La malvenida
Hab¨ªa m¨¢s pancartas contra los 'for¨¢neos' que dicterios contra los que mataron y los que mandaron matar.
El Rey es un ciudadano al que la CUP y sus cupaires de aluvi¨®n han cargado de sospechas. El Gobierno es, para ellos, sospechoso antes de Rajoy, antes de Aza?a incluso. En Espa?a, zona de Catalu?a, hubo dos atentados el 17 de agosto. La ciudadan¨ªa a la que pertenecen el Rey y todo el Gobierno pusieron en pr¨¢ctica su voluntad de condolerse con las v¨ªctimas yendo a esta parada triste.
Y fueron al per¨ªmetro que la CUP y los suyos quieren cuadricular. Mientras esos forajidos de fuera emprend¨ªan camino, expertos en ciclostiles cupaires armaron una parafernalia de esl¨®ganes que contradec¨ªan las convocatorias (bienvenida a tothom) de la Generalitat y del Ajuntament. Todos ser¨¢n bienvenidos. Pues no. La flecha lanzada por la CUP ¡ªel Rey comercia con armas: ellos no saben siquiera si hay empresas de su territorio vendiendo armamento¡ª se hizo cartel y bandera; en el recuerdo de los asesinatos, hab¨ªa m¨¢s pancartas contra esos for¨¢neos que dicterios contra los que mataron y los que mandaron matar. Y donde no habr¨ªa de haber banderas (Colau dixit), el agravio al Rey y a los otros visitantes (vuestras guerras, nuestros muertos, esos pronombres perversos) ya estaba en marcha.
As¨ª que cuando los extranjeros aterrizaron se hizo un ruido atronador e insultante. ?Abajo el Rey, fuera el Gobierno! Los asesinos son otros, pero no importa: es el ruido que ten¨ªan preparado. A los insultos respondieron, para aminorarlos, Colau y Puigdemont. Son cosas de la libertad de expresi¨®n, dijeron. Esa libertad los dej¨® intactos a ellos; dej¨® intactos a los Mossos, incorporados al ej¨¦rcito de los intocables¡ Los dej¨® intactos a todos, menos a esos salvajes que iban desde Madrid cargados de guerras y de armas. Guerra a ellos, claro que s¨ª. Y si no, que les aticen con la libertad de expresi¨®n.
Lo de Colau llam¨® la atenci¨®n. Ella tiene un prontuario propio, que saca a pasear con las artes de antigua tertuliana: responder por encima del que le habla argumentando con un eslogan de seis palabras: ¡°Esto es la libertad de expresi¨®n¡±. Conden¨® con rapidez, ante unas preguntas de Xavier Sard¨¢ en La Sexta, el acoso indecente que sufri¨® la diputada popular Andrea Levy mientras hablaba precisamente en esa cadena. Pero en seguida Colau volvi¨® a la tangente que marcan sus fidelidades para a?adir que si eso ocurre, como lo que le ocurri¨® al Gobierno, que fue insultado, como lo que le ocurri¨® al Rey, que fue much¨ªsimo m¨¢s insultado, es porque aqu¨ª existe la libertad de expresi¨®n. Claro que s¨ª.
Han repetido Puigdemont, Colau e tutti quanti estos d¨ªas, antes de la supuesta bienvenida a los for¨¢neos y una vez que esa bienvenida se convirti¨® en malvenida, que Catalu?a es un pa¨ªs plural. Pero no se sabe de qu¨¦ persona del plural, o si esa forma que conjugan es transitiva o intransitiva. La del s¨¢bado no era una bienvenida al pa¨ªs plural: era un repudio, era una malvenida, un modo de expulsar al que peregrina para solidarizarse con el dolor de otro.
Se ha dicho mucho desde ayer que estuvieron ausentes las v¨ªctimas. Esta certidumbre produce tristeza; el uso de la expresi¨®n libertad de expresi¨®n para explicar el acoso a los que fueron malvenidos produce leg¨ªtima, rabiosa indignaci¨®n, lo que se siente ante la desverg¨¹enza. En nombre de la libertad de expresi¨®n, no, diguem no.
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