La pesadilla de presenciar uno de los cr¨ªmenes de ETA
La testigo principal del tiro en la nuca que la banda terrorista descerraj¨® en 1992 al profesor Broseta vuelve al lugar del crimen
Ana P. R., economista de 50 a?os, retiene im¨¢genes que jam¨¢s se olvidan. Un mal sue?o del que ha heredado un tic que con el tiempo va superando: cuando sale a la calle no puede evitar mirar hacia atr¨¢s. Le pone nerviosa sentir que alguien camina pegado a ella. El 15 de enero de 1992, la banda terrorista ETA asesin¨® en Valencia al catedr¨¢tico y consejero de Estado Manuel Broseta. Ana ten¨ªa entonces 24 a?os e iba con los apuntes a su facultad, hacia las 10.20. Lo vio todo. La sevicia del tiro en la nuca. Ahora vuelve al lugar de los hechos.
El azar de estar all¨ª a esa hora, a solo tres metros de una pareja de terroristas en plena acci¨®n, ha provocado angustias y muchos disgustos a Ana. 26 a?os despu¨¦s, ha accedido a acompa?ar a EL PA?S hasta el monolito que Valencia erigi¨® en honor de Broseta en los jardines de la avenida de Blasco Ib¨¢?ez, en el mismo lugar en que le mataron. Ella vive cerca, pero nunca ha querido volver a ese sitio.
El azar de estar all¨ª justo a esa hora, a solo tres metros de distancia de una pareja de terroristas en plena acci¨®n, ha provocado angustias y disgustos a Ana
Segundos despu¨¦s del fulminante disparo, Ana sinti¨® peligrar su vida. Los dos terroristas y ella huyeron en la misma direcci¨®n y tuvo un encontronazo con ellos. Estaba aturdida tras ver caer a plomo al profesor. Fue escalofriante, el terrorista se detuvo, extendi¨® el brazo y le dispar¨® en la nuca. "Intuitivamente corr¨ª de all¨ª hacia la derecha, pues a la izquierda hab¨ªa setos y no se pod¨ªa pasar, y de frente no pod¨ªa ir porque en el suelo estaba el cuerpo del profesor con el rostro envuelto en sangre¡ Y me vi atrapada entre los cuerpos de los terroristas, que hu¨ªan a paso ligero", describe. "Quisimos pasar los tres a la vez por el hueco entre un coche y un ¨¢rbol, y no cab¨ªamos... A¨²n sal¨ªa humo del ca?¨®n, estaba aterrorizada". Hasta que la terrorista le grit¨®: ¡°?Al suelo¡!". Ellos iban hacia un coche-bomba de ETA que les esperaba a unos 200 metros de distancia, cargado de explosivos.
Atr¨¢s, en el suelo y bocabajo, yac¨ªa uno de los padres del estatuto valenciano y de leyes estatales de armonizaci¨®n entre autonom¨ªas. En ese momento, Broseta era consejero de Estado y el PP acababa de tentarle para ocupar un puesto relevante en la Comunidad Valenciana.
La no protecci¨®n de la testigo
Ana ha denunciado el grave error de que, pese a ser testigo protegido, le llamaran en voz alta delante de todos los asistentes al juicio. Solicit¨® una indemnizaci¨®n de 50.000 euros al Ministerio de Justicia. Pero le han denegado la demanda alegando que fue tratada de acuerdo con el nivel de protecci¨®n que se le otorg¨®, y que consisti¨® en bajar las persianas de la jaula de los acusados para que estos no vieran su cara. Su reclamaci¨®n ha sido desestimada, puede recurrir, pero prefiere dejarlo ah¨ª. "Lo hice para que estas cosas no sucedan a nadie m¨¢s, pero no tengo ganas de estar a?os y a?os de juicio. Prefiero pasar p¨¢gina. Bastante llevo pasado ya".
El crimen conmocion¨® a Espa?a. Y especialmente a Ana P. R. Estar all¨ª ¡ª"entonces colabor¨¦ con la justicia y hoy volver¨ªa a hacer lo mismo", dice¡ª la convirti¨® en la principal testigo de cargo de los dos juicios celebrados en la Audiencia Nacional, en 2003 y en 2015, por el asesinato de Broseta. En el primero, se sentaron en el banquillo como autores intelectuales tres de los terroristas m¨¢s sanguinarios de la ETA de los noventa, entre ellos, el que fuera jefe del aparato militar, Francisco M¨²gica Garmendia, alias Paquito. "All¨ª estaban los jefes de ETA, vi¨¦ndome, y yo como testigo principal", se?ala Ana. Fueron condenados a 60 a?os de c¨¢rcel, pero no como ejecutores directos.
