Las dos negaciones del ¡°procesado rebelde¡±
La jefatura de los Mossos intent¨® sin ¨¦xito el 26 y el 28 de septiembre que Puigdemont desconvocara la consulta ilegal
Hasta el 28 de septiembre de 2017, el comisario Emili Quevedo, un pez gordo de los Mossos d¡¯Esquadra, nunca hab¨ªa estado en una reuni¨®n de t¨² a t¨² con el president Carles Puigdemont, ni siquiera cuando, un mes antes, se produjeron los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils. Pero aquel jueves, el entonces jefe de los Mossos, Josep Llu¨ªs Trapero, le hab¨ªa pedido a Quevedo y al tambi¨¦n comisario Manel Castellv¨ª que lo acompa?aran hasta el Palau de la Generalitat para intentar convencer a Puigdemont, a Oriol Junqueras y a Joaquim Forn de que, ante el clima de tensi¨®n creciente que se viv¨ªa en Catalu?a, lo m¨¢s prudente era desconvocar el refer¨¦ndum ilegal. Trapero ya lo hab¨ªa intentado dos d¨ªas antes, pero Puigdemont le hab¨ªa dicho que la convocatoria seguir¨ªa adelante. Lo que pretend¨ªa ahora, al acudir acompa?ado de la plana mayor, era demostrarle al president que la c¨²pula de los Mossos al completo estaba de acuerdo en que el refer¨¦ndum no se deb¨ªa celebrar. Se trataba de un ¨²ltimo intento a la desesperada.
¡ª?Y qu¨¦ les dijeron?, pregunta el fiscal.
¡ªForn no intervino. Junqueras dijo que ¨¦l cre¨ªa que no habr¨ªa ning¨²n tipo de resistencia, que cuando los agentes intervinieran, la gente iba a dejar pac¨ªficamente que actuaran; y el se?or Puigdemont dijo que el Govern ten¨ªa un mandato que cumplir.
A preguntas del fiscal Javier Zaragoza, el comisario Quevedo va cont¨¢ndolo todo. Dice que durante aquella ¡°reuni¨®n excepcional¡± su colega Castellv¨ª explic¨® con detalle su preocupaci¨®n ante lo que pod¨ªa suceder dada la tensi¨®n creciente que se percib¨ªa en las calles. Tambi¨¦n recuerda que expresaron ante Puigdemont su ¡°absoluta disconformidad¡± con determinadas expresiones p¨²blicas que hab¨ªan hecho los miembros del Govern y que los dejaban a los pies de los caballos ante la ciudadan¨ªa. ¡°Era obvio¡±, admite el comisario Quevedo, ¡°que ellos sab¨ªan que celebrar el refer¨¦ndum y a la vez cumplir el mandato judicial era incompatible, y de sus manifestaciones quedaba claro que pon¨ªan en prevalencia una cosa sobre otra¡¡±.
¡ª?Y qu¨¦ cree usted que pon¨ªan por delante?, intenta saber el fiscal.
Cuando m¨¢s interesante est¨¢ el interrogatorio, el juez Marchena interrumpe al fiscal Zaragoza, que pone cara de ¡°qu¨¦ paciencia hay que tener con usted, se?or¨ªa¡±. Lo que ha dicho el testigo est¨¢ claro y no deja en buen lugar a Puigdemont, pero Zaragoza quer¨ªa un titular redondo, de esos que abren un peri¨®dico al d¨ªa siguiente y que al fiscal ¡ªque se notaba que se estaba gustando en el interrogatorio¡ª le hubiera permitido quitarse la montera y saludar. Pero si algo ha quedado claro en el juicio, m¨¢s all¨¢ de la versi¨®n de unos y otros o de qui¨¦n va ganando m¨¢s batallas con vistas a la sentencia, es que aqu¨ª solo hay una plaza para el papel protagonista, y el juez Marchena no va a permitir que se la quiten.
Cuando el fiscal termina su interrogatorio, dejando constancia de que ¡°el procesado rebelde¡± ¡ªas¨ª llama Zaragoza a Puigdemont cada vez que puede¡ª desoy¨® en dos ocasiones la petici¨®n de los Mossos para que desconvocara el refer¨¦ndum, toma la palabra la abogada del Estado Rosa Mar¨ªa Seoane. No tiene un papel f¨¢cil. En primer lugar, porque siempre le toca interrogar despu¨¦s de los fiscales. Y sobre todo porque no estaba previsto que acudiera al juicio. Solo pudo acceder despu¨¦s de que, a finales de noviembre, el Gobierno decidiera destituir a Edmundo Bal como abogado jefe del departamento de penal y, por consiguiente, responsable de defender la posici¨®n del Estado. Bal, que conoc¨ªa las investigaciones al dedillo, pretend¨ªa acusar a los l¨ªderes independentistas de rebeli¨®n, mientras que la abogada general del Estado, Consuelo Castro, se inclinaba ¡ªa instancias del Gobierno¡ª por el delito de sedici¨®n, que conlleva penas menores. El caso es que Seoane, menos bregada que Bal, ha ido de menos a m¨¢s y logra apuntarse un tanto importante. Cuando Quevedo est¨¢ relatando los incidentes relacionados con el registro, el d¨ªa 20 de septiembre, de la Consejer¨ªa de Econom¨ªa, la abogada del Estado pregunta:
¡ª?Es com¨²n que el pasillo lo hagan los Mossos o los voluntarios?
¡ªLo normal es que este tipo de actuaciones las realicen las fuerzas policiales. Si se trata de garantizar la salida de la comitiva judicial esa responsabilidad no pod¨ªa recaer en personas que no fueran polic¨ªas.
¡ª?Esa responsabilidad deb¨ªa recaer en la Polic¨ªa?, insiste.
¡ªS¨ª.
Durante los primeros compases del juicio qued¨® claro que quien durante toda aquella jornada se convirti¨® en la aut¨¦ntica autoridad de las calles, aquel con quien negociaba hasta el teniente de Guardia Civil, hab¨ªa sido Jordi S¨¤nchez, entonces presidente de la ANC, y no los Mossos, cuyas unidades antidisturbios permanecieron impasibles a cierta distancia. En la declaraci¨®n del comisario a preguntas de la abogada, Quevedo acaba de poner en evidencia a las defensas, que hasta ahora han querido hacer ver que la actitud de S¨¤nchez fue una prueba del pacifismo que rode¨® aquel d¨ªa la Consejer¨ªa de Econom¨ªa, de donde la comisi¨®n judicial no pudo salir hasta la madrugada.
Durante la sesi¨®n de la tarde, el juicio vuelve a sumergirse en el absurdo que, de vez en cuando, visita las peripecias del proc¨¦s. Uno de los directivos de Unipost, la empresa que deb¨ªa repartir m¨¢s de cinco millones de tarjetas censales y 56.000 cartas certificadas para el refer¨¦ndum del 1 de octubre, dice que fue avisado por ¡°un tal Toni¡± que llamaba por tel¨¦fono. Nadie sab¨ªa qui¨¦n era y concert¨® la entrega de las cartas de tapadillo, quedando a escondidas frente a un bar de Hospitalet. Por supuesto, Unipost, que ya no existe, ni envi¨® las cartas ni cobr¨® el encargo. As¨ª ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil probar el supuesto delito de malversaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.