestoras le atribu¨ªan una participaci¨®n directa en los hechos que se produjeron a mediados de los setenta en la playa de los Frai?les, en Hondarribia, que se saldaron con dos supuestos activistas de ETA muertos.
Poco m¨¢s de un a?o despu¨¦s, un segundo art¨ªculo, ¨¦ste firmado por Patxo Unzueta, se ocupaba de Arrondo:
"Cocoliso es el antiguo nombre de guerra de Jes¨²s Arrondo Ma?r¨ªn, presunto miembro de la extrema derecha, infiltrado en los c¨ªr?culos de refugiados de Bayona y San Juan de Luz en 1971 [....]. El 20 de mayo de 1974 particip¨® en un intento de desembarco en la playa de los Frailes en Hondarribia. La polic¨ªa, que esperaba en los al?rededores, abri¨® fuego contra dos de los tres tripulantes de la em?barcaci¨®n, Roque M¨¦ndez y Jos¨¦ Luis Mondrag¨®n, que resultaron muertos en el acto. El presunto delator consigui¨® ponerse a salvo de las balas refugi¨¢ndose del lado de los polic¨ªas, seg¨²n la versi¨®n de los hechos que dar¨ªa ETA posteriormente".
Patxo Unzueta a?ad¨ªa: "Dos a?os despu¨¦s Arrondo ser¨ªa deteni?do por la polic¨ªa francesa en un control de carreteras, acusado de transportar armas y explosivos".
Arrondo, nacido en Erandio, muri¨® el 26 de octubre de 1989, a los 38 a?os, en un accidente de tr¨¢fico ocurrido en el t¨¦rmino muni?cipal de V¨¦lez-M¨¢laga. Viajaba, en compa?¨ªa de su esposa, a bordo de un coche Mercedes. Su esquela fue insertada en el diario Abc y Egin le dedic¨® toda una p¨¢gina, minimizando su labor como infil?trado en ETA. La informaci¨®n de Egin, sin firma, vinculaba a Arron?do con Fuerza Nueva y lo relacionaba con diversos atracos banca?rios, cuyo bot¨ªn estar¨ªa, supuestamente, destinado a la creaci¨®n de movimientos armados vascos, pero al margen de ETA. Tambi¨¦n da?ba un dato muy curioso, a efectos de la historia de Dioni: en el mo?mento de su muerte, Cocoliso se hab¨ªa establecido como empresario con otros socios. Uno de estos socios se llamaba Luis Ciudad.
Luis Ciudad Mart¨ªnez, citado en Panorama como miembro de la trama parapolicial que dio el golpe del furg¨®n, del que Dioni ser¨ªa un mero ejecutante, es la persona que Medina env¨ªa a Lisboa para ayudar a Dioni a llegar a Brasil sin m¨¢s contratiempos que los que el propio ladr¨®n pon¨ªa con su conducta, lo m¨¢s llamativa posible.
Nada de esto significa que Dioni no diera el golpe solo, arrebata?do por injusticias laborales, medio ido tras la discusi¨®n con su jefe, como sugiri¨® el psiquiatra ante el Tribunal. Se trata ¨²nicamente de la suma de una serie de hechos: Dioni asegura en sus memorias, con?tra lo que dijo al Tribunal, que el d¨ªa antes habl¨® del golpe con una serie de personas, a las que comprometi¨® a colaborar; una publica?ci¨®n sugiri¨® que estas personas, realmente relacionadas entre s¨ª y con ideolog¨ªas afines a la extrema derecha, fueron, de hecho, las verdaderas promotoras y organizadoras del golpe. La fe es libre y cada uno puede creer lo que m¨¢s guste. Incluso es posible que la ver?dad no sea ni la del Dioni ni la de Panorama. En cualquier caso, a?adamos dos datos que facilita el propio ex vigilante.
En la p¨¢gina 119 de Palabra de ladr¨®n cuenta que llama por te?l¨¦fono a varios amigos polic¨ªas para saber c¨®mo van las pesquisas sobre ¨¦l, pero no los encuentra porque est¨¢n de vacaciones. Es decir, sugiere que ten¨ªa amigos polic¨ªas dispuestos a dar informaci¨®n a un delincuente huido de la justicia para facilitar esa misma huida. M¨¢s tarde, anota que en la c¨¢rcel de R¨ªo pretenden quitarle la pulsera en la que lleva la bandera espa?ola, adorno estad¨ªsticamente m¨¢s fre?cuente entre la extrema derecha y sectores paramilitares que entre otros grupos sociol¨®gicos.
