Las 6.000 fortificaciones sin estrenar de Franco
El r¨¦gimen levant¨® en la posguerra en la frontera con Francia miles de b¨²nkeres y puestos de tiro por miedo a un ataque exterior
Desde lo alto del puerto de Otxondo, al norte de Navarra, se ve Francia ah¨ª abajo, a menos de 10 kil¨®metros, y un mensaje en el m¨®vil avisa de que en ese punto la cobertura telef¨®nica ya es la del pa¨ªs vecino. En esos Pirineos de postal -entre ovejas latxas de las que sale el queso Idiazabal y ponis pottokas, muy cerca de un lugar mitol¨®gico para el mundo abertzale como el castillo de Amaiur- se esconde parte de un cap¨ªtulo muy poco conocido de la historia militar reciente de Espa?a. Es la L¨ªnea P, un conjunto de unas 6.000 fortificaciones defensivas que Franco mand¨® construir desde Guip¨²zcoa?a Catalu?a en los a?os cuarenta y cincuenta por miedo a una invasi¨®n extranjera o de la resistencia antifranquista, y que nunca lleg¨® a utilizar.
Excavadas a mano en una roca, al pie de una carretera comarcal o camufladas sobre una loma, estas construcciones de hormig¨®n impresionan a quienes se atreven a entrar en ellas. La mayor¨ªa no tiene un tama?o excesivo, suficiente para que dentro se apostaran entre cinco y 30 militares, seg¨²n el tipo, dispuestos a repeler con artiller¨ªa o fusiles un hipot¨¦tico ataque.
Otras impactan todav¨ªa m¨¢s por sus dimensiones y dise?o. En la cuneta derecha del final del puerto de Otxondo, casi imperceptible para el conductor, se oculta en el interior de la monta?a una de dos plantas, como un d¨²plex, unidas por nada menos que 42 escalones, con un amplio espacio para colocar literas y que los soldados pudieran hacer guardias el tiempo necesario. "Es la ¨²nica de este estilo que hay en Navarra", apunta el sargento Quir¨®s, que hace de gu¨ªa en medio de t¨²neles estrechos, oscuros y embarrados. Su regimiento, Am¨¦rica 66, ha catalogado en los ¨²ltimos tres a?os m¨¢s de 200 en la comunidad foral.
El grueso de las obras empez¨® en 1943 y duraron tres lustros, hasta que el dictador perdi¨® el miedo a una invasi¨®n de las democracias aliadas
Un poco m¨¢s arriba, al lado del trazado del Camino de Santiago, se abre tambi¨¦n dentro de la monta?a un b¨²nker con tres entradas y dos pasillos de 50 metros de largo por los que hay que andar encorvado. "En verano esto est¨¢ imposible de mosquitos", advierte el militar a los m¨¢s intr¨¦pidos. Y casi enfrente, subiendo por una pista de dif¨ªcil acceso, la gran joya de la zona, Alkurruntz, 150 metros de longitud y varios pasadizos laterales excavados a mano en la roca.
"Esta fue una respuesta del r¨¦gimen a su aislamiento internacional y al miedo a una posible invasi¨®n de las democracias aliadas", explica el historiador Diego Gaspar. "De hecho, ya se hab¨ªan producido incursiones de elementos antifranquistas, sobre todo en el valle de Ar¨¢n". La planificaci¨®n comenz¨® en 1939 bajo el nombre oficial de "Organizaci¨®n Defensiva de la Frontera Pirenaica" (la referencia coloquial de "L¨ªnea P" vino despu¨¦s), el grueso de las obras empez¨® en 1943 y duraron tres lustros, hasta que Espa?a sali¨® de su aislamiento y el dictador perdi¨® el miedo a un ataque exterior. Francia hab¨ªa creado una d¨¦cada antes su equivalente, la l¨ªnea Maginot, para protegerse de Italia y Alemania.
Franco proyect¨® unas 10.000 fortificaciones en los 500 kil¨®metros del l¨ªmite con Francia, sin embargo, la cifra final se qued¨® en alrededor de 6.000 (el n¨²mero exacto se desconoce porque muchas siguen ocultas por la vegetaci¨®n). Nunca se usaron para lo que se construyeron, ya que no se produjo la temida invasi¨®n, pero el plan continu¨® activo en el Ej¨¦rcito bien entrada la democracia. "Hasta finales de los ochenta era un tema tab¨² a nivel militar", reconoce un portavoz de Am¨¦rica 66.