El 20 de febrero de 2015, Ana tuvo que volver de nuevo a la Audiencia Nacional para un segundo juicio, esta vez contra los terroristas cuya huida se supon¨ªa que ella entorpeci¨®. "Al llegar a la sala, all¨ª estaban los acusados y amigos suyos llegados del Pa¨ªs Vasco. Ped¨ª al tribunal ser testigo protegido; y se me concedi¨® protecci¨®n. Pero cu¨¢l fue mi sorpresa cuando, unos segundos despu¨¦s, me llamaron a declarar en voz alta delante de todo el p¨²blico y con mi nombre y apellidos", se lamenta. Recientemente, demand¨® al Estado por da?os y perjuicios. Sin ¨¦xito.
Ana asegura que las dos personas que ella vio en la jaula durante el segundo juicio ?¡ªel habit¨¢culo acristalado donde se hallan los acusados¡ª "no eran los terroristas que yo vi aquel d¨ªa". Afirma que los acusados Go?i Narv¨¢ez y su esposa Itziar, extraditados tras 22 a?os huidos, no eran la pareja que ella vio el fat¨ªdico 15 de enero de 1992. "El d¨ªa del asesinato la polic¨ªa me ense?¨® un ¨¢lbum de fotos e identifiqu¨¦ a Jos¨¦ Luis Urrusolo Sistiaga y a la tigresa, Idoia L¨®pez Ria?o. Pero luego me dijeron que no eran ellos; yo no entend¨ªa nada...". Lo cierto es que los absolvieron por falta de pruebas. Es uno de los atentados de ETA no resueltos.?
"Quisimos pasar los tres a la vez por el hueco entre un coche y un ¨¢rbol, y no cab¨ªamos... A¨²n sal¨ªa humo del ca?¨®n, yo estaba aterrorizada¡±
Ana era una testigo clave de la Fiscal¨ªa. "Al decirle yo al fiscal que la pareja de terroristas que vi era la de Urrusolo y la tigresa, me dijo que no, que estaba equivocada", que "Urrusolo estaba en Barcelona" en ese momento. "Tambi¨¦n se lo coment¨¦ a mi abogado, pero me aconsej¨® que era mejor no meterme en l¨ªos, y que si no me preguntaban, que me callara".
¡ª ?Y en el juicio no le preguntaron si los acusados eran las personas que vio en los jardines?
¡ª No, me pidieron que describiera lo que pas¨®, y eso hice.
[Casi todos los terroristas que se mencionan en este reportaje se hallan en la actualidad en libertad tras haber cumplido fuertes penas de c¨¢rcel por este y otros atentados, y varios de ellos han mostrado arrepentimiento por sus actos y viven alejados de la banda].
"El terrorista me mir¨® y yo a ¨¦l"
Ana reside en la zona universitaria, no muy lejos del lugar del crimen. Aun se acuerda de la mirada que le lanz¨® el terrorista: "Al salir la pareja del jard¨ªn y antes de colocarse detr¨¢s del profesor, el hombre se qued¨® mir¨¢ndome, como pregunt¨¢ndose que qui¨¦n era yo o qu¨¦ hac¨ªa all¨ª... Yo tambi¨¦n lo mir¨¦ a ¨¦l".
Los asesinos caminaban casi codo con codo y paso decidido. La chica iba con la cabeza agachada y ten¨ªa el pelo negro y rizado. "Me adelantaron y se pusieron justo detr¨¢s del profesor; al principio pens¨¦ que le iban a dar un susto... Pero ¨¦l sac¨® una pistola, se par¨® y...", evoca.? Otra imagen que tampoco olvida Ana es cuando, aun tumbada en el suelo y movi¨¦ndose a gatas tras la orden recibida, vio a un perro callejero merodeando el cad¨¢ver del profesor y en medio de un gran charco de sangre. "?Por favor, apartad a ese perro!", grit¨® a los primeros transe¨²ntes que acudieron al lugar. La polic¨ªa ya estaba en camino.
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