Rep¨²blica de aire
El Gobierno de Rajoy ser¨¢ tan inepto, corrupto y derechista como se quiera ¨Clo es, ciertamente, y merece la mayor reprobaci¨®n¡ª, pero el Estado es mucho m¨¢s que Rajoy, que el PP y que el Gobierno
Hemos entrado definitivamente en una fase nueva. El proc¨¦s termin¨® y termin¨® mal, con una declaraci¨®n de independencia sin arriar la bandera del pa¨ªs del que se escind¨ªa el Gobierno secesionista, sin un solo decreto inaugural, ni balconing ni discurso de manos a la obra. El que hizo Puigdemont desde Girona al d¨ªa siguiente de la falsa proclamaci¨®n de la nonata rep¨²blica fue una ceremonia de la confusi¨®n vergonzosa, de la que nadie retiene ni siquiera una frase de gloria. El independentismo hubiera corrido a gorrazos a los dirigentes que les prometieron la luna de una rep¨²blica catalana si no hubiera sido por los presos, el 155 y el destierro belga, que transformaron la decepci¨®n por el comportamiento del Govern en ira y resentimiento contra el Estado, Rajoy y los partidos que apoyaron el 155.
La carga de mentiras piadosas que ha acompa?ado al proc¨¦s ha sido espectacular. Este cap¨ªtulo ha quedado cerrado: los fieles procesistas saben que no habr¨¢ independencia ni a corto ni a medio plazo y que hay que acomodarse a la desagradable expresi¨®n de conformismo de que eso es lo que hay, una rep¨²blica de aire. Las prisas, los plazos sin pr¨®rroga, las hojas de ruta y las fechas gloriosas que conduc¨ªan indefectiblemente al para¨ªso han pasado a mejor vida. Ni 2014 ni 2017. De momento, nunca. Hacer rep¨²blica no significa nada.
Tambi¨¦n ha sucedido con la unilateralidad, reivindicada hasta el 27 de octubre como la s¨ªntesis anticipada de la plena soberan¨ªa, y enmascarada ahora bajo la aceptaci¨®n resignada de la bilateralidad. Renunciar a ella es solo un primer paso, porque tampoco habr¨¢ bilateralidad propiamente dicha, es decir, una relaci¨®n de igual a igual. El pelda?o que todav¨ªa no se ha descendido, desde el pedestal de la secesi¨®n obligatoria, es el de la legalidad constitucional. Los instrumentos coercitivos para impedir la vulneraci¨®n de la legalidad est¨¢n m¨¢s afilados que nunca, de forma que pronto quedar¨¢ bien claro que ahora se trata de ver c¨®mo se gobierna la autonom¨ªa sin vulnerar la Constituci¨®n y a la vez sin traicionar la ideolog¨ªa independentista. Ser¨¢ lo m¨¢s parecido a como se ha gobernado hasta que empez¨® el proc¨¦s. Puede que haya sido un buen ejercicio de realismo del que salgamos todos algo mejores. Ojal¨¢.
Entre los muchos pelos que nos hemos dejado en esta gatera, hay una idea de las m¨¢s apreciadas por todo el soberanismo, que como se sabe desborda al independentismo en sentido estricto. Algunos siguen hablando del derecho a decidir y de su materializaci¨®n en un refer¨¦ndum legal y acordado. Pero si estaba lejos antes del desenlace tumultuoso y dram¨¢tico del proc¨¦s, m¨¢s lejos est¨¢ ahora. Nada se podr¨¢ hacer sin el acuerdo y consulta al conjunto de la ciudadan¨ªa espa?ola. Tambi¨¦n ha quedado en evidencia el empate paralizador para cualquier decisi¨®n plebiscitaria que se vive en Catalu?a, donde ninguna de las dos mitades est¨¢ dispuesta a admitir que por unos pocos votos sea la otra la que imponga su voluntad sobre todos. Todo est¨¢ a punto para el pacto o para un enfrentamiento civil todav¨ªa m¨¢s grave del atisbo que hemos tenido hasta ahora.
Hay m¨¢s cosas que han cambiado en esta nueva fase. Los dirigentes ya intu¨ªan que la historia iba a cobrarse un precio elevado, pero ahora han tomado plena consciencia e incluso han descubierto a cu¨¢nto sub¨ªa y que quiz¨¢s no ser¨ªan capaces o no estar¨ªan dispuestos a pagarlo. El proc¨¦s lejos de salir gratis, como hab¨ªan imaginado algunos, est¨¢ pasando elevadas facturas personales y colectivas. Aquel independentismo que lleg¨® a creer en la fuerza imparable del deseo expresado en las urnas ya sabe que si se empe?a en seguir el mismo camino encontrar¨¢ obst¨¢culos quiz¨¢s insalvables y tendr¨¢ que abonar un precio quiz¨¢s m¨¢s alto de lo que corresponde al objetivo buscado y sin garant¨ªas de que vaya a conseguirlo.
Son muchos los t¨®picos del independentismo que han quedado hecho a?icos. Nada se puede obtener sin una enorme paciencia estrat¨¦gica y una gran contenci¨®n t¨¢ctica, lo contrario exactamente del activismo astuto y febril de Puigdemont. Nada se obtendr¨¢ sin pagar precio, sin sacrificios merecedores de cuidadosos c¨¢lculos previos respecto a su equivalencia en beneficios. La cohesi¨®n del pa¨ªs, la buena marcha de la econom¨ªa o el prestigio exterior no pueden quedar fuera del balance, como ha sucedido hasta ahora. Tampoco cabe prescindir de una mitad de catalanes, mayoritariamente de apellidos al¨®genos y de lenguas materna castellana, sin consolidar un nacionalismo ¨¦tnico de nula credibilidad democr¨¢tica y enorme peligrosidad pol¨ªtica. Este es el coste humanamente m¨¢s alto y m¨¢s insoportable.
La lecci¨®n mayor para el independentismo debiera tomarla de la caracterizaci¨®n de lo que es un Estado. Quer¨ªan uno para los catalanes solos,? pero no sab¨ªan propiamente qu¨¦ era un Estado. S¨²bitamente, por su mala cabeza rupturista, ahora el independentismo se ha ca¨ªdo del guindo y lo est¨¢ comprobando. El Gobierno de Rajoy ser¨¢ tan inepto, corrupto y derechista como se quiera ¨Clo es, ciertamente, y merece la mayor reprobaci¨®n¡ªpero el Estado es mucho m¨¢s que Rajoy, que el PP y que el Gobierno. Viene de lejos y su fuerza deriva, entre otras cosas, de que es reconocido como tal por sus pares, iguales que el espa?ol en el monopolio legal de la coerci¨®n para su supervivencia y para el mantenimiento de la integridad territorial. Nadie da las gracias a quien le quita la cartera.
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