De la ejecuci¨®n se encargaron miles de militares. Tambi¨¦n hubo algunos prisioneros, pero, al tratarse de obras secretas, fueron relegados a labores auxiliares, como carreteras de acceso. Las condiciones de trabajo resultaron especialmente duras en invierno. "Nos trajeron camiones Fiat de la guerra de Etiop¨ªa que se helaban y, para arrancarlos, a veces ten¨ªamos que prender una hoguera debajo de ellos", relataba uno de los soldados que trabaj¨® en 1945 en el Pirineo oscense, Manuel Esteban Marco, en el libro Cuando Franco fortific¨® los Pirineos, de Jos¨¦ Manuel Cl¨²a, experto de la L¨ªnea P y creador de tres rutas tur¨ªsticas en Arag¨®n.
"Hasta finales de los ochenta era un tema tab¨² a nivel militar", reconoce un portavoz del Ej¨¦rcito, que ha catalogado m¨¢s de 200 en Navarra los tres ¨²ltimos a?os
La base de operaciones en esta comunidad se instal¨® en la estaci¨®n de tren de Canfranc. All¨ª llegaba el material y dorm¨ªan los obreros en hangares. Desde ese lugar se desplazaban en veh¨ªculos hasta los "nidos" (as¨ª llamaban a las fortificaciones), en mulos cuando la carretera se acababa y andando si era necesario. "Algunos emplazamientos eran complicados de alcanzar. Solo daba tiempo a hacer un viaje al d¨ªa, lo que da una idea de la distancia que hab¨ªa que recorrer, y en muchas ocasiones con una gran pendiente", se?ala.
"El toque de diana lo daban a las siete u ocho de la ma?ana", continuaba Esteban Marco, que cobraba 1,50 pesetas al d¨ªa m¨¢s 50 c¨¦ntimos para aseo. "Desayun¨¢bamos un caf¨¦ a la intemperie y, si quer¨ªamos un bocadillo, nos costaba 1 peseta. Par¨¢bamos una hora para comer y regres¨¢bamos a la base sobre las seis de la tarde. Tengo que admitir que la comida era buena. En invierno, dorm¨ªamos cuatro o m¨¢s compa?eros juntos para pasar el menor fr¨ªo posible. La vida era tan dura que muchos desertaron a Francia y otros se romp¨ªan el calzado para no ir a trabajar".
"La vida era tan dura que muchos desertaron a Francia", explicaba uno de los que realizaron la obra. La mayor¨ªa de los trabajadores fueron militares; hubo pocos prisioneros
Se desconoce el dinero que pudo costar la L¨ªnea P, o al menos no se ha hecho p¨²blico, pero s¨ª existen algunos datos que ayudan a tener una idea del desembolso. "Una memoria de 1956 contemplaba en una zona de Arag¨®n 11 obras por 689.000 pesetas, y solo una de ellas val¨ªa 165.000 m¨¢s 20.000 pesetas en imprevistos y redondeo", detalla Jos¨¦ Manuel Cl¨²a, que hace a?os tuvo acceso a multitud de fichas oficiales en la Capitan¨ªa de Barcelona. "El precio variaba seg¨²n la ubicaci¨®n, el terreno o la altitud. Las hab¨ªa desde 5.000 pesetas". La gran mayor¨ªa ha resistido este m¨¢s de medio siglo sin apenas da?os. "Si tuvi¨¦ramos que usarlas por necesidad de la defensa nacional, tardar¨ªamos una hora en limpiarlas y ocuparlas", asegura el sargento Quir¨®s.
Sin embargo, todo el dinero invertido, los miles de hombres empleados y el esfuerzo por mantener en secreto el plan no se tradujeron en nada efectivo. Al menos, para lo que se construy¨®. Con el paso del tiempo, los lugare?os han reciclado algunas en sitios tan peculiares como picaderos o almac¨¦n de urnas funerarias.
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