Dos formas de conducir un debate: las diferencias entre TVE y Atresmedia
Ana Pastor y Vicente Vall¨¦s moderaron un debate que, por dise?o, favorec¨ªa las tensiones y provocaciones
El debate de RTVE fue uno en el que el moderador, Xabier Fortes, pidi¨® que los candidatos se faltaran al respeto educadamente y se saltaran el guion, y ellos se turnaron para hacer mon¨®logos y leyeron la Constituci¨®n. El debate de Atresmedia fue en el que los dos moderadores, Ana Pastor y Vicente Vall¨¦s, explicaron hasta el ¨²ltimo detalle c¨®mo quer¨ªan que funcionase el programa, y los candidatos empezaron a pelearse.
No fue un fallo de ejecuci¨®n, o eso sugiere la diferencia m¨¢s evidente entre los dos encuentros: en el primero hab¨ªa relojes controlando los segundos que le quedaban a cada candidato y en el otro, no. En el primero, el moderador se repart¨ªa el trabajo con la propia maquinaria del debate; en el otro, los dos moderadores ten¨ªan todo el peso sobre sus hombros, con lo que pod¨ªan dejar que floreciesen las discusiones. Un debate favorec¨ªa el orden y el otro, el libre albedr¨ªo. En el fondo, los moderadores de ambos espacios estaban advirtiendo a los candidatos de lo mismo: intenten no dejarse llevar por la din¨¢mica del programa.
Pero la din¨¢mica se impuso. El debate de RTVE fue una emisi¨®n cl¨¢sica y can¨®nica reglada hasta el minuto; el de Atresmedia, un programa con otras intenciones, una serie de tensiones, provocaciones e influencias anglosajonas (que los candidatos espa?oles le sacaran partido es otra cosa). Ana Pastor y Vicente Vall¨¦s ten¨ªan el control, pero el protagonismo tuvieron que compartirlo. En el Debate Decisivo, todos los que no pretenden presidir el Gobierno hablaron principalmente del debate. Entre explicar el despliegue t¨¦cnico (plat¨® de 600 metros cuadrados, una pantalla de 38 metros); justificar la existencia de una sala del tiempo que med¨ªa cu¨¢nto hablaba cada uno y que podr¨ªa haber sido un r¨®tulo; y recordar cada una de las normas diciendo que normas hay muy pocas, el debate definitivo estuvo tan presente como Catalu?a.
Era el minuto tres y Pastor y Vall¨¦s a¨²n no hab¨ªan acabado de repasar el funcionamiento del programa y de explicar que hab¨ªa pocas normas; era el minuto siete y segu¨ªan diciendo ¡°tendr¨¢n tiempo de debatir pero ahora¡±; era el minuto 15 y S¨¢nchez todav¨ªa estaba arrancando su intervenci¨®n (ya con Rivera de fondo dici¨¦ndole que no se pusiera nervioso). Al poco, los candidatos estaban interrumpi¨¦ndose y chinch¨¢ndose ¡ªy retrat¨¢ndose, posiblemente de forma m¨¢s transparente que la noche anterior¡ª y hab¨ªa un detalle revelador: ya no miraban a c¨¢mara como en TVE, miraban a los otros protagonistas, los presentadores.
Ana Pastor, implacable examinadora en su propio plat¨®, aqu¨ª ten¨ªa otro papel, m¨¢s parecido a una hermana mayor a la que han dejado a cargo de los amigos del peque?o. Se mostraba frustrada por el desorden ¡ªped¨ªa que, por favor, dejasen de interrumpirse porque si no "no se escucha a ninguno"¡ª, pero sin ¨¢nimo de imponerse del todo: no era el lugar de meterse en la conversaci¨®n. Anderson Cooper moder¨® con un tono parecido a Donald Trump y Hillary Clinton en el segundo debate electoral estadounidense, en octubre de 2016. Que esa haya sido su referencia es mucho suponer, pero esa casualidad record¨® una diferencia: en Estados Unidos los candidatos eran dos y no cuatro hablando a la vez. El moderador americano pudo interrumpir con frecuencia y pedir detalles concretos, cosa que esta noche ocurri¨® mucho m¨¢s espor¨¢dicamente (claro que la primera vez que Pastor intent¨® poner orden, en los primeros minutos, Rivera se defendi¨® con un: "?Ha empezado ¨¦l!").
Pastor y Vall¨¦s se turnaron para preguntar e intervenir, y en esa rotaci¨®n fue ella quien m¨¢s us¨® su autoridad, sobre todo para quitar la palabra a qui¨¦n la tuviese y, empu?ando el boli como un cetro, d¨¢rsela primero a S¨¢nchez y luego a Pablo Iglesias (para delicia de quienes no creen en las casualidades, incluso en un programa de dos horas de directo y sin guion). Hacia el minuto 52 mand¨® callar a Casado, que a esas alturas era quien m¨¢s hab¨ªa hablado en toda la noche, y se permiti¨®, ahora s¨ª, echarle una mirada fulminante. Una cosa es adaptarse al formato y otra perder al p¨²blico.
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