Dioni no s¨®lo se entrevist¨® con Medina la noche antes del d¨ªa de autos ¡ªfecha que bien puede ser, como los d¨ªas de la creaci¨®n del G¨¦?nesis, metaf¨®rica¡ª sino que volvi¨® a verse con ellos la misma ma?a?na de la fecha fat¨ªdica. Una jornada que ha reconstruido minuciosa?mente, aunque con evidentes errores, en sus memorias:
El 27, una vez acordado el golpe, se va a su casa pasada la una de la noche. All¨ª est¨¢ su novia, Mari Carmen, y hasta recuerda que hicieron el amor. Duerme bien, sin sobresaltos, a pesar de la tensi¨®n que descubrir¨¢ el psiquiatra. Se levanta a las 9.30 horas y las ablu?ciones, el desayuno y desplazarse hasta Candi le ocupan una hora. All¨ª mantiene la airada discusi¨®n con su jefe, Javier Vera, que le hu?milla e irrita. Se va a Moratalaz a ver a Miguel ?ngel Due?as. Su re?loj marca las 10.30. La misma hora en la que, de hacer caso a su pro?pio relato, se supone que hab¨ªa llegado a Candi.
Due?as es un personaje clave en esta historia. Es amigo personal de Dioni, hasta el punto de que su hija, Carolina, fue apadrinada por el ex vigilante jurado. Due?as es el apoyo personal en el golpe. Si Medina, Ciudad y Cocoliso son el soporte log¨ªstico, quienes pueden ayudarle a esconderse, a buscarle un pasaporte, a cruzarle la fronte?ra, Due?as es la persona que merece su confianza. No procede de los mismos sectores que el resto de socios. Es un constructor y un ami?go. En la hip¨®tesis de que el golpe fuera organizado por un colecti?vo que se agarr¨® al Dioni porque en el pub presumi¨® una y otra no?che de los millones que pasaban por sus manos, cabe que el reparto pactado fuera mitad y mitad. Dioni necesitaba un apoyo a quien en?comendar su propia mitad. Un apoyo de confianza: el elegido fue Due?as.
A las 12 de la ma?ana del 28, apenas ocho horas antes del golpe, Medina, Cocoliso, Due?as y Dioni se re¨²nen en un bar de Diego de Le¨®n. En adelante, Dioni no hablar¨¢ apenas de bares. Ya es rico, mi?llonario, creso. Y en su imaginaci¨®n, los ricos no van a bares sino a los mejores restaurantes ¡ªa los mismos que va Julio Iglesias, llega a decir¡ª y a marisquer¨ªas. As¨ª que el bar de Diego de Le¨®n es, preci?samente, una marisquer¨ªa, no vaya a ser que alguien crea que se tra?ta de un mal tugurio.
Tras precisar la cita para el momento despu¨¦s del golpe, Dioni va primero a su casa, luego a una peluquer¨ªa para coger dos peluqui?nes. S¨®lo hay uno, que se lleva, y encarga un segundo, que no ten?dr¨¢ tiempo de volver a buscar. Y ya a Candi:
?Eran poco m¨¢s de las dos y media. Entr¨¦ en el bar de Arenillas, junto al garaje de Candi, y me tom¨¦ tres vermuts con ginebra para ponerme las pilas?.
El recorrido le fue ben¨¦volo e incluy¨® la recogida de 248 millones de pesetas en billetes nuevos de 5.000 y 10.000 en la central de Esa?be Express. A partir de ah¨ª se entr¨® en una cierta rutina quebrada en Alberto Alcocer, ante la pasteler¨ªa Mallorca.
Se va solo. Insistir¨¢ Dioni en convencer a los jueces de que fue as?.
