Vivos, muertos... y marineros
La dureza y la tragedia de la vida de los pesqueros de la Costa da Morte a trav¨¦s de la familia Alfeir¨¢n
Hay un lugar en el mundo donde siempre rompe el mar. Malpica, en la Costa da Morte de Galicia.
A veces parece que no, que no rompe. Como en la madrugada del pasado jueves, d¨ªa 20. Sal¨ªa de puerto el pesquero Silvosa, a faenar, y en la zona de compuertas una fuerte corriente hizo el efecto de embudo, lo zarande¨® contra el muelle y acab¨® y¨¦ndose a pique. Llevaba cuatro tripulantes, y perdi¨® la vida el patr¨®n, ?ngel Sanjurjo, de 48 a?os, con el cuerpo atrapado en los aparejos. Unas horas antes, el mediod¨ªa del mi¨¦rcoles, y a pocas millas, tambi¨¦n en la Costa da Morte, tras doblar el cabo de Fisterra, un golpe de mar rompi¨® contra el Sin Querer Dos, que escor¨® y finalmente volc¨®. Con 10 tripulantes, ven¨ªa de la costera del Cant¨¢brico y se dirig¨ªa a su base de Portonovo. Seis marineros fueron rescatados con vida. Era un buen barco con un buen patr¨®n, Manuel Ser¨¦n, 47 a?os, uno de los fallecidos.
Hab¨ªa tragado mucha agua. O¨ªa los gritos pero le faltaban dos voces
Marcos Alfeir¨¢n, 36 a?os, compone una presencia fuerte y apacible. Naci¨® en el lugar donde rompe el mar. Podr¨ªamos decir que es de la estirpe del acantilado, del rompiente. Escuchar al joven patr¨®n del Saz¨®n es como o¨ªr las voces de los vivos y los muertos. Conoc¨ªa bien a ?ngel, del Silvosa. Ha vivido las tragedias de esta semana como propias. ¡°Me hacen revivir lo que pasamos en nuestra familia, sobre todo cuerpos que nunca aparecen, y creo que solo quienes lo han sufrido saben lo que significa¡±.
¡°?Y por qu¨¦ a m¨ª?¡±, se pregunt¨® Marcos Alfeir¨¢n, en la noche del 27 de mayo del 2011. Hab¨ªa tragado mucha agua. Con mucho esfuerzo, consigui¨® subir a la quilla de su barco volcado. O¨ªa los gritos, pero le faltaban dos voces. Dos compa?eros. Y hab¨ªa una historia detr¨¢s que emerg¨ªa como un presente recordado, un dolor descosido, un rumor de epitafios sin tierra.
Todos los temporales se daban cita en Malpica. En las invernadas, el nido de pescadores se volv¨ªa un lugar anfibio. La espuma golpeaba los ventanales. Pod¨ªan medirse los a?os por naufragios. Tambi¨¦n hist¨®ricos, Malpica sufri¨® golpes humanos peores que el mar. Era un basti¨®n republicano y hubo muchas represalias. As¨ª que el mar, el que rompe, fue tambi¨¦n un camino de libertad. Malpica es c¨¦lebre por la gran evasi¨®n. En tres fugas, en 1937 y 38, hasta 66 pescadores consiguieron huir en tres peque?as motoras: Ciudad de Montevideo, San Adri¨¢n y Roc¨ªo. Los evadidos llegaron a la Breta?a francesa. Algunos caer¨ªan en manos de los nazis, tras la ocupaci¨®n, y murieron en campos de exterminio. Pero una mayor¨ªa cruz¨® el Atl¨¢ntico y encontr¨® una nueva vida en Chimbote, Per¨², donde todav¨ªa viven descendientes dedicados a la pesca.
¡°Llevo una mochila de memoria. A veces pesa mucho, a veces te da alas¡±
Con los a?os, se ampli¨® el dique y se reforz¨® el puerto. Se pusieron puertas al mar. Hay quienes apuntan que fue un error eliminar la antigua rampla de piedra: ¡°El mar tambi¨¦n muere, a alg¨²n lado ten¨ªa que ir a morir, y el mar mor¨ªa en la rampla¡±. A esa rampla lleg¨® un d¨ªa Marcos Alfeir¨¢n, con 11 a?os, remando en la chalana del abuelo. Hab¨ªa salido solo a la mar y tra¨ªa sujeto al tolete un congrio de 23 kilos. La gente se arremolin¨®, asombrada. ?C¨®mo lo hab¨ªa conseguido? El congrio lucha bravamente. Puede poner en fuga a un lobo de mar. Para muchos, ir al mar, ser marinero, es la ¨²ltima carta de la baraja. Marcos siempre pens¨® que ten¨ªa el as. Desde ni?o. Acompa?aba a su abuelo, Xideu, por rocas y acantilados a la b¨²squeda del percebe.
