¡®Electoralizar¡¯ la Justicia

Se ha dicho que hab¨ªa una supuesta norma no escrita por la cual los Tribunales, en per¨ªodo preelectoral, no deb¨ªan tomar decisiones respecto de los pol¨ªticos para no influir en los resultados; en realidad, la ¨²nica norma existente y escrita, es que no deben los pol¨ªticos intentar con sus actuaciones influir en las decisiones judiciales. Cuando al fin al separatismo insurrecto le ha llegado la hora de rendir cuentas ante la Justicia por encararse abierta y frontalmente contra la ley, se subvierte aquella m¨¢xima no escrita, y son los pol¨ªticos quienes con su conducta procesal ¨Calgunos en fuga- buscan la decisi¨®n judicial que influya en los resultados electorales. Al fin, pues, la verdadera judicializaci¨®n de la pol¨ªtica, pero por la v¨ªa de la instrumentalizaci¨®n electoral de sus obligadas decisiones.

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Porque hay en Espa?a un electorado que quiere ser representado por pol¨ªticos que buscan la adhesi¨®n de los ciudadanos por la v¨ªa del quebrantamiento de la norma que rige la convivencia entre ellos. Son los pol¨ªticos fugados y los ya encarcelados, pero tambi¨¦n, y ahora ya sin ambig¨¹edades, su cooperador populista, que alienta el derribo de lo existente para aprovechar los escombros, aunque no se sepa muy bien para construir qu¨¦. Son los mismos que argumentan que al aplicarse la ley a quien la vulnera se estimula la desafecci¨®n al Estado (de Derecho): la famosa "f¨¢brica de independentistas", de cuya supuesta producci¨®n en serie se lamentan en contradictoria acrobacia argumental los propios independentistas y sus aliados.

En ese intento de derribar, olvidando ¨Co ignorando ¨C d¨®nde est¨¢ Espa?a en el concierto de las naciones en cuanto a garant¨ªas del proceso debido, endilgaron las primeras condenas, fr¨ªvola e irresponsablemente, a motivos pol¨ªticos, extrajur¨ªdicos, a la prevaricaci¨®n en definitiva. As¨ª, lo mismo que "presos pol¨ªticos" fueron los Jordis, lo son ahora los dem¨¢s encarcelados; "opositores" detenidos "por sus ideas" y no por sus actos. Todo vale para el derribo.

Tras cinco a?os de martilleante anuncio del "choque de trenes", ya sabemos que el choque no era contra el PP, ni siquiera contra el Gobierno con su absurdo disparo al aire del 155 devolvi¨¦ndole al sublevado la pistola cargada. El choque era contra el muro de la realidad: la que representa la legalidad procesal y penal, prosaica, pero que es trasunto de la voluntad popular, que protege a la sociedad cautelarmente de quien gravemente quiebra la convivencia con riesgo de reincidir e intentar librarse a las bravas de las consecuencias.