Se llev¨® 298.217.000 pesetas en colaboraci¨®n con varias personas. La polic¨ªa recuper¨® un to?tal de 157.217.000 pesetas. Del resto del dinero nunca m¨¢s se supo
Pero tampoco es cierto. Sus c¨®mplices saben c¨®mo y cu¨¢ndo y, du?rante un trecho, le siguen con sus veh¨ªculos, dato que casa mal con la improvisaci¨®n pura. Aparca el blindado junto a donde estaba su coche (es el aparcamiento de un supermercado) y cambia las bolsas de veh¨ªculo. Pesan unos setenta kilos. En el furg¨®n deja 20 millones pertenecientes a la n¨®mina de la empresa Pritchar. Y lo hace por, di?ce, solidaridad obrera. Tambi¨¦n deja las armas que portaba. Han transcurrido apenas seis minutos desde que adujera que ten¨ªa ci¨¢ti?ca.
Ya dentro del Audi se suma a la caravana que forman el Merce?des de Due?as y el Chrysler en el que viajan Cocoliso y Medina. Van a un descampado, en L¨®pez de Hoyos. All¨ª se hace una nueva redis?tribuci¨®n del dinero. Seg¨²n Dioni, Cocoliso y Medina recibieron 50 millones cada uno. ?l se qued¨® unos cuantos y Due?as se encarga de guardar el resto, casi 200 millones. La polic¨ªa encontrar¨ªa, dos me?ses m¨¢s tarde, 140 millones en un zulo construido en el mes de ma?yo en casa de Due?as, otros 15 millones en un local de su empresa y dos millones m¨¢s en la guantera del Mercedes. Que el zulo fue cons?truido antes del golpe es un dato indiscutible. Las obras se hicieron en mayo y originaron una denuncia de los vecinos al Ayuntamiento de Madrid debido a que afectaban a una viga maestra.
Pero eso ser¨¢ despu¨¦s y a¨²n tienen que pasar muchas cosas. De momento, repartido el dinero, conviene esconderse. Dioni, al menos, debe permanecer en un sitio seguro, donde no pueda ser visto. Coco?liso se encargar¨¢ de llevar el Audi al aeropuerto de Barajas para su?gerir a la polic¨ªa que el vigilante ha cogido un avi¨®n y est¨¢ fuera de Espa?a. Lo que Dioni dice que pas¨® a continuaci¨®n es totalmente in?veros¨ªmil. El relato est¨¢ lleno de puras incongruencias de pel¨ªcula de serie Z.
Pretende que orden¨® que le buscaran un coche y que Medina se present¨® con una mujer chilena, a la que ¨¦l no conoc¨ªa, que le ven?di¨® un Escort por un mill¨®n de pesetas. All¨ª mismo, en la terraza de un bar, firmaron los papeles. Dioni olvida decir si con su nombre verdadero o con alguno falso. Luego, el buen hijo se va a ver a su madre a El Molar, pero a la entrada del pueblo observa vigilancia de la Guardia Civil, se asusta y pasa de largo. Para no ser descubierto conduce el coche hacia la discoteca Retro y el pub Adam's, es decir, hacia aquellos lugares donde es m¨¢s posible que alguien le reconoz?ca. Tras no pocos sudores e indecisiones que s¨®lo pueden servir pa?ra poner nervioso a un lector que ya lo estuviera, Dioni narra que decidi¨® llamar a Luisa, nombre en clave de la chilena que le ha ven?dido el coche. La telefonea a su casa y le dice:
¡ªSoy Ra¨²l.
Y con eso, por lo visto, ella ya sabe que es Dioni.
La casa de Luisa, de tres habitaciones, est¨¢ en Vallecas. En ella viven la mujer, el marido, un cu?ado y tres hijos. Para colmo, du?rante tres d¨ªas tendr¨¢n una visita de la que Dioni consigue escon?derse. Finalmente, la visita resultar¨¢ ser Celso Antonio Bravo Bena?vides. Personaje cuyo nombre no consta si es aut¨¦ntico o falsificado y que, entre otras cosas, regalar¨¢ a Dioni un reloj Omega Constal?tion que dijo haber robado en un chalet de Grodillo, en Pozuelo. Cel?so ser¨¢, en adelante, su lazarillo.
No viene a cuento narrar las peripecias de Dioni en esta reclusi¨®n. Se dedica a evocar su infancia y su juventud, con diversa fortuna a la hora del rigor hist¨®rico. Adem¨¢s, vive, dice, una gran incertidum?bre por el hecho de depender para saber de s¨ª y de sus asuntos de la televisi¨®n y la prensa, que van dando noticias y fotograf¨ªas suyas. Por suerte para ¨¦l, afirma, las fotos son viejas y malas, de la ¨²nica ¨¦poca en que se dej¨® bigote, a principio de los ochenta. El caso es que, tal como Dioni cuenta su vida en estos d¨ªas, la narraci¨®n no es ni siquiera veros¨ªmil. M¨¢s a¨²n, ni siquiera es consistente porque la familia tiene primero tres hijos y luego ya uno solo y el cu?ado no aparece jam¨¢s de los jamases.
