Puigdemont y la fantas¨ªa de lo imposible
El 'expresident' cree que sus compa?eros le han sacrificado. Es pronto para saber si acierta, pero desde luego es tarde para que ¨¦l lidere la reconciliaci¨®n que urge en Catalu?a
Los mensajes de m¨®vil de Carles Puigdemont revelan que el expresident ha asumido su derrota. Otra cuesti¨®n es que una vez divulgados intente mantener la llama de que su investidura es posible pese a estar pr¨®fugo de la justicia y con la amenaza cierta de cumplir a?os de c¨¢rcel como cabecilla de la insurrecci¨®n fallida si decide volver a Espa?a. Su empecinamiento, que supondr¨ªa prolongar el bloqueo de la pol¨ªtica catalana y espa?ola en los pr¨®ximos meses, persigue enviar de nuevo al abismo al conjunto del independentismo, que tiene en su mano acabar con el artificio de la candidatura de Puigdemont a poco que analice las consecuencias.
La aplicaci¨®n del 155 se alarga. Es la gran paradoja. Si Puigdemont empuja al bloqueo pol¨ªtico, el Gobierno de Mariano Rajoy seguir¨¢ al frente de las instituciones de autogobierno de Catalu?a. Las pla?ideras apelaciones del separatismo a que lo m¨¢s urgente es recuperar el control de las instituciones quedar¨ªan, de esta manera, supeditadas a las enso?aciones del expresident.
Los excarcelamientos se alejan. Oriol Junqueras, Jordi S¨¤nchez, Jordi Cuixart y Joaquim Forn contin¨²an en prisi¨®n porque el magistrado del Tribunal Supremo que investiga a los l¨ªderes del proc¨¦s estima que pueden incurrir en reiteraci¨®n delictiva. El empe?o de Puigdemont en seguir echando un pulso al Estado es un elemento que el juez Pablo Llarena, con toda seguridad, valora cada vez que tiene que pronunciarse sobre las peticiones de puesta en libertad de todos ellos, piezas clave en la intentona secesionista. Cierta normalidad democr¨¢tica aliviar¨ªa la situaci¨®n procesal de los encarcelados, m¨¢rtires semiolvidados por el expresident.
Los investigados y la c¨¢rcel. Si Puigdemont impone su criterio en el Parlament, los diputados investigados por el Supremo tendr¨¢n que afrontar el riesgo cotidiano de ingresar en prisi¨®n. Varios de ellos (Carme Forcadell, Josep Rull, Ra¨¹l Romeva, Jordi Turull ...) est¨¢n en libertad bajo fianza con la advertencia del juez Llarena de que su situaci¨®n puede ser reversible si vuelven a tener la tentaci¨®n de reemprender v¨ªas ilegales. Justo lo que quiere Puigdemont.
La discordia en el independentismo. Aunque el separatismo no ha sido ni es un bloque homog¨¦neo, s¨ª es cierto que se ha conjurado durante a?os para ocultar sus diferencias con el fin ¨²ltimo de conseguir la ruptura. El ba?o de realidad que sufri¨® tras el 1-O ha llevado a los sectores m¨¢s posibilistas a optar por un repliegue temporal, un acatamiento t¨¢ctico de la legalidad. Es un secreto a voces que ERC y buena parte del PDeCAT piensan que Puigdemont es un pol¨ªtico amortizado, pero no se atreven a explicitarlo. Es m¨¢s, salvo alguna excepci¨®n, lo reivindican a diario. En cualquier caso, la ciza?a est¨¢ sembrada y, hoy por hoy, Puigdemont divide m¨¢s que une al independentismo.
