Gracias, Rivera, por tus silencios
Tanto esperar debates serios y luego se echa de menos el barullo, pero el l¨ªder de Cs lleg¨® con la chistera llena y salv¨® la noche con sus trucos
El primer debate empez¨® muy aburrido, parece mentira, con lo divertido que ha sido organizarlo. Todos muy serios, con muchos datos, incluso demasiados, porque era un baile de n¨²meros y lluvias de recetas para aut¨®nomos, no hab¨ªa manera de saber si lo que dec¨ªan era verdad o no, y mucho menos si de verdad lo van a hacer o no. Toda la vida pidiendo debates serios y ahora se echaba de menos el cuerpo a cuerpo y la ordinariez. Uno llegaba a distraerse, como en una conferencia, por no estar tan preparado como ellos. Menos mal que los subt¨ªtulos de RTVE dieron buenos momentos (¡°este pa¨ªs Nacho reformas¡±) y se pod¨ªan mirar las evoluciones de las bolitas de la pantalla del fondo.
S¨¢nchez actu¨® de presidente todo el rato, aunque solo fuera por ser el m¨¢s alto y estar en medio, hablaba casi siempre de frente a la c¨¢mara. Hasta sac¨® un folio para leer una ristra de logros, que daba tiempo a ir a beber agua. Casado estuvo poco agresivo, que es donde le esperaban para que pareciera un facha desatado. Pero el l¨ªder del PP en versi¨®n moderada, sin sobreexcitaci¨®n, pierde toda la gracia. Ni siquiera respondi¨® a Rivera, que lleg¨® a atacarle, porque ¨¦l s¨ª fue sobrado desde el minuto uno, pidiendo la dimisi¨®n hasta de Rosa Mar¨ªa Mateo. Casado s¨ª col¨® alguna frase a lo loco de las suyas, como los impuestos pr¨¢cticamente comunistas, pero poco en plan Vox. El partido de Santiago Abascal no apareci¨® hasta pasada hora y diez minutos, y lo sac¨® S¨¢nchez, claro est¨¢.
Pablo Iglesias fue el ¨²nico en desmarcarse con habilidad del muermo inicial. Dijo que no se pod¨ªa ir all¨ª con el mon¨®logo preparado (aunque ¨¦l eso se lo tra¨ªa preparado). Cit¨® varias veces a la gente que les estaba viendo, vestido de calle, y no de debate, y s¨ª logr¨® parecer en algunos momentos el se?or normal que pasa por all¨ª, ajeno a los l¨ªos del politiqueo. Fue, por ejemplo, el que sac¨® la Espa?a vac¨ªa a la hora del debate. Pero lo que m¨¢s sac¨® fue la Constituci¨®n, hasta cuatro veces. Ya duerme con el librito, con una ¡°C¡± grande, como de Epi y Blas. Lo ense?aba a la c¨¢mara, lo tiene manoseado, empollado, con separadores de colores. Es un objeto que, por s¨ª solo, esperan que tranquilice a quienes piensan que quieren acabar con el r¨¦gimen del 78 (ellos mismos hasta hace poco). Lleg¨® a ponerse pesadito, como el padre Astete con el catecismo.
Rivera fue el primero en empezar a interrumpir, algo que se le da muy bien. Es el que mejor maneja el desparpajo, se pone falt¨®n (¡°se?or S¨¢nchez no sea usted cutre¡±) y deja caer de pasada palabras comod¨ªn: Falcon, chal¨¦¡ Sac¨® un carn¨¦ que pod¨ªa ser de su piscina, con una bandera de Espa?a bien gorda, para presentar su tarjeta sanitaria ¨²nica. Ten¨ªa una colecci¨®n de fotos que parec¨ªa una visita pesada contando las vacaciones. Fue una escalada de gestos de mercadotecnia que hac¨ªa presagiar grandes momentos, y as¨ª fue.
En el minuto 45, pol¨ªtica territorial. Ah¨ª, ah¨ª se iba a liar, y efectivamente. Rivera se lanz¨® al melodrama: ¡°Se me saltaron las l¨¢grimas al ver un golpe de Estado¡±. Es incre¨ªble, pero lo dijo: ¡°Me duele Espa?a¡±. Y es m¨¢s, dijo que quer¨ªa un presidente al que le doliera Espa?a. Aunque todo el mundo sabe que quien entre en La Moncloa lo har¨¢ bastante dolorido, no silbando. El l¨ªder de Cs sac¨® una foto de S¨¢nchez con Torra en Pedralbes y la dej¨® en el atril, con marco y todo, como si fuera la de la novia en su despacho. Tras la en¨¦sima alarma de que Espa?a se rompe y pactos con batasunos, S¨¢nchez le solt¨® a Casado su golpe m¨¢s preparado: ¡°Han votado ustedes 127 iniciativas con EH Bildu en el Parlamento vasco. ?De qu¨¦ color tiene usted las manos, se?or Casado?¡±. El l¨ªder del PP musit¨® algo, pero no fue capaz de responder, como si supiera que aquel d¨ªa se pas¨®.
El minuto final fue soso, volviendo al ambiente empoll¨®n del principio, la parte preparada. Pero menos mal que estaba ah¨ª Albert Rivera con la genialidad de alg¨²n asesor pasado de rosca con Paulo Coelho. Se qued¨® callado, y aunque hizo un esfuerzo por no parecer cursi, los osos amorosos a su lado parecer¨ªan los ¨¢ngeles del infierno: ¡°?Lo oyen? Es el silencio c¨®mplice de Pedro S¨¢nchez¡±. Por un momento no se escuch¨® el silencio, no, sino risas enlatadas imaginarias.
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