La suposici¨®n m¨¢s veros¨ªmil, a la que llegaron polic¨ªas y jueces, es que Dioni permaneci¨® escondido los d¨ªas siguientes inmediatos al gol?pe y que sobre el 15 de agosto cruz¨® a Portugal, muy probablemente por Ayamonte, versi¨®n que Dioni da en el libro, aunque antes hab¨ªa afirmado a la revista Intervi¨² que cruz¨® por la frontera gallega.
Vida en R¨ªo
El relato del viaje de Madrid a Portugal es otro ejemplo de intri?ga sopor¨ªfera. El trayecto lo hacen la familia chilena, hijo incluido, en un coche, y Celso y ¨¦l, en otro. Para que no falte de nada, la Guardia Civil los parar¨¢ para multarlos. Cuando pongan gasolina, los empleados de la gasolinera estar¨¢n hablando de la desaparici¨®n del furg¨®n. Ya en la frontera, los guardias paran al coche antes de subir al barco que cruza el Guadiana. Por supuesto, hablan de Dio?ni. Asimismo, en la primera narraci¨®n de la huida, la publicada en Intervi¨², el fugitivo lleva ya un pasaporte falso, mientras que en la segunda cruza con su propia documentaci¨®n que, naturalmente, na?die le pide ni comprueba.
Ya est¨¢ en Portugal, camino de Lisboa. Aqu¨ª ser¨¢ donde consiga, de seguir Palabra de ladr¨®n, el pasaporte a nombre de Carlos Pa?tricio Mart¨ªnez Valenzuela. El resto del relato carece de inter¨¦s, sal?vo en lo que tiene de sintom¨¢tico de la personalidad de Dioni, un hombre a quien, como se ha dicho al principio, le gusta Julio Igle?sias. Le gusta, por supuesto; como cantante. Pero le gusta tambi¨¦n como modelo de comportamiento. Todo su esfuerzo relator en estos cap¨ªtulos y en los que seguir¨¢n, llegado ya a Brasil, se centra en dar al lector una imagen de s¨ª mismo similar a la que del tonadillero pueda dar cualquier revista del coraz¨®n y la entrepierna: un hombre permanentemente rodeado de bellezas que lo adoran, por s¨ª y por su dinero. Y la imagen necesita un decorado: hoteles de lujo, champ¨¢n, marisco, un poco de coca¨ªna para ellas ...
Finalmente, tras varios d¨ªas en Lisboa en los que Luis Ciudad, por encargo de Jorge Medina, le libra de los chilenos, que si al prin?cipio eran estupendos a estas alturas se hab¨ªan puesto ya pesados, Dioni se sube el 19 de agosto a un avi¨®n de las l¨ªneas Varig que lo llevar¨¢ hasta la libertad, en R¨ªo de Janeiro. Asegura que iba total?mente borracho.
Si las aventuras de Dioni en Lisboa tienen poco que retener, otro tanto ocurre con las que vive en R¨ªo. La imagen se repite: vive como un millonario caprichoso que puede darse todos los lujos, que para ¨¦l son bebida, mujeres y el sonido de Julio Iglesias.
En R¨ªo cuenta con dos cicerones a los que llega recomendado por Celso: Marcelo y Alberto, si bien en un primer momento la relaci¨®n la mantendr¨¢ esencialmente con el primero y con la novia de ¨¦ste, Kenia, que le cuenta que es portuguesa nacida en Angola y metida en asuntos turbios por puritito amor.
Dioni vivir¨¢, seguramente, el resto de sus d¨ªas recordando el tiempo pasado en Brasil antes de ser detenido. Al margen de que fuera o no como ¨¦l lo cuenta, ese tiempo fue su para¨ªso. S¨®lo as¨ª se explica el modo en que lo describe en las memorias. He aqu¨ª algu?nos fragmentos:
"Era asombroso la gran cantidad de mujeres j¨®venes y preciosas que hab¨ªa all¨ª y la facilidad para llev¨¢rselas a la cama. A los pocos d¨ªas, mi generosidad se hizo tan famosa que ellas esperaban im?pacientes su turno... comenc¨¦ a citarme con mujeres por tel¨¦fono. Aquello era de locura... Cada vez eran m¨¢s bonitas y m¨¢s escultura?les".
