El ni?o Julen
El elemento emocional se ha unido a la gesta de grandes profesionales que han logrado ponerse de acuerdo con una armon¨ªa inusitada en un pa¨ªs en el que a diario andamos a la gresca
Y ahora, como suele ocurrir, ha llegado el momento de analizar por qu¨¦ las noticias sobre el ni?o recib¨ªan tantas visitas en la Red; por qu¨¦ el inter¨¦s por los detalles t¨¦cnicos de la excavaci¨®n; por qu¨¦ siendo la radio un medio que se escucha mientras se atiende a otra cosa consegu¨ªa con este relato que el oyente se quedara parado, como recibiendo el parte m¨¦dico de un ser querido. ?Por qu¨¦? Hay una raz¨®n poderosa: una vez que un medio decide convertir un suceso desgraciado en el n¨²cleo de su jornada, ning¨²n otro va a quedarse atr¨¢s.
Ni tan siquiera quien quisiera esquivarlo por aprensi¨®n, como es mi caso, ha podido escaparse: ha acaparado durante 13 d¨ªas el espacio informativo. El elemento emocional se ha unido a la gesta de grandes profesionales que han logrado ponerse de acuerdo con una armon¨ªa inusitada en un pa¨ªs en el que a diario andamos a la gresca.
La pregunta ronda cualquier cabeza: si somos capaces de aunar esfuerzos en un trabajo de semejante sofisticaci¨®n, en el que se precisaba talento intelectual, esfuerzo f¨ªsico y capacidad de improvisaci¨®n, ?qui¨¦n nos empuja y nos provoca para sucumbir al pu?etero ambiente desquiciado que vivimos en Espa?a? ?No ha sido este proceso contra reloj de rescate de un ni?o de dos a?os un episodio liberador que cuenta algo bueno de nosotros mismos?
Es f¨¢cil culpar ahora al pueblo de un exceso de sentimentalidad cuando no hemos hecho otra cosa que alimentar, con mayor o menor rigor, la emoci¨®n de este cuento desdichado. T¨®pico es rega?ar ahora a ese pueblo conmovido recordando que mientras un cr¨ªo de M¨¢laga contaba con la participaci¨®n de 300 profesionales para el rescate de un cuerpecillo que ya supon¨ªamos sin vida, mor¨ªan ni?os en Siria, Afganist¨¢n o Yemen. La fr¨¢gil psicolog¨ªa del ser humano no puede abarcarlo todo, igual que ha de seleccionar los recuerdos para no sucumbir a un estado de hipersensibilidad sin tregua, y suele decantarse por el presente y por lo cercano.
Era muy f¨¢cil imaginar que Julen era un ni?o como el nuestro. Priorizar lo inmediato no responde a una exclusi¨®n, ni a una falta de sensibilidad sino a una natural empat¨ªa: se sufre m¨¢s por aquello que se tiene delante de los ojos. ?Por qu¨¦ en vez de reprender a esos lectores, oyentes o espectadores que hemos tratado de atraer de mil maneras, unas leg¨ªtimas y otras perversas, estudiamos una vez m¨¢s c¨®mo abordar estos sucesos? Es l¨®gico que el inter¨¦s del pueblo se despierte cada vez que la vida de un ni?o est¨¦ en riesgo; pero cuando los medios optan por desbocar la emoci¨®n de los seguidores para sacar tajada est¨¢n tomando una decisi¨®n ¨¦tica que define su naturaleza period¨ªstica.
Lo esencial es no contribuir a ese espect¨¢culo carro?ero que se ofrece a diario y con otros sucesos a un sector vulnerable de la poblaci¨®n, que acaba por creer que vivimos en una sociedad amenazada y violenta.
El ni?o Julen se lo merec¨ªa todo, no hay que escatimarle el aliento de una sociedad conmovida. No fue en vano la b¨²squeda, su cuerpo sin vida tambi¨¦n importa. Y ahora viene el duelo: el llanto sin consuelo de los padres; de nuestra parte, el silencio. As¨ª deber¨ªa suceder, pero no ser¨¢. Vulnerar¨¢n de la peor manera posible el sagrado reposo del ni?o muerto.
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