?Hasta siempre comandante!
Luis Otero fue el oficial de mayor rango entre los condenados por el franquismo por fundar la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD)

Lo peor de ir cumpliendo a?os, cuando estos van siendo muchos, no son los achaques, sino ver c¨®mo se va despoblando el paisaje con la lenta desaparici¨®n de los amigos. Hoy me ha llegado, con un nuevo frente fr¨ªo del noroeste, la noticia de la muerte de Luis Otero a los 85 a?os.
Nos conocimos en las primeras andaduras de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (verano de 1974), de la que fue uno de sus fundadores, en la cafeter¨ªa del Temple, en Ponferrada. El fin de la reuni¨®n era comprobar si el n¨²mero de militantes se multiplicaba y alcanz¨¢bamos lo que entonces llam¨¢bamos ingenuamente ¡°masa cr¨ªtica¡±. Es decir, una cifra de afiliados que impidiera al r¨¦gimen tomar medidas dr¨¢sticas contra los oficiales dem¨®cratas. O sea, quitarnos de en medio. ?Qu¨¦ j¨®venes ¨¦ramos!
En aquel a?o de trepidante militancia clandestina compartimos, como miembros del Comit¨¦ Ejecutivo, reuniones locales, asambleas nacionales, y hasta encuentros con importantes dirigentes pol¨ªticos. Con [Joaqu¨ªn] Ruiz Jim¨¦nez, en el famoso piso de la calle de Jerez; con un comit¨¦ del partido comunista, presidido por S¨¢nchez Montero, en el chal¨¦ de Teo Lagunero; y con un abogado laboralista sevillano, Felipe Gonz¨¢lez, que a¨²n usaba el nombre de guerra: Isidoro, en Barcelona, en reuni¨®n propiciada por Joan Ravent¨®s.
Despu¨¦s, en el menos trepidante pero no menos inquietante a?o del encarcelamiento (1976), compartimos prisi¨®n en la Academia de Sanidad de Madrid, en El Hacho (Ceuta), en la prisi¨®n de Hoyo de Manzanares, donde se celebr¨® el agitado Consejo de Guerra bajo una nevada que recordaba, y no solo por el fr¨ªo, el escenario de Doctor Zhivago (a¨²n me parece o¨ªr los gritos de los asistentes, cuando el capit¨¢n Manolo Lago tuvo la osad¨ªa de mencionar los derechos humanos), y finalmente, en el castillo de La Palma, en Ferrol, donde, ya con Adolfo Su¨¢rez, nos pusieron en libertad.
[Otero, el militar de mayor rango entre los acusados, recibi¨® la condena m¨¢s dura: ocho a?os y un d¨ªa de prisi¨®n. Un a?o despu¨¦s, fue excarcelado pero no se le permti¨® volver al Ej¨¦rcito.]
Si algo nos mantuvo unidos y nos dio fuerzas en aquellos a?os crudos fue, sin duda, su sentido del humor, que tuvo siempre un brillo especial. Todav¨ªa recuerdo su comentario, cuando empez¨¢bamos a estar algo crispados tras varias horas de espera para declarar por en¨¦sima vez en el juzgado militar. ¡°Ya s¨¦ de qu¨¦ nos van a acusar esta vez¡±, dijo Luis con su vozarr¨®n manchego: ¡°Del asesinato de Calvo Sotelo¡±. Despu¨¦s de la carcajada general, volvi¨® a tomar la palabra con preocupaci¨®n. ¡°S¨ª, s¨ª¡. Vosotros re¨ªros. Pero Pepe Fortes y yo ya hab¨ªamos nacido¡±.
En nuestra d¨¦cada civil mantuvimos la misma entra?able amistad en su casa de Madrid y en la nuestra en Galicia, durante las citas veraniegas en la playa de Lapam¨¢n. En esos encuentros no solo desgran¨¢bamos an¨¦cdotas b¨¦licas, como aquellos militares ingleses de Las Cuatro Plumas, sino que colaboramos en varios art¨ªculos y en un libro que tuvo cierto eco en su momento: Proceso a nueve militares dem¨®cratas. Las Fuerzas Armadas y la UMD.
Cuando, finalmente, con 10 a?os de retraso, se nos incluy¨® en la Ley de Amnist¨ªa de 1977, Luis Otero, Restituto Valero y yo nos incorporamos al servicio activo y juntos nos pasamos a la Reserva porque no se atrevieron a darnos un destino. ?Tres dem¨®cratas mandando un regimiento! Ni en sue?os. Vamos, que ni hablar.
Durante los ¨²ltimos a?os compartimos mesa y tertulia en m¨²ltiples encuentros personales y profesionales, como las jornadas de la Universidad de Salamanca sobre el papel de las Fuerzas Armadas en la Transici¨®n, o en cenas en Madrid del Foro Milicia y Democracia, que ¨¦l presidi¨® varios a?os, y en Lisboa, con motivo del 40 aniversario de la Revoluci¨®n de los Claveles. A¨²n me parece verlo, bajando por la Avenida da Liberdade, con su mujer Carmen Mac¨ªas, de Mart¨ªns Guerreiro, de Vasco Lourenzo, de Otelo y tantos otros cantando el Gr?ndola, vila morena. Pero sin duda el momento m¨¢s emocionante fue recibir la medalla al m¨¦rito militar de manos de la ministra socialista de Defensa Carme Chac¨®n en 2009. Creo que ninguno olvidar¨¢ nunca el coraje de Carme, su cercan¨ªa y su elegancia de coraz¨®n. Fue nuestra ¨²nica batalla con ¨¦xito pero, como fue la ¨²ltima, fue la de la victoria, que dir¨ªa Sun Tzu.
Es por eso, por todos los combates que libramos juntos y porque ya no podremos volver a contar a d¨²o la batalla de Balaclava en la sobremesa ante las risas de nuestros hijos, por lo que me siento especialmente triste al enviarte este ¨²ltimo abrazo, amigo Luis.
Xos¨¦ Fortes es coronel del Ej¨¦rcito y miembro fundador de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica.
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