La revoluci¨®n de las temporeras
Un grupo de jornaleras marroqu¨ªes expone la vulnerabilidad ante posibles abusos de mujeres extranjeras, analfabetas, solas y pobres
F¨¢tima se aprieta los pechos y, a continuaci¨®n, se frota la vagina con una mano. Simula varios empujones al aire. La temporera marroqu¨ª, madre de dos hijos, describe el supuesto abuso de su jefe, un empresario de la fresa de Huelva. Ella grit¨® y llor¨® mientras ¨¦l intentaba besarla a la fuerza y bajarle el pantal¨®n, recuerda. Estaba furiosa y lo empuj¨® hasta zafarse. ¡°Entr¨® como un animal. No iba a dejar que me desnudase. Antes lo mato¡±, relata con la ayuda de una int¨¦rprete.
F¨¢tima es una de las ocho mujeres que en los ¨²ltimos d¨ªas han denunciado acoso o abuso sexual en los campos de fresa de Huelva. Sus denuncias han sido recogidas en cuarteles de la Guardia Civil y enviadas a la fiscal¨ªa de la provincia. Su experiencia no representa un calvario generalizado ¡ªeste a?o han llegado a Huelva para trabajar en el tajo 17.000 mujeres marroqu¨ªes¡ª, pero s¨ª la denuncia expl¨ªcita de una realidad que se esconde bajo la alfombra desde hace una d¨¦cada: la vulnerabilidad ante posibles abusos, m¨¢s all¨¢ de los laborales, de mujeres extranjeras, analfabetas, solas y pobres. Cuatro de ellas aceptaron contar sus casos, bajo la condici¨®n de no revelar sus identidades.
A finales de abril la revista alemana Corrective.org, en colaboraci¨®n con Buzz Feed Noticias, public¨® un reportaje sobre los abusos laborales y sexuales en los campos italianos, marroqu¨ªes y espa?oles, en concreto, de Huelva. Aunque los alemanes resucitaron un tema que siempre ha estado latente, los empresarios y los sindicatos mayoritarios se unieron para negar tener conocimiento de ning¨²n caso. La patronal lo achac¨® a una campa?a de desprestigio de los competidores europeos contra la fresa onubense, un negocio fundamental para la provincia y que, seg¨²n fuentes del sector, factur¨® 395 millones de euros en la campa?a de 2016-2017.
Pero las denuncias empezaron a gotear en los cuarteles y en la prensa. El testimonio de dos v¨ªctimas y dos testigos de abusos sexuales en un campo de Moguer llev¨® a la detenci¨®n, el 25 de mayo, de un manijero espa?ol de 47 a?os, responsable de supervisar el desempe?o de las jornaleras. Las mujeres denunciaron que las chantajeaba con dejarlas sin trabajo si no manten¨ªan relaciones sexuales con ¨¦l. Qued¨® en libertad con cargos.
Por entonces, la Consejer¨ªa de Justicia andaluza ya hab¨ªa pedido a la fiscal¨ªa de Huelva una investigaci¨®n. El ministerio p¨²blico, adem¨¢s, comenz¨® a rastrear si hab¨ªa denuncias sobrese¨ªdas desde 2015. ¡°Las primeras denuncias nos parecieron serias. Las mujeres no se atrev¨ªan a declarar y tuvo que ir la Polic¨ªa y la Guardia Civil a localizarlas¡±, mantiene el fiscal jefe de Huelva, Luis Fern¨¢ndez Ar¨¦valo, en su despacho. En Marruecos, algunos medios ya exig¨ªan explicaciones a su ministro de Trabajo, responsable de la contrataci¨®n en origen de las mujeres que todos los a?os env¨ªan a los campos espa?oles durante un m¨ªnimo de tres meses.
F¨¢tima y otras nueve mujeres, que escaparon de la misma finca, llevan desde el martes escondidas en una casa de un peque?o pueblo andaluz de fachadas blancas, enclavado entre hect¨¢reas de olivos. El Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) las acogi¨® y las alej¨® de Huelva para garantizar que, al menos, las cuatro que han denunciado hasta ahora, ratifiquen su testimonio ante un juez. Dos abogados de AUSAJ est¨¢n con ellas desde el principio y cuidan de la causa pro bono.
