Un acosador a su exnovia: ¡°Anoche estuve en tu casa, mientras dorm¨ªas¡±
El calvario que vivi¨® una chica tras romper con su expareja despechada: la atosigaba con mensajes, creaba grupos de WhatsApp para sortear los bloqueos y le enviaba m¨²sicos al trabajo
Cada vez que recib¨ªa flores, ositos de peluche o comida en el trabajo, o ve¨ªa al violinista tocando y cant¨¢ndole a las puertas de su oficina, Beatriz (nombre ficticio para no desvelar su identidad real) no sab¨ªa d¨®nde meterse. Se pon¨ªa nerviosa y sus ojos se llenaban de l¨¢grimas de temor. Sab¨ªa qui¨¦n estaba detr¨¢s. Pedro, su expareja sentimental, la ten¨ªa, adem¨¢s, acribillada a mensajes. Ella le hab¨ªa pedido que no le escribiese m¨¢s, que entre ellos ya no hab¨ªa nada. Le bloqueaba en Internet, pero todo era in¨²til: se pon¨ªa en contacto con ella por las v¨ªas m¨¢s inimaginables. Los tres primeros meses de este a?o fueron una tortura para Beatriz. El acoso de su expareja afect¨® gravemente a su vida personal y laboral. Hasta su jefe lleg¨® a interceder para pedir a Pedro que, por favor, la dejase tranquila, que Beatriz lo estaba pasando mal. Pero Pedro, de 24 a?os, dos m¨¢s que ella, no atend¨ªa a razones.
En su mente intuy¨®, y as¨ª lo confesar¨ªa m¨¢s tarde ante el juez, que cuanto m¨¢s insistente fuera, m¨¢s le gustar¨ªa a ella. Un grave error.
Ni siquiera tras denunciarle la dej¨® en paz. El acosador ide¨® en su mente, y as¨ª lo confesar¨ªa m¨¢s tarde ante el juez, que cuanto m¨¢s insistente fuera, m¨¢s le gustar¨ªa a ella y pens¨® que era la mejor forma de retomar la relaci¨®n, muchas veces turbulenta. La realidad le desminti¨®.
En la noche del pasado 25 de marzo, el vaso se colm¨®. Pedro se present¨® en casa de los padres de Beatriz, sin haberle invitado nadie, embauc¨® al padre y consigui¨® que le invitase a cenar, mientras ella dorm¨ªa en la planta de arriba de la casa. El hombre ignoraba el acoso que estaba sufriendo su hija y que la relaci¨®n llevaba rota meses. Prefiri¨® no contarle nada para no preocuparle. Pens¨® que, si no respond¨ªa a los agobiantes mensajes, acabar¨ªa olvid¨¢ndose de ella. El 25 estuvo dos veces en su casa. Por la ma?ana, a las 7.30, se hab¨ªa acercado a la puerta de la casa, sin que le vieran, y dej¨® un osito de peluche colgado en el pomo. El mismo que Beatriz le hab¨ªa regalado cuando aun sal¨ªan juntos.
Pero lo de la cena fue demasiado. Beatriz se enter¨® de la visita nocturna al d¨ªa siguiente. El propio Pedro se lo escribi¨® en un mensaje. Parec¨ªa capaz de todo, y el guion de una pel¨ªcula de terror. Al abrir el correo a la ma?ana siguiente de la cena, la mujer contuvo la respiraci¨®n: "Anoche estuve en tu casa cenando con tu padre, mientras dorm¨ªas; me habr¨ªa gustado subir y darte un beso", le solt¨®.
"En una relaci¨®n", declar¨® al juez, "hay que luchar por la otra persona y estar a las duras y a las maduras".
Beatriz decidi¨® romper la relaci¨®n que durante varios meses del a?o 2016 hab¨ªan mantenido con Pedro a finales de diciembre de 2016. Y le ofreci¨® ser amigos. Pedro hizo o¨ªdos sordos y desde entonces no dej¨® de ponerle mensajes diarios, durante enero, febrero y marzo, por decenas y sorteando todo tipo de bloqueos. Se aferr¨® a un comentario que ella le hizo en una ocasi¨®n cuando a¨²n sal¨ªan juntos. Seg¨²n explicar¨ªa m¨¢s tarde ante un juez, ella le coment¨® que una de las cosas que le hab¨ªa gustado de ¨¦l era "su constancia en atenciones" hacia ella.
El acoso era tal que lleg¨® un momento en que ella le dijo que ni amigos ni nada, que la dejase en paz. Y ah¨ª empez¨® su tortura: mensajes ininterrumpidos a trav¨¦s de WhatsApp, Line, correos electr¨®nicos, llamadas que ella no descolgaba... El contenido de los mensajes depend¨ªa de los ¨¢nimos del d¨ªa. Una veces le ped¨ªa que le llamase urgentemente y otras le hac¨ªa reproches o proposiciones sexuales. A diario, un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, durante meses. Cientos de mensajes. Beatriz le bloque¨® en el WhatsApp, a lo que ¨¦l respondi¨® creando grupos de esta aplicaci¨®n con amigos de ambos. Un d¨ªa cre¨® hasta cinco grupos para burlar los sucesivos bloqueos.
Beatriz cambi¨® tres veces de n¨²mero de tel¨¦fono, pero los mensajes segu¨ªan lleg¨¢ndole sin tregua a trav¨¦s de las m¨¢s inesperadas aplicaciones. "Por favor, d¨¦jame en paz, si sigues as¨ª te voy a denunciar", lleg¨® a suplicarle.? Pedro respondi¨® envi¨¢ndole a su trabajo comida, ramos de rosas con ositos de peluche e incluso, en dos ocasiones, a una violinista que, a la vez que tocaba desde la puerta de la calle, le cantaba canciones. Beatriz ni se asomaba. Una vez eligi¨® el d¨ªa de los enamorados para las serenatas.
Hostigamiento sin fin
Su jefe confesar¨ªa m¨¢s tarde que durante ese tiempo la not¨® "taciturna, muy nerviosa y con mucho miedo".? Desesperada, decidi¨® denunciar su situaci¨®n ante la polic¨ªa el pasado 29 de marzo. Pero incluso sabi¨¦ndose denunciado, sigui¨® con el acoso e intent¨® verla. La esper¨® cerca de su casa, dentro de un coche. Ella le vio, se acerc¨® al coche y le dio un "bofet¨®n", confes¨® Pedro al juez m¨¢s tarde. La denuncia de Beatriz gener¨® un juicio de los llamados r¨¢pidos. Se celebr¨® en el Juzgado de lo Penal 35 de Madrid. La condena fue de 13 meses de c¨¢rcel por acoso y hostigamiento y la prohibici¨®n de acercarse a ella a menos de 500 metros ni entablar comunicaci¨®n alguna por ninguna v¨ªa durante al menos tres a?os. La Secci¨®n 27 de la Audiencia de Madrid ha confirmado la pena.
En el juicio, Pedro declar¨® que actu¨® as¨ª guiado "por el amor que sent¨ªa por ella", convencido de que, al ver la "constancia en sus mensajes y atenciones", ella volver¨ªa con ¨¦l. "En una relaci¨®n", declar¨® en el juicio, "hay que luchar por la otra persona y estar a las duras y a las maduras". Los jueces no advirtieron en Pedro ninguna patolog¨ªa mental, s¨ª una distorsi¨®n sobre c¨®mo obtener el afecto o cari?o de otra persona sin llegar al hostigamiento.
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