El futuro de Cristina de Borb¨®n y sus hijos, ligado al destino penitenciario de Urdangarin
La Infanta es una mujer rota que intenta preservar a sus hijos de la atenci¨®n medi¨¢tica
Cristina de Borb¨®n y Grecia?cumple ma?ana mi¨¦rcoles 53 a?os, un aniversario marcado por el futuro de su marido, que ha sido condenado este martes por el Supremo a cinco a?os y 10 meses de c¨¢rcel. La infanta e?I?aki Urdangarin no se han dejado ver en p¨²blico en las ¨²ltimas semanas conocedores de que la sentencia estaba a punto de conocerse. En este tiempo de espera la pareja se ha refugiado en su familia, en especial en los Urdangarin que han visitado de manera regular a quien un d¨ªa fue duque de Palma. Incluso varios de ellos le acompa?aron a correr el marat¨®n de Ginebra el pasado 6 de mayo, la ¨²ltima vez en que pudo ser fotografiado.
El futuro de la vida familiar de los Urdangarin-Borb¨®n estar¨¢, a partir de ahora, pendiente del destino penitenciario de Urdangarin. La fecha de su entrada en la c¨¢rcel y el posible recurso ante el Tribunal Constitucional establecer¨¢n el calendario a seguir.
La Infanta baraja, por un lado, quedarse en Ginebra donde trabaja para una fundaci¨®n de Ag¨¢ Khan- gran amigo del rey Juan Carlos- y donde estudian sus hijos menores y, por otro, instalarse en Portugal donde hay otra sede de su actual empleo y estar as¨ª m¨¢s cerca de Espa?a. Esta opci¨®n ser¨ªa m¨¢s factible si Urdangarin ingresa en una c¨¢rcel de Extremadura. La otra posibilidad que se contempla es que vaya a una prisi¨®n de ?vila. La hermana menor del Rey tambi¨¦n ha contemplado regresar a Madrid pero no parece que la capital sea un sitio en el que sus hijos puedan permanecer a salvo de la atenci¨®n medi¨¢tica.
Cristina de Borb¨®n fue educada como hija de reyes en el m¨¢s estricto protocolo de las casas reales que impide a sus miembros mostrar en p¨²blico sus sentimientos. Esa contenci¨®n le ha permitido guardar las apariencias desde que en 2010 comenz¨® la instrucci¨®n del caso N¨®os. Un ejemplo: el d¨ªa 8 de febrero de 2014 cuando fue a declarar por primera vez ante el juez Castro en un juzgado de Palma de Mallorca se baj¨® del coche con una gran sonrisa y dio la mano a todo aquel que se encontr¨® en el camino, polic¨ªas uniformados incluidos.Todos se? sorprendieron por tanta afabilidad. Y es que la hija de don Juan Carlos y do?a Sof¨ªa adopt¨® una actitud protocolaria para enfrentarse a uno de los d¨ªas m¨¢s dif¨ªciles de su vida. Esta misma t¨¢ctica la sigui¨® tiempo m¨¢s tarde durante la celebraci¨®n del juicio y en las contadas ocasiones en las que se ha dejado ver en p¨²blico, una vez fue apartada de vida oficial de la familia del Rey.
Pero entre bambalinas Cristina de Borb¨®n es una mujer rota y una madre preocupada por los da?os colaterales que sufren sus cuatro hijos Juan, Pablo, Miguel e Irene, unos ni?os cuando I?aki Urdangarin fue imputado, ahora unos adolescentes conscientes de los problemas de su padre con la justicia.
Ese af¨¢n de proteger a su familia llev¨® a I?aki Urdangarin y a la infanta Cristina a instalarse en Ginebra tras un intento de retomar su vida en Barcelona. Llegaron a su casa de Pedralbes tras el inicial exilio en Washington intentando recuperar sus ra¨ªces pero pronto se dieron cuenta de que el cortafuegos que el palacio de La Zarzuela hab¨ªa puesto a su alrededor lo hac¨ªa imposible. Tambi¨¦n alg¨²n que otro incidente en el colegio de sus hijos y en el club de tenis al que acud¨ªan a recibir clases convenci¨® al matrimonio de que lo mejor era buscar refugio en la neutral Ginebra.
Don Juan Carlos mientras fue Jefe del Estado se mantuvo alejado de su hija menor pero no descuid¨® a sus nietos a los que todav¨ªa paga sus estudios. Tambi¨¦n movi¨® los hilos para que su amigo en Ag¨¢ Khan empleara a Cristina en una de sus fundaciones en Ginebra. El sueldo que gana la Infanta es el ¨²nico que t¨¦cnicamente entra en el hogar de los Urdangarin. En estos a?os de exilio suizo, el matrimonio ha vivido aislado con sus cuatro hijos. Eso s¨ª, de vez en cuando han recibido visitas de familiares y de un pu?ado de amigos fieles. Sus pasos han sido seguidos por un grupo de paparazis, instalados a las puertas de su casa, un piso alquilado en el centro de la ciudad. Urdangarin se ha dejado ver casi siempre montado en su bicicleta pero de su boca no ha salido ni una palabra durante la espera hasta la sentencia definitiva. El grado de tensi¨®n vivido solo se ha reflejado de cara al exterior en su p¨¦rdida de peso y en las canas de su pelo. En el caso de la hermana del Rey el grado de afectaci¨®n ha sido mayor. El des¨¢nimo ha hecho temer por su salud y ha requerido ayuda m¨¦dica.
Todas las personas consultadas de su c¨ªrculo m¨¢s cercano aseguran que est¨¢ "destrozada" y algunos hablan de depresi¨®n. La Infanta es una mujer de fuerte car¨¢cter y convicciones. Desde el primer minuto ha cerrado filas con su marido en una actitud que raya la cabezoner¨ªa. Nunca ha admitido que su esposo haya tenido un comportamiento err¨®neo cuando hac¨ªa negocios con Diego Torres. Por ello ha deso¨ªdo todos los consejos que su familia le ha dado. Por eso, tambi¨¦n, cort¨® todos los v¨ªnculos con los asesores de La Zarzuela. Se enfrent¨® a su hermano que la desposey¨® del t¨ªtulo de duquesa de Palma y se niega a renunciar a sus derechos din¨¢sticos.
Pero el estado de ¨¢nimo de la Infanta preocupa mucho a su familia. Por eso don Juan Carlos decidi¨® acompa?ar el pasado enero a Ginebra a do?a Sof¨ªa el d¨ªa del 50 cumplea?os de I?aki Urdangarin. Desde que estall¨® el caso N¨®os, la Familia Real hace equilibrios en el alambre para compaginar las obligaciones que conlleva la Corona con sus sentimientos. Se vio por ¨²ltima vez hace solo una semanas cuando do?a Cristina acudi¨® a la misa funeral en memoria de su abuelo el conde de Barcelona en el 25 aniversario de su fallecimiento. Lleg¨® a El Escorial acompa?ada de su prima Alexia de Grecia y se coloc¨® en un banco situado a tal distancia que imped¨ªa a los fot¨®grafos captar una imagen en la que aparecieran ella en un extremo y los Reyes en otro.
En cualquier caso la intenci¨®n de la Infanta es que sus hijos est¨¦n lo m¨¢s protegidos posible. Por eso ser¨¢ ella la que viajar¨¢ a la c¨¢rcel a visitar a su marido. Esa ser¨¢ su condena.
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