El SAT est¨¢ siendo acusado de forzar a las mujeres a contar los abusos. Dos compa?eras de estas mujeres se presentaron esta semana en un cuartel de la Guardia Civil para denunciar, en representaci¨®n de otras 130 jornaleras, que sus compa?eras ment¨ªan. Las acusaban de denunciar a sus jefes a cambio de poder quedarse en Espa?a y criticaban que la repercusi¨®n estaba preocupando a sus familias en Marruecos y que podr¨ªan prohibirles volver la temporada que viene. La ley de extranjer¨ªa contempla una autorizaci¨®n de residencia para circunstancias excepcionales, como colaboraci¨®n con las autoridades policiales o judiciales, pero no es una garant¨ªa y su concesi¨®n no depende de un sindicato. ¡°Nosotros no ganamos nada con esto. De hecho solo nos est¨¢n atacando. Pero no podemos permitir que siga sucediendo¡±, se defiende Jos¨¦ Blanco, uno de los miembros del SAT.
Los pasaportes de estas diez mujeres est¨¢n reci¨¦n estrenados y muchos de ellos firmados con una equis porque no saben ni escribir su nombre.
Los pasaportes de estas diez mujeres est¨¢n reci¨¦n estrenados y muchos de ellos firmados con una equis porque no saben ni escribir su nombre. Han salido por primera vez de Marruecos para recoger fresas por 40 euros al d¨ªa y servir de sustento a sus familias. Su perfil es el que buscan los Gobiernos marroqu¨ª y espa?ol para evitar que tras la temporada de recogida se queden en Espa?a: viudas, casadas o separadas, de 18 a 45 a?os, procedentes de zonas rurales y con hijos de hasta 14 a?os. Relatan que, en el campo, viv¨ªan en contendores de chapa, amueblados con seis literas y sin agua potable. Los v¨ªdeos ?¨Cgrabados con sus tel¨¦fonos m¨®viles¨C de los d¨ªas lluviosos muestran c¨®mo el agua se cuela a chorros por el techo. Aseguran que no cobraron nada por su trabajo y que ten¨ªan dificultades para comprar comida.
Aicha, madre de dos hijos, est¨¢ embarazada de siete meses. Eso no le import¨® al empresario que entr¨® en su dormitorio sin autorizaci¨®n, la cogi¨® del brazo, intent¨® tocarle los genitales y, seg¨²n la denuncia, le propuso mantener relaciones sexuales. En otra ocasi¨®n, cuando iba camino de la ducha, el mismo hombre se acerc¨® de nuevo. Por gestos ella le dijo que estaba embarazada y casada, a lo que ¨¦l le respondi¨® ¨Ctambi¨¦n gesticulando¨C que podr¨ªa hacerle una felaci¨®n o practicar sexo anal. ¡°Esto no se lo cont¨¦ a la polic¨ªa por verg¨¹enza y me arrepiento¡±, confiesa. Tras uno de esos episodios, Aicha sufri¨® un ataque de ansiedad. Nadie la llev¨® al m¨¦dico. Tuvo que hacer autoestop para llegar a un centro de salud. Cuando cuenta que vino a Espa?a para conseguir pagar una operaci¨®n que uno de sus hijos necesita, se desmorona. La int¨¦rprete, que hasta entonces se hab¨ªa mostrado distante, tambi¨¦n rompe a llorar.
Otras dos mujeres de la casa corroboran el relato de sus compa?eras y tambi¨¦n denunciaron a su jefe. Con ¨¦l aprendieron el significado de la expresi¨®n ¡°friqui friqui¡± que sol¨ªa ir acompa?ada de un billete de 50 euros. Estas mujeres afirman que las temporeras m¨¢s veteranas a las que llaman ¡°alcahuetas¡± las animaban a aceptarlo. Este peri¨®dico ha contactado con uno de los responsables de la empresa que ha declinado hacer declaraciones.
La jornalera embarazada no quiere volver a Marruecos, pero no por anhelar quedarse en Espa?a: ¡°Ahora no puedo volver porque mi familia y la de mi marido me matar¨¢n. Tengo mucho miedo¡±. La repercusi¨®n medi¨¢tica de los supuestos abusos y de una revuelta que protagonizaron en la finca lleg¨® a los muros de Facebook de los suyos. Su marido la reconoci¨® en las im¨¢genes y le pregunt¨® sobre los abusos. Ella le neg¨® ser una de las v¨ªctimas. ¡°Lo ¨²nico que quiero es que se demuestre la verdad de nuestra historia¡±, mantiene. ¡°Tengo que recuperar mi dignidad¡±.
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