El anhelado ascenso del teniente coronel Moya
Defensa debe resolver la petici¨®n de un militar retirado de 85 a?os, h¨¦roe de la guerra de Ifni e hijo de un teniente fusilado por Franco
"A la mayor¨ªa de los militares el valor se nos supone, ¨¦l lo tiene acreditado", afirma el teniente general Pedro Pitarch. ?l es Antonio Moya Mu?oz, un teniente coronel de 85 a?os, merecedor de dos cruces rojas en la guerra de Ifni, un conflicto olvidado que Espa?a libr¨® con bandas armadas por el reci¨¦n independizado Marruecos en 1957-58.
Moya gan¨® estas dos condecoraciones, que premian el valor y las dotes de mando en combate, cuando solo era cabo 1? y suboficial, a pesar de quienes reparten estas medallas suelen llevar anteojeras que les impiden apreciar con la misma nitidez los m¨¦ritos de soldados y sargentos chusqueros que los de los oficiales.
La primera le obtuvo por resistir el hostigamiento de las partidas rebeldes en el sector norte de El Aai¨²n, la capital del antiguo Sahara espa?ol; y la segunda por participar en la campa?a de limpieza de la colonia espa?ola de grupos irregulares.
El d¨ªa de nochebuena de 1957, cuando cruzaba el cauce seco de un rio, su columna se vio sorprendida por una lluvia de tiros que dej¨® un reguero de muertos y heridos. Para su sorpresa, comprob¨® que la munici¨®n que les disparaban hab¨ªa sido fabricada ese mismo a?o en Espa?a, mientras que buena parte de la suya estaba a punto de caducar.
Moya escal¨® la pir¨¢mide militar desde los escalones m¨¢s bajos: ingres¨® como soldado en 1951 y sucesivamente ascendi¨® a cabo, cabo 1? y sargento. Con 32 a?os, ya casado y con hijos, ingres¨® en la Academia Militar Auxiliar (Villaverde) y en la Academia de Infanter¨ªa de Toledo donde, tras cuatro a?os de internado, se licenci¨® como oficial.
Seguramente no podr¨ªa haber sido de otra forma. Aunque nunca lo coment¨® con sus compa?eros y a¨²n hoy le cuesta hablar de ello, Moya es hu¨¦rfano de un teniente que combati¨® en la guerra de ?frica. El 17 de julio de 1936, su padre tom¨® el barco melillero para incorporarse a su nuevo destino en Valladolid. La sublevaci¨®n le pill¨® en mitad de trayecto y, al llegar a M¨¢laga, se puso a las ¨®rdenes de la autoridad militar. Cuando las tropas nacionales entraron en la ciudad, en 1937, su hermano le ofreci¨® escapar a Almer¨ªa, a¨²n en manos republicanas. "No tengo por qu¨¦ huir, yo no he hecho nada", le contest¨®. Franco no lo consider¨® as¨ª y lo mand¨® fusilar. Dej¨® viuda y cuatro hijos. Uno de ellos, entonces de cuatro a?os, acab¨® siendo militar.
En 1988, obligado por una ley de 1981, el hijo del teniente Moya pas¨® forzosamente a la reserva con 56 a?os, dos menos de la edad a la que lo hacen la mayor¨ªa de los militares. Llevaba casi cuatro d¨¦cadas en filas pero, a diferencia de sus compa?eros de promoci¨®n, que ingresaron m¨¢s j¨®venes en la academia sin pasar por la escala de tropa, no tuvo tiempo de llegar a coronel. Se qued¨® en comandante y ascendi¨® a teniente coronel ya en la reserva.
Su ilusi¨®n es obtener un ascenso honor¨ªfico que la ley reconoce por ¡°m¨¦ritos excepcionales o circunstancias especiales¡±. Moya ya lo solicit¨® en 2014 y obtuvo el aval de la Junta de Evaluaci¨®n y el informe favorable del Consejo Superior del Ej¨¦rcito, pero no una respuesta del entonces ministro de Defensa, Pedro Moren¨¦s.
Ahora ha vuelto a presentar su petici¨®n ante la ministra Margarita Robles, confiando en que esta sea m¨¢s sensible a los argumentos de un viejo soldado. El ascenso no le supondr¨¢ beneficio econ¨®mico ni mejora en la pensi¨®n, pero podr¨¢ a?adir una tercera estrella de ocho puntas a su uniforme cuando el pr¨®ximo 10 de noviembre el general Pitarch, como primeraco o m¨¢s antiguo, re¨²na a la XXIII promoci¨®n para celebrar sus bodas de oro.
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