El medio es el poder
Con el Scha, como con Puigdemont, todo hubiera sido diferente si no hubiera logrado la expulsi¨®n del cl¨¦rigo de Irak a Francia
La afortunada campa?a de Puigdemont desde el pa¨ªs de las moules, los bombones y la kriek, tiene un antecedente hist¨®rico y con similares efectos positivos. Fue el ayatol¨¢ Jomeini en 1978, quien desde su exilio en los alrededores de Par¨ªs rompi¨® su incomunicaci¨®n con la sociedad iran¨ª, bombardeando al Sha con miles de cassetes. En este juego de artiller¨ªa, los medios del Sha fueron literalmente barridos. Entonces como ahora, todo hubiera sido diferente si el Sha no hubiera logrado la expulsi¨®n del cl¨¦rigo de Irak a Francia. Irak estaba m¨¢s cerca, pero all¨ª Jomeini carec¨ªa de la libertad absoluta de expresi¨®n que le proporcion¨® Giscard d'Estaing.
Ni Jomeini hubiera derrocado al Sha en cuesti¨®n de meses, ni un Puigdemont en obligado silencio estar¨ªa ahora al frente de la pol¨ªtica separatista desde B¨¦lgica. Es un juego olvidado del papel ejercido en la historia por el control de los medios. B¨¦lgica tiene una extra?a ejecutoria de comportamientos an¨®malos. Ellos en el ¨²ltimo siglo como siempre presididos por una prestancia formal en la pol¨ªtica y en la justicia. Por la mente de la mayor¨ªa de los belgas, no pasa el recuerdo de un siglo de genocidios en el Congo-colonia y con Mobutu-neocolonia, traducidos en grandes monumentos de piedra hecha de sangre. El Museo de Historia Colonial esconde en su reforma lo esencial, e, incluso, la imborrable estatua de la coartada ideol¨®gica del crimen-el soldado belga que protege a la madre negra del feroz musulm¨¢n- tiene prohibida la fotograf¨ªa. Las cortinas de humo no desaparecen sobre el 40-45 en que brillaron hombres como Ren¨¦ Magritte. Solo faltaba el caos derivado de la existencia de un partido flamenco filonazi para explicar el tolerantismo con Puigdemont. Los belgas franc¨®fonos no quieren ni mirar el engendro, que tienen introducido en el propio gobierno. En la gran librer¨ªa del pasaje, en Bruselas, no hay ni un solo estudio riguroso en franc¨¦s sobre el tema.
Y desde el caos al campo libre para las estrategias jur¨ªdicas torticeras. Pero no se deja en claro que la definici¨®n espa?ola de rebeli¨®n enlaza con la condena de treinta a?os que en el c¨®digo belga adscribe a quienes atenten para destruir la forma de gobierno. Y hay m¨¢s. El auto judicial de 5 de noviembre, dejando libre el catal¨¢n se qued¨® en los requisitos formales y si hubo otros- por algo Puigdemont dej¨® de dar ruedas de prensa-, dejaron abierta la puerta a la insostenible actuaci¨®n sediciosa, p¨²blica y cotidiana, de Puigdemont en su guerra protegida contra la democracia espa?ola. Cabe preguntarse si en alg¨²n otro estado de la UE hubiera podido ponerse en marcha un exitoso programa semejante de descalificaci¨®n y agresi¨®n contra otro socio europeo.
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