Antonio y Estrella quer¨ªan que sus hijos estudiaran. Antonio le¨ªa todo lo que encontraba a su alcance. Tal vez el instinto de la memoria. En tiempos de las Misiones Pedag¨®gicas, hab¨ªa un barco-biblioteca, el Pindo, que recorr¨ªa los nidos de pescadores. Estrella tuvo su primer hijo a los 17 a?os, al que pusieron el nombre del padre. Aun as¨ª, Antonio tuvo que hacer el servicio militar obligatorio. A los 21 a?os, Estrella cuidaba ya de tres hijos. Antonio compart¨ªa una embarcaci¨®n, pero la situaci¨®n econ¨®mica era insostenible. Decidieron emigrar a Suiza, pero los abuelos hicieron todo lo posible para que no marchasen. Le ayudaron a conseguir un peque?o barco, el Cousillas Sueiro. Luch¨® mucho y sali¨® adelante. Adquiri¨® un nuevo barco, O Temporal, de 14 metros de eslora. Y luego afrontaron el gran sue?o: la construcci¨®n de Os Tonechos. Cuando ten¨ªan un minuto, toda la familia iba a los astilleros de los Marciales, en la r¨ªa de Ponteceso, para ver crecer Os Tonechos. En gallego, Tonecho es hipocor¨ªstico de Antonio. El barco deseado, el que iba a cambiar la vida de la familia Alfeir¨¢n, llevaba el nombre del padre y del hijo mayor.
A los cinco meses de la botadura, en la noche del 4 para el 5 de octubre, Os Tonechos se hundi¨® en los Baldaios, no lejos de Malpica. Uno de los mejores bancos de pesca, pero de alto riesgo, en mar abierto y con bajos peligrosos. Fallecieron ocho marineros, entre ellos, los dos Tonechos, Antonio padre, de 41 a?os, y Antonio hijo, de 21. Fue un a?o cruel en el mar. En los meses anteriores, ya hab¨ªan muerto ahogados 49 marineros gallegos.
Aquel a?o, por vez primera, la familia entera se alej¨® de Malpica el d¨ªa de la fiesta del Carmen. La madre no pod¨ªa soportar ver la procesi¨®n mar¨ªtima y que no estuviese all¨ª Os Tonechos, engalanado de serpentinas y laurel, haciendo sonar la sirena. Del cuerpo del hermano apareci¨® una pierna. El padre fue dado por desaparecido. En estas circunstancias, un eufemismo. Toma todo sentido la frase de Joseba Beobide, el cura vasco que se fue a Terranova a luchar por los derechos de la gente del mar, cuando en los barcos estaba congelada la condici¨®n humana. Dec¨ªa: ¡°Hay vivos, muertos... y marineros¡±. Estrella no daba por muerto a Antonio. Si no aparec¨ªa el cuerpo, ten¨ªan que pasar dos a?os para poder cobrar una pensi¨®n. Meses despu¨¦s, aparecieron restos de un cuerpo en Asturias y trajeron a enterrarlo en Malpica. Unos familiares creyeron reconocerlo por algunos detalles. Desde Asturias, otra familia lo reclam¨®. ¡°Mi madre, pregunt¨® a mi t¨ªo: ¡®?Por qu¨¦ cre¨¦is que era Antonio?¡¯. Por los zapatos de cordones. Antonio no llevaba zapatos de cordones. Mi madre dijo: ¡®Hay que devolver ese cuerpo¡¯. Y as¨ª se hizo¡±. Ella se visti¨® de luto y se fue a trabajar a la ribera. Un a?o as¨ª. Hasta que la hija, Concha, la convenci¨® de que dejase de vestir de negro cada d¨ªa: ¡°Tienes 38 a?os, no te puedes enterrar en vida¡±.
