Anticatalanistas, antipatriotas

Son nacionalistas, son independentistas, eso nadie lo puede dudar. Pero no son catalanistas, ni tampoco son patriotas. Los catalanistas quieren hacer grande y fuerte Catalu?a. Los patriotas est¨¢n dispuestos a hacer todos los sacrificios personales que sea necesario por el bien de la colectividad.

Los dirigentes que tienen ahora en sus manos la conducci¨®n de lo que llamaban proceso soberanista, y que se ha convertido en una pesadilla de autodestrucci¨®n en direcci¨®n a la nada, han conseguido en muy poco tiempo que Catalu?a sea m¨¢s d¨¦bil y m¨¢s peque?a, menos influyente y menos prestigiada en Espa?a y en el mundo.

Su disparatada deriva unilateralista es la que ha dado fuerza a la derecha m¨¢s inmovilista y centralista en Madrid y ha despertado unos sentimientos identitarios espa?oles que hasta ahora se encontraban larvados en Catalu?a. Su ruptura de la legalidad de los d¨ªas 6 y 7 de septiembre es la que ha expulsado a empresas e inversiones y ha abocado a Catalu?a a que por primera vez en la historia contempor¨¢nea ya no sea la regi¨®n vanguardista en el crecimiento econ¨®mico cuando el conjunto de Espa?a y de Europa est¨¢ creciendo. En definitiva, han destrozado el catalanismo y su transversalidad, la ¨²nica fortaleza en la que los catalanes podemos confiar para negociar con buenos resultados nuestro lugar dentro de Espa?a.

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Ahora, insatisfechos con los p¨¦simos resultados de sus c¨¢lculos err¨®neos sobre el proceso, estos dirigentes quieren empantanar el pa¨ªs y sus instituciones con el absurdo dilema entre una investidura de Puigdemont que no se producir¨¢ y unas elecciones que ni siquiera se sabe c¨®mo se deben convocar y en qu¨¦ plazos. La trituradora del proceso empieza a da?ar las propias instituciones catalanas de autogobierno y conduce al pa¨ªs a una par¨¢lisis, expresamente buscada, con la personalizaci¨®n y el radicalismo de Puigdemont y de sus partidarios, totalmente cegados y sin el m¨¢s m¨ªnimo sentido de bien com¨²n y de patria que los pudiera llevar a razonar y a sacrificarse.

Puigdemont, definitivamente, es el presidente del 155. Su inter¨¦s es que nunca se levante e incluso que se aplique de forma a¨²n m¨¢s rigurosa, como algunos pidieron antes del 27 de octubre. Las instituciones de autogobierno tan costosamente conquistadas le importan un bledo. Prefiere sacrificarlas y que los catalanes nos quedemos sin nada, en una especie de preautonom¨ªa, antes que bajar del burro y admitir que ha perdido la partida y que es hora ya de gobernar y luego de dialogar y pactar para asegurar el autogobierno y si es posible mejorarlo.