¡°Mi perra me salv¨® la vida¡±
El animal despert¨® a Ana Lauteria y logr¨® huir del fuego en Nigr¨¢n. Las vecinas Angelina Otero y Maximina Iglesias murieron al no poder seguir al coche policial que las guiaba
Ser¨ªan sobre las seis y media de la tarde cuando Lucinda, una pastora alemana de poco m¨¢s de un a?o, empez¨® a aullar y a rascar la puerta de la vivienda de Ana Lauteria y Jos¨¦ Pereira. ?l hab¨ªa bajado a la Casa da Cultura de Camos (Nigr¨¢n, Pontevedra) para echar la partida, y hab¨ªa dejado a su esposa descansando en la cama. Al hombre lo llaman O Coxo, "el cojo", porque a causa de una par¨¢lisis y una posterior rotura de cadera necesita bastones para andar. Ella tambi¨¦n precisa muletas: acumula cinco operaciones en las piernas y lleva una pr¨®tesis en la izquierda. Le duelen mucho las articulaciones, tiene asma y toma pastillas para dormir. "Si no fuera por Luci, Lucinda, hoy estar¨ªa muerta. Mi perra me salv¨® la vida. Me avis¨® de que ten¨ªa que despertar porque ya ten¨ªamos el fuego encima. Cog¨ª las muletas y escap¨¦ como pude hasta que vi a los bomberos en la carretera. Somos dichos¨ªsimos", exclama Lauteria en medio de la desolaci¨®n del lugar de Sobral, a menos de un kil¨®metro del escenario en el que a¨²n humea la Kangoo en la que murieron atrapadas Angelina Otero y Maximina Iglesias.
Pereira cobra una pensi¨®n de unos 300 euros y sonr¨ªe porque se han salvado su esposa y su casa: la humilde construcci¨®n a¨²n sin rematar que lograron levantar con ayuda de muchos vecinos de Camos despu¨¦s de que, hace siete a?os, ardiese por un accidente dom¨¦stico la otra prefabricada en que viv¨ªan. "Nosotros no tenemos nada, pero es todo lo que tenemos", dice mientras hace recuento de las palomas que se le murieron asfixiadas. "Son unas 70. Yo no las criaba para vender ni comer ni nada. Las ten¨ªa porque me gustaban". Al matrimonio le hab¨ªan regalado le?a para este invierno y tambi¨¦n la perdieron. Lo mismo que la diminuta huerta que cultivaban en el m¨ªnimo per¨ªmetro de su parcela, cercada por bosques de inmensos eucaliptos. Por fuera de la puerta de su casa sin pintar se ven las rozaduras desesperadas de Lucinda.
Pero Maximina y Angelina no tuvieron la misma suerte. Hab¨ªan quedado como todos los domingos a las cuatro y media de la tarde, en la casa de la primera, para jugar a las cartas; a la brisca, que es lo que ellas dominaban. Estaban, como siempre, con su amiga E. Esta vecina de Chandebrito (Nigr¨¢n), que no quiere salir en la prensa con su nombre, est¨¢ segura de que ella tambi¨¦n habr¨ªa ca¨ªdo en la trampa mortal del monte si no fuese porque, en medio de una partida, tuvo que marchar para ayudar a proteger la casa de su cu?ada, donde hab¨ªan prendido unas pavesas. "Las dej¨¦ a las dos sentadas a la mesa, pero el fuego empez¨® a subir y atraves¨® volando entre las casas y ya solo me preocup¨¦ por buscar a mi marido, que hab¨ªa ido a salvar a las ovejas. Despu¨¦s escapamos a Vigo en el coche de un vecino". Vestida a¨²n con una camiseta taladrada por las chispas, E. cuenta la tragedia delante de su casa, con las persianas derretidas por el insoportable calor y el Audi descapotable de su hijo, de profesi¨®n mec¨¢nico, totalmente devorado sobre el asfalto del jard¨ªn.
Chandebrito y Camos, en el municipio de Nigr¨¢n, y Coruxo y Fragoselo, ya en el t¨¦rmino de Vigo, conforman la zona cero de la cat¨¢strofe en la comarca. Una descomunal mancha masacrada, salpicada de cobertizos, huertos y veh¨ªculos calcinados y coronada por el pico de O Castro, donde muchos vecinos, ante la imposibilidad de huir, acabaron refugi¨¢ndose juntos en s¨®tanos mientras otros procuraban salvar sus bienes con cubos y mangueras hasta que se secaron los pozos. Emilio Abel, veintea?ero, se hab¨ªa quedado solo en casa porque sus padres y sus abuelos hab¨ªan salido de comida familiar. A media tarde regresaron pero la carretera ya estaba cortada y no les dejaron acudir en ayuda del chico. "Llam¨¦ al 112 una y otra vez, y cuando al fin me atendieron me dijeron que estuviese tranquila, que en O Castro estaban trabajando los medios de extinci¨®n. Pero luego llamaba a mi hijo y no era as¨ª", relata Reme. "Emilio defendi¨® ¨¦l solo la caseta de los animales, la casa, la le?a, todo", hasta que acabaron derriti¨¦ndose las canalizaciones y se qued¨® sin agua.
Maximina Iglesias, viuda, y Angelina Otero, casada y con cuatro hijas, subieron a la furgoneta que les ofreci¨® la novia de un vecino y fueron de las primeras en dejar el n¨²cleo de la iglesia de Chandebrito. "Iban justo detr¨¢s del coche policial", explica V¨ªctor Manuel Vidal, el presidente de los vecinos. "Mandaron salir a la gente en direcci¨®n a Camos porque parec¨ªa que por ah¨ª se hab¨ªa abierto una posibilidad, pero al llegar casi al cruce de la carretera provincial la polic¨ªa dio la vuelta porque las llamas se les echaban encima". La conductora de la Kangoo no logr¨® maniobrar y acab¨® zambull¨¦ndose con su veh¨ªculo en un incendio tan alto como los eucaliptos. El fuego engull¨® al instante las ruedas. Consigui¨® salir y se quem¨® las piernas y los brazos intentando abrir las puertas de atr¨¢s, donde iban sus pasajeras. "Las cerraduras debieron de hincharse con el calor", aventura Vidal. Nadie pudo rescatar los cad¨¢veres abrasados en toda la noche.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.