Nuevas elecciones y ca¨ªda de ERC. Contra pron¨®stico, Puigdemont consigui¨® que su candidatura fuera la m¨¢s votada del bloque independentista en las elecciones del 21-D, en detrimento de ERC, que part¨ªa como favorita. Los m¨¢s fieles subrayan desde entonces la letan¨ªa ¡°Puigdemont o elecciones¡±, la opci¨®n que parece preferir el expresident. Sus c¨¢lculos pasan por llegar a esa cita como l¨ªder ¨²nico del independentismo, ser la lista m¨¢s votada y hundir a¨²n m¨¢s a ERC. Es de suponer que los l¨ªderes de Esquerra conocen este plan.
Cambio generacional taponado. La actual generaci¨®n de l¨ªderes separatistas ha llegado muy lejos (un 47% de los votantes de Catalu?a opta por partidos independentistas), pero no ha conseguido la meta perseguida. Y sabe que no lo va a conseguir. El sector del separatismo que entiende que esta es una carrera de fondo defiende un cambio generacional para dise?ar un nuevo proyecto independentista ¡ªes deseable que dentro de la legalidad¡ª. De ah¨ª, la decisi¨®n de ERC de situar a Roger Torrent (38 a?os) como presidente del Parlament o la del PDeCAT de entregar el control de la antigua Converg¨¨ncia a Marta Pascal (34). Uno y otro son figuras desdibujadas por Puigdemont, que en su deriva puede acabar con la incipiente carrera pol¨ªtica de ambos nada m¨¢s empezar. Y la de todo aquel que se le acerque.
Tras la divisi¨®n, el hartazgo social. Completamente subjetivo, pero a la vez tangible. Tras haberse fracturado en dos mitades irreconciliables, la sociedad catalana se acerca al hast¨ªo con el monotema independentista. De buen gobernante, aunque pueda parecer ingenuo, es pensar en la sociedad, en toda la sociedad. Y cuando Puigdemont habla solo se dirige a una parte de Catalu?a. Exactamente, a la mitad. Extra?a manera de construir una rep¨²blica, un pa¨ªs o dirigir una asamblea de vecinos.
Econom¨ªa a la expectativa. El proc¨¦s caus¨® no solo la fuga de m¨¢s de 3.000 empresas de Catalu?a, sino un evidente empeoramiento de los indicadores macroecon¨®micos. La par¨¢lisis de la Administraci¨®n catalana perjudica a las empresas contratistas y la inestabilidad espanta a los inversores. Alargar el caos pol¨ªtico es alargar la incertidumbre econ¨®mica.
El histrionismo de algo muy serio. El plan secesionista de Catalu?a ha sido el mayor desaf¨ªo de la democracia espa?ola en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. Dilapidado el capital pol¨ªtico del catalanismo pactista, Puigdemont, de la mano de ERC y la CUP, ha arrastrado el nacionalismo a las cotas m¨¢s bajas de prestigio en Espa?a y Europa. Ya en el exilio de Bruselas, sus actitudes se han acercado al histrionismo. El nacionalismo catal¨¢n no es esto. O no lo era.
El Estado de derecho no ceder¨¢. Y una ¨²ltima raz¨®n debe llevar al independentismo a concluir que est¨¢ en un callej¨®n sin salida. La maquinaria del Estado de derecho, con sus imperfecciones pero homologable a la de cualquier pa¨ªs de nuestro entorno, ha empezado a funcionar y el Supremo no se va a prestar a ning¨²n conchabe. Si Puigdemont vuelve tendr¨¢ que responder sin remedio ante la justicia. Y si no lo hace, vivir¨¢ eternamente en el embeleco del president en el exilio.
De todo cuanto antecede es consciente el independentismo, que camina sin rumbo, secuestrado por un personaje que era secundario en la pol¨ªtica catalana hasta hace dos d¨ªas y que quiere perseverar en una fantas¨ªa imposible. Puigdemont considera ahora que sus compa?eros de aventura le han sacrificado al no desobedecer al Constitucional. A¨²n es pronto para saber si su diagn¨®stico es acertado, pero desde luego es tarde para que ¨¦l lidere la reconciliaci¨®n que urge en Catalu?a.
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