El caso de los nueve predicadores alemanes atrapados en Valencia
Los evang¨¦licos que han pasado una semana en la c¨¢rcel por generar el p¨¢nico en el metro mantienen que todo fue un malentendido provocado por un joven que los parodi¨®
Petros Tsorakis sonr¨ªe todo el tiempo e intentar ver la botella medio llena. A su lado, en cambio, los rostros de los otros ocho predicadores evang¨¦licos alemanes que permanecen varados en Valencia tras ser detenidos el 4 de agosto por desatar el p¨¢nico en el metro de la ciudad reflejan la tensi¨®n acumulada tras pasar una semana en prisi¨®n provisional y la incomprensi¨®n con la que est¨¢n viviendo el proceso. Tsorakis, hijo de un griego y una espa?ola, insiste en que todo fue un malentendido provocado por un joven que los parodi¨®.
Los predicadores, pertenecientes al grupo Werde-Licht, tienen entre 19 y 45 a?os, proceden de distintas ciudades de Alemania, carecen de antecedentes y tienen trabajos diversos. Hay un maestro, un ingeniero, tres obreros, un panadero y tres estudiantes. A los nueve se les imputa la modalidad agravada de des¨®rdenes p¨²blicos, castigada con uno a seis a?os de c¨¢rcel. El C¨®digo Penal la contempla para quienes alteren la paz p¨²blica con actos de violencia sobre personas o cosas o amenacen con llevarlos a cabo en un lugar concurrido. Est¨¢n en libertad tras haber pagado una fianza de 3.000 euros, pero tienen que comparecer cada martes en el juzgado, lo que hace dif¨ªcil que vuelvan a su pa¨ªs.
Sus abogados creen que la acusaci¨®n no se sostiene. El secretario ejecutivo de la Federaci¨®n de Entidades Religiosas Evang¨¦licas de Espa?a (Ferede), Mariano Bl¨¢zquez, piensa que el proceso refleja el poco respeto que existe en el pa¨ªs hacia la libertad religiosa fuera de sus expresiones cat¨®licas. Tanto los letrados como Bl¨¢zquez coinciden en que a los predicadores se les puede acusar, en todo caso, de torpeza. Y ellos insisten en que solo difundieron la palabra de Dios, como han hecho otras veces dentro y fuera de Europa sin tener un problema parecido.
Los alemanes subieron el s¨¢bado 4 de agosto a las once y media de la noche a un convoy de la l¨ªnea 3 de Metrovalencia lleno, en gran medida, de j¨®venes que sal¨ªan de marcha. Lo cogieron en la estaci¨®n de X¨¤tiva y fueron arrestados dos paradas m¨¢s tarde, en Albereda. En los cuatro minutos que dur¨® el trayecto, los tel¨¦fonos de Emergencias y de la polic¨ªa recibieron varias llamadas de pasajeros asustados que describ¨ªan lo que pod¨ªa ser un ataque terrorista. Seg¨²n los avisos, los hombres eran extranjeros, posiblemente ¨¢rabes ¡ªa pesar de su nacionalidad, varios de ellos nacieron o sus familias proceden de Turqu¨ªa, Irak, Kirguist¨¢n y Rusia¡ª y gritaban con un meg¨¢fono frases amenazantes como "arder¨¦is en el infierno" y "vamos a morir todos".
Cuando las puertas del convoy se abrieron en Albereda, muchos pasajeros salieron corriendo presos del p¨¢nico. Una mujer se lesion¨®. El conductor detuvo el metro en la estaci¨®n y la polic¨ªa los arrest¨® despu¨¦s de que, seg¨²n Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana, los guardas de seguridad intentaran sin ¨¦xito que se apearan del vag¨®n.
Tsorakis y los abogados del despacho ZBP, dirigidos por Andr¨¦s Zapata, aseguran que los hechos no ocurrieron as¨ª y que el v¨ªdeo de lo sucedido que corri¨® esa noche por las redes sociales amplificando el incidente lo prueba. Seg¨²n el evang¨¦lico alem¨¢n, en el metro repitieron el tipo de pr¨¦dica que hab¨ªan pronunciado todo el d¨ªa en Valencia y antes en Calp y Benidorm. Dijeron: "Tenemos un mensaje para vosotros. Este metro est¨¢ lleno de pecado, de drogas, de fornicaci¨®n, de alcohol". Para hacerlo todo m¨¢s confuso, un miembro del grupo, alto, con barba y tez morena, iba gritando las palabras en alem¨¢n y Tsorakis las traduc¨ªa al castellano con un fuerte acento mientras un tercero sosten¨ªa el meg¨¢fono.
"Donde est¨¢bamos nosotros y hacia donde ten¨ªamos enfocado el meg¨¢fono la gente estaba muy tranquila. Algunas chicas incluso se re¨ªan", dice el alem¨¢n en un banco de la Ciudad de la Justicia de Valencia, pr¨¢cticamente desierta en agosto.
Lo que cambi¨® el ambiente, afirma, fue la intervenci¨®n de un chaval que estaba junto a ellos y que, parodi¨¢ndolos, grit¨®: "?Vamos a morir todos!", lo que provoc¨® la estampida. "En el v¨ªdeo se escucha c¨®mo el mismo chico dice enseguida: '?Es broma!'. Pero la cosa ya se le hab¨ªa ido de las manos. Nuestros clientes no generan ning¨²n p¨¢nico. Al rev¨¦s. Piden a la gente que no se asuste", dicen los abogados Vicente Blanch y Jorge Romera.
El delito de des¨®rdenes p¨²blicos, se?ala Blanch, no puede cometerse de forma imprudente. Para haberlo perpetrado los predicadores tendr¨ªan que haber tenido el objetivo de amenazar y desatar el caos en el metro. "De ninguna manera cabe interpretar eso de lo que hicieron. Los nueve son pac¨ªficos, est¨¢n asustados con todo lo que ha pasado, y arrepentidos, porque est¨¢ claro que no acertaron con el lugar. Pero de ah¨ª a acusarlos de un delito castigado con una pena de hasta seis a?os de c¨¢rcel hay un mundo", a?ade.
El letrado asegura que los predicadores lo pasaron mal en prisi¨®n y que lo primero que han solicitado al juzgado es poder firmar las comparecencias semanales en el consulado espa?ol m¨¢s cercano a su domicilio en Alemania y retomar sus vidas mientras el asunto se aclara. Tsorakis muestra un momento de flaqueza al reconocer que esperaban avanzar en el juzgado esta semana y han descubierto que en Espa?a la justicia pr¨¢cticamente se detiene en agosto, as¨ª que probablemente no tendr¨¢n una respuesta hasta septiembre. Pero se repone enseguida: "Al final ha sido bueno, porque gracias a esto en la c¨¢rcel 15 personas han empezado una nueva vida con Cristo. Dios tiene sus prop¨®sitos, y creemos que quer¨ªa llevarnos all¨ª para salvar esas almas", dice.
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