De C¨¢novas a Rajoy
Parece que el presidente del Gobierno est¨¢ esperando a que los dem¨¢s de su entorno tomen iniciativas, para que carguen sobre ellos las culpas de cuanto ocurra
En marzo de 1897 el presidente del Gobierno conservador, C¨¢novas del Castillo, es todo menos optimista sobre el curso de la guerra de independencia cubana, pero no encuentra otra salida que continuarla, y para ello escribe al general Weyler, encareci¨¦ndole que haga algo, tal vez peque?as reformas en el oeste de la isla. Por su parte, no har¨¢ nada. "Es lo ¨²nico que puedo intentar para no dejar perder los frutos de la guerra (sic), o para caer al menos con honor, dejando a otros la responsabilidad del inevitable desastre".
Semejante escapismo recuerda a la posici¨®n que Rajoy est¨¢ adoptando ahora. Tal vez porque cree en el "inevitable desastre", prefiere seguir esperando en silencio a que otros le resuelvan los problemas que solo a ¨¦l le competen. Esa pasividad, convertida en inhibici¨®n, le lleva a contemplar en silencio los acontecimientos del mismo modo que un registrador de la propiedad espera a que el cliente le traiga sus documentos.
Solo que la pol¨ªtica nada tiene que ver con eso. Tiene legitimidad para decidir despu¨¦s de las entrevistas con S¨¢nchez y Ciudadanos, pero no para verse a s¨ª mismo como monarca que una vez escuchados los pol¨ªticos, nada tiene que decir. Ese vac¨ªo ha quedado de manifiesto de forma espectacular cuando Felipe VI ha marcado ante los espa?oles unas l¨ªneas maestras de defensa del orden constitucional en Catalu?a. No espere el Rey que el primer ministro se arriesgue a proponer nada para desarrollarlas. Parece que como C¨¢novas est¨¢ esperando a que los dem¨¢s de su entorno tomen iniciativas, para que carguen sobre ellos las culpas de cuanto ocurra, como sucedi¨® el 1-O.
Tal es el caso de la vicepresidenta Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, sometida ahora a una reprobaci¨®n del PSOE. Nada tiene de extra?o pensando que de las claras tomas de posici¨®n constitucionalistas de Pedro S¨¢nchez se han visto siempre corregidas por su interpretaci¨®n restrictiva a cargo de Margarita Robles. Una vez cumplida una excelente labor frente al terrorismo de Estado, desde sus d¨ªas con Belloch, Robles dio sobradas pruebas de una rigidez insalvable para afirmar, m¨¢s que argumentar sus posiciones, fueran estas la petici¨®n de legalizar Herri Batasuna en 2005 o su actitud ante la persecuci¨®n sufrida por el juez Garz¨®n. Confund¨ªa la oposici¨®n al PP con una obsesiva descalificaci¨®n, incluso cuando -conversaciones de Lausana- la actitud de Aznar no se prestaba a ello.
Posiblemente la reprobaci¨®n de Soraya resulte muy satisfactoria para esa voluntad punitiva, cuando lo l¨®gico ser¨ªa exigir del Gobierno una explicaci¨®n precisa del 1-O, para luego proceder en consecuencia. ?No perciben S¨¢nchez y Robles que con este paso, aqu¨ª y ahora, est¨¢n prestando el mejor servicio a Puigdemont?
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