Una peculiar ley del embudo
Nuestra selectividad no asegura ya ni calidad ni equidad. Hora, pues, de repensarla.
Contrario a los ex¨¢menes a lo largo de los estudios, Francisco Giner de los R¨ªos propuso "el ingreso en las Facultades por oposici¨®n, un examen tanto m¨¢s serio en cuanto est¨¢ llamado a ser el ¨²nico". Quer¨ªa asegurar un nivel suficiente y homog¨¦neo en los universitarios, limitando su n¨²mero, y liberarlos del peso de los ex¨¢menes, y su idea fue ya recogida por los ministros Garc¨ªa Alix y Romanones. Una incoherencia s¨®lo aparente, pues eliminar los ex¨¢menes requerir¨ªa un estrecho conocimiento de los alumnos por sus profesores, lo que hoy dir¨ªamos una ratio reducida, pero la universidad era para pocos y contaba con recursos escasos, por lo que, al contrario que en la ense?anza universal, rebajar ratios pasaba por reducir alumnos. En esas seguimos.
Impone la econom¨ªa que la universidad sea costosa (un alumno/a?o cuesta un 70% m¨¢s que en primaria, y en las carreras m¨¢s solicitadas un 50% m¨¢s que en las menos); y quiere la pol¨ªtica que devenga masiva (nuestra escolarizaci¨®n neta, a la edad prevista, alcanza ya a tres de cada diez alumnos y la bruta, a cualquier edad, a cuatro, lo que cuadra con el objetivo 2020 de la UE). Cuando era muy minoritaria era muy injusta la elecci¨®n de los elegidos (Bourdieu), pero no una gran carga econ¨®mica. Cuando se masifica es s¨®lo algo menos injusta (mejora por abajo, pues accede m¨¢s gente y m¨¢s diversa, pero no tanto por arriba, pues se jerarquiza horizontal y verticalmente, entre especialidades y universidades y entre niveles), pero se convierte en una carga m¨¢s pesada para quien paga, sean los estudiantes y sus familias (como en Estados Unidos o Chile, donde sobrevuela una burbuja universitaria, es decir, una masa lastrada por deudas que no podr¨¢n pagar) o las Administraciones (como en Europa, donde el conflicto por la financiaci¨®n es recurrente).
Mientras tanto, no se asegura la calidad universitaria y se yugula la ense?anza general. Los ex¨¢menes de acceso son malos predictores del rendimiento posterior, peores incluso que las notas de secundaria. La diferencia de criterios entre comunidades hace que su dificultad sea muy dispar, lo que trae inequidad y agravios en un distrito ¨²nico (y la ruptura de este fraccionar¨ªa m¨¢s la ciudadan¨ªa, a lo que la ense?anza ya ha contribuido demasiado).
Sobre todo, la prueba de selectividad impone una peculiar ley del embudo a la ense?anza universal, en particular secundaria, pues cuanto m¨¢s se acerca m¨¢s se ci?en ense?anza y aprendizaje a lo que ser¨¢ objeto de examen, tanto en contenido (materias priorizadas) como en m¨¦todo (memorizaci¨®n). No menos importante, el monopolio del indicador acad¨¦mico impide abordar objetivos sociales como incorporar inmigrantes y minor¨ªas a la universidad (¨²nico pa¨ªs europeo que no monitoriza estas caracter¨ªsticas o equivalentes), orientar m¨¢s mujeres a estudios STEM (ciencias, tecnolog¨ªas, ingenier¨ªas y matem¨¢ticas) o devolver varones a la docencia inicial. Soslaya, asimismo, reconocer aprendizajes previos no realizados en la escuela, cuando esta ya no monopoliza el conocimiento, el aprendizaje ni la ense?anza.
Nuestra selectividad no asegura ya ni calidad ni equidad. Hora, pues, de repensarla.
Mariano Fern¨¢ndez Enguita es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa y coordinador del Doctorado de Educaci¨®n de la Universidad Complutense.
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