"Al principio ped¨ªa a Marcelo que me alquilara un coche modo?sito, un Ford Escort. Al poco tiempo empec¨¦ a darme satisfacciones y ya no par¨¦. Cambi¨¦ el Ford por un Volkswagen Golf y me march¨¦ a conocer el famoso hotel Meridien. All¨ª descubr¨ª, en un folleto, un anuncio de alquiler de limusinas con ch¨®fer incluido, y no me pude contener... ?De qu¨¦ color la desea? ¡ªpregunt¨® el empleado. Negra ¡ªrespond¨ª sin pensarlo. Posteriormente recorrer¨ªa toda la gama de colores seg¨²n la piel de la brasile?a que me acompa?aba en cada momento".
"Me hice cliente asiduo del restaurante El Pescador, propiedad del gallego Chico Recarey, donde iba a cenar Julio Iglesias".
"Acab¨¦ cogiendo algo de vicio. Como al champ¨¢n y las ostras por la ma?ana, contra la resaca, me habitu¨¦ al biber¨®n [una felaci¨®n dentro de la limusina] por el puente Niqueroy".
"No estaba dispuesto a renunciar a nada. Incluso me permit¨ª el lujo de que una orquesta italiana me tocara Oh sole mio en el res?taurante Bella Roma".
Una idea que le rondaba por la cabeza era la de comprar un ca?d¨¢ver: "Celso me hab¨ªa dicho que en Brasil todo era cuesti¨®n de di?nero; que inclusive podr¨ªamos comprar un muerto en accidente, con coche quemado incluido, y la polic¨ªa se prestar¨ªa a certificar que el muerto era el Dioni".
Mientras tanto, se apresta a hacerse la cirug¨ªa est¨¦tica. Contacta con Luis Haroldo Pereira, "disc¨ªpulo de Ivo Pitanguy, el que arregla los rostros y los cuerpos de las grandes estrellas", y decide cambiar?se la nariz, injertarse pelo y quitarse un poco de barriga. Total: 5.000 d¨®lares. La operaci¨®n ser¨ªa el 28 de agosto. Conviene insistir en la fecha para comprender la cantidad de fantas¨ªa que Dioni arroja so?bre su estancia en R¨ªo. Todas esas costumbres adquiridas, esos h¨¢?bitos, las asiduidades son cosa de un periodo tan corto como el que pasa cualquier turista: poco m¨¢s de una semana, porque Dioni, re?cord¨¦moslo, hab¨ªa salido de Lisboa el 19 de agosto.
Todo apunta a que fue el cirujano quien dio aviso a la polic¨ªa, que lo detuvo poco despu¨¦s. De todas formas lo hubieran detenido tarde o temprano porque se dedic¨® a llamar la atenci¨®n tanto como pudo, quiz¨¢s lamentando no ser tan reconocido como se supone que debe serlo Julio Iglesias. Entre otras imprudencias, hizo volar a R¨ªo a una amiga suya llamada Pilar, de nacionalidad peruana, pero residente en Madrid, y a un matrimonio tambi¨¦n amigo: Jos¨¦ Luis Ontalva y Mar¨ªa Jos¨¦ Dom¨ªnguez, que le llevaron dinero. Ambos ser¨ªan deteni?dos en Brasil, expulsados a Espa?a, donde les esperaba la polic¨ªa que tambi¨¦n los detuvo, juzgados y condenados.
Si el matrimonio Ontalva-Dom¨ªnguez fue a Brasil para llevarle dinero, Pilar viaj¨® desde Lima para cuidarle tras la operaci¨®n. Lue?go se volvi¨® a Per¨². "Pilar y yo nos despedimos haciendo el amor de?senfrenadamente, en la cama, en el suelo, tan s¨®lo nos falt¨® hacerla en la nevera. ?ramos dos m¨¢quinas imparables".