El otro hermano de Marcos, Nacho, estudiaba Veterinaria. Y Concha, Empresariales. Antonio estaba tan orgulloso que iba todas las semanas a hablar con los profesores. Despu¨¦s del naufragio, la situaci¨®n econ¨®mica volvi¨® a ser insostenible. Concha emigr¨® a Inglaterra. All¨ª trabaj¨® y acab¨® sus estudios en Oxford. Marcos quer¨ªa ir al mar. Pese a la tragedia, era el libro que m¨¢s le gustaba: ¡°Leer el mar, las entradas del mar en las rocas, los vientos... Esa era mi obra preferida. Pero ten¨ªa 16 a?os y no quer¨ªa causarle dolor a mi madre¡±. As¨ª que Marcos sigui¨® la ruta de Concha. Emigr¨® a Inglaterra hasta los 19 a?os. Uno de sus empleos fue limpiar las ventanas de los rascacielos, colgado como un alpinista urbano.
Todos los d¨ªas hablaba por tel¨¦fono con sus amigos de Malpica. ?l era y es un tipo alegre. Aprendi¨® a tocar la gaita y levantaba todos los esp¨ªritus en las calles y tabernas. Hablaba por tel¨¦fono, pero sobre todo o¨ªa la llamada del mar. Volvi¨® y quit¨® el t¨ªtulo de patr¨®n y mec¨¢nico. Pese al dolor, la madre lo apoy¨®. Hipotec¨® la casa para que pudiese comprar un peque?o pesquero, La Nueva Flor de Espa?a. Ten¨ªa a su cargo dos marineros. Y ten¨ªa a un sabio en la lectura del mar, y a quien no ha dejado nunca de o¨ªr: Jos¨¦ O¡¯Rubio, patr¨®n del Xemevedes, y hoy jubilado. Todo fue muy bien con La Nueva Flor de Espa?a y Marcos decidi¨® dar un salto. Se hizo con un barco de cerco m¨¢s grande: el Nuevo Luz, de 15 metros de eslora. Todo fue bien durante cinco meses y medio. Hasta las 6.30 de la madrugada del 27 de mayo de 2011. Entre la Torre de H¨¦rcules, de Coru?a, y el Priori?o ferrolano, cuando empezaban a salabardear, un golpe de mar meti¨® aparejos y pescado en el barco y se taponaron los desag¨¹es. Fue todo de s¨²bito. A Marcos, en el puente, solo le dio tiempo a impedir, de un salto, que se cerrase la puerta. Eso le salv¨®.
Buce¨® en oscuridad. Por dentro y por fuera. Vio los destellos del Faro. No estaba a muchas millas de donde hab¨ªan naufragado su padre y su hermano. Y fue cuando le sali¨® de las entra?as aquel grito a todo, al mar y a la existencia:
¡ª?Y por qu¨¦ a m¨ª?
Su hermano Nacho le dijo un d¨ªa algo que le ayud¨® a dar la vuelta al pensamiento: ¡°?Y por qu¨¦ no? Eres uno m¨¢s en el mar¡±.
Marcos Alfeir¨¢n no quiso estar de baja. Se incorpor¨® al pesquero Mar Caspio, un mes despu¨¦s del naufragio. En lugar de alejarse del mar, de huir de lo que parec¨ªa una maldici¨®n, se empe?¨® en seguir leyendo en las entradas del mar en las rocas. En el alfabeto de los salseiros, las espumas de los baj¨ªos, las crestas de las olas, los signos todos. Con ayuda de unos amigos, encontr¨® un nuevo barco, el Saz¨®n. Est¨¢ casado con Ana y tiene una hija de 10 meses, Gabriela. Cuando puede, acude a un astillero donde est¨¢n construyendo un nuevo sue?o. Se llamar¨¢ Pasa Aqu¨ª.
¡ªLlevo una mochila de memorias sobre las espaldas. A veces pesa mucho, a veces te da alas.
Hubo un tiempo, que hoy es leyenda, en que en Malpica sal¨ªan en ligeras embarcaciones a la caza de la ballena. Hoy el cet¨¢ceo puede vivir relativamente tranquilo en esta parte del oc¨¦ano. Y se va haciendo cada vez m¨¢s visible. A Marcos Alfeir¨¢n es un encuentro que le conmueve. Sentir esa presencia, el soplo, el salto en el crep¨²sculo.
¡ªReducimos m¨¢quina. Y todos nos quedamos en silencio, emocionados. El mar me ha quitado mucho, pero me ha dado todo.
Anoto en el cuaderno esas palabras. Me gustar¨ªa hacerlo en piedra. Siento que es la voz de alguien que encarna todo aquello en lo que puedes confiar. El mar lo ha golpeado y golpeado, muchas veces golpeado, pero nunca lo rompi¨®.
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