Tres d¨ªas antes que el matrimonio, lleg¨® a R¨ªo Celso, con m¨¢s di?nero. Poco despu¨¦s, sin embargo, Celso, Marcelo, Kenia y algunos m¨¢s que nada pintan en esta historia fueron detenidos por la poli?c¨ªa, o eso le dijeron. Dioni decide en ese instante poner tierra por medio durante unos d¨ªas y viaja a Iguaz¨², con el matrimonio amigo y una muchacha contratada a trav¨¦s de una agencia de ?se?oritas de compa?¨ªa?. La chica, Andrea de nombre, tendr¨ªa sus minutos de gloria.Una revista espa?ola publicar¨ªa un reportaje de desnudos su?yos.
A la vuelta de Iguaz¨², Dioni tuvo la visita de la polic¨ªa. Nada cor?t¨¦s, de hacerle caso. Unos verdaderos mal educados que le abrieron el frigor¨ªfico y se le bebieron "el champ¨¢n a morro", adem¨¢s de amenazarle con darle el pase¨ªllo si no les contaba d¨®nde estaba el bot¨ªn. Porque la polic¨ªa brasile?a encontr¨®, a falta de otras cosas, una car?peta con recortes de prensa sobre el robo del furg¨®n de Candi.
Desde el 26 de septiembre, menos de dos meses despu¨¦s de co?metido el robo, hasta el 26 de julio de 1990, Dioni estuvo en una prisi¨®n en R¨ªo de Janeiro. La literatura generada por este periodo tiene tanto inter¨¦s como el que pueda sentir Dioni por las obras comple?tas de Marx y Engels. Anotar simplemente que Dioni era objeto del deseo de determinados medios. Durante estos meses fue entrevista?do, previo pago, por varias cadenas de televisi¨®n y alguna revista. Lo que cont¨® es tan veros¨ªmil como el relato de su estancia en Vallecas.
Durante su viaje a Espa?a, en el avi¨®n, le acompa?¨® un periodis?ta de la revista Intervi¨² que le pregunt¨®:
"?Tienes alg¨²n buen recuerdo de tu estancia en la c¨¢rcel de R¨ªo?"
?sta fue la respuesta de Dioni:
"Siempre recordar¨¦ una an¨¦cdota. Una noche dos polic¨ªas fede?rales, a cambio de mil d¨®lares, me sacaron de paseo, me llevaron a la sala de fiestas Montel¨ªbano y despu¨¦s a una fiesta privada, donde un juez se pas¨® toda la noche intentando que me metiera una raya de coca¨ªna con ¨¦l."
El ingrato ni siquiera se acuerda de que la megafon¨ªa de la pri?si¨®n reproduc¨ªa canciones de Julio Iglesias.
El juicio contra Dioni se abri¨® el 23 de mayo de 1991. El fiscal pi?di¨® seis a?os y su abogado, Emilio Rodr¨ªguez Men¨¦ndez, empez¨® pi?diendo cuatro meses y termin¨® por reclamar la absoluci¨®n para el h¨¦?roe de R¨ªo. Mientras, los comentaristas de prensa se divid¨ªan entre quienes ve¨ªan en ¨¦l a un nuevo Robin Hood y quienes le considera?ban simplemente un chorizo. Sabina, perpetuo defensor de causas perdibles, le dedic¨® una canci¨®n. M¨¢s adelante hasta Dioni grabar¨ªa un disco. ?Por qu¨¦ no, si tambi¨¦n lo hace Julio Iglesias?
Durante el juicio qued¨® probado que Dioni se llev¨® 298.217.000 pesetas. Que cont¨® con la colaboraci¨®n de varias personas, algunas de las cuales tambi¨¦n fueron condenadas. La polic¨ªa recuper¨® un to?tal de 157.217.000 pesetas. Del resto del dinero nunca m¨¢s se supo. Dioni declar¨® a los jueces que se lo entreg¨® a Celso y que no ha vuelto a saber de ¨¦l desde los lejanos d¨ªas de R¨ªo. La condena fue de tres a?os y cuatro meses. El Tribunal Supremo la ratific¨®. El Dioni, tras salir de la c¨¢rcel, asegur¨® que estaba muy, pero que muy arrepenti?do de aquel pronto que le impuls¨®, sin pensarlo apenas, a llevarse un furg¨®n con un mont¨®n de millones. Jura que no lo har¨¢ m¨¢s.
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