La guerra abierta entre Rivera y Casado por liderar la derecha domina el debate

Divide y vencer¨¢s. Es un cl¨¢sico de cualquier manual de estrategia de combate desde Julio C¨¦sar. La guerra abierta por el liderazgo de la derecha?domin¨® el ¨²ltimo y definitivo debate mucho m¨¢s que el primero, y permiti¨® que Pedro S¨¢nchez, el gran rival a batir, saliera de nuevo airoso mientras bromeaba de sus rivales y sus ¡°primarias de la derecha¡±. Enfrascado en un choque desmedido con Albert Rivera, Pablo Casado no logr¨® en casi ning¨²n momento centrarse en el cruce con S¨¢nchez. De nuevo, fue Rivera el que sac¨® m¨¢s de quicio al presidente, pero esta vez recibi¨® muchos m¨¢s golpes.

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Iglesias, que en vano intent¨® rebajar el tono y buscar otro perfil ¡ªRivera lleg¨® a preguntarle si ¨¦l era el ¨¢rbitro¡ª, se concentr¨® en frenar su p¨¦rdida de votos con un mensaje n¨ªtido de izquierda, centrado en sus propuestas, constructivo. A ratos precisamente esas formas completamente diferentes, y su empe?o en reivindicar los servicios sociales y la parte m¨¢s progresista de la Constituci¨®n -que esta vez no bland¨ªa constantemente, como el lunes- le permitieron brillar en medio del barro en que se introdujeron r¨¢pidamente los dem¨¢s.

Pero casi todo qued¨® opacado por la salvaje batalla entre Rivera y Casado, que parec¨ªan m¨¢s preocupados del reparto de poder en la oposici¨®n y por frenar a Vox, al que no nombraron, que de debilitar al presidente, que en ocasiones contemplaba at¨®nito lo f¨¢cil que se lo pon¨ªa la divisi¨®n de sus rivales. A¨²n as¨ª, recibi¨® golpes duros y no siempre fue capaz de responderlos. Pero sali¨® de nuevo vivo, un ¨¦xito para quien como ¨¦l entra como favorito. Las casi cuatro horas de cruce sin contemplaciones en dos d¨ªas seguidos, algo in¨¦dito dentro y fuera de Espa?a, no le han hecho perder esa condici¨®n privilegiada al presidente. Pero las apuestas solo se ganan o se pierden el domingo por la noche.

Casado dej¨® muy claro desde el primer minuto que no iba a cometer dos veces el mismo error. El d¨ªa anterior en RTVE se hab¨ªa visto sorprendido por Rivera, que le hab¨ªa lanzado varios ataques que no esperaba hasta dejarlo claramente descolocado y desplazado. Hubo pr¨¢ctica unanimidad en la prensa en que Rivera hab¨ªa ganado con claridad la primera batalla a Casado. As¨ª que el l¨ªder del PP, que mantuvo un tono contenido que parece desautorizar su propia estrategia de campa?a hasta ahora, empez¨® con golpes a Rivera desde el primer momento.

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Pero el hiperactivo l¨ªder de Ciudadanos nunca deja un ataque sin responder, as¨ª que ambos empezaron a enzarzarse y no pararon en casi todo el debate, dejando en varias ocasiones en segundo plano el resto de los choques, mientras S¨¢nchez e Iglesias manten¨ªan el tono amistoso del d¨ªa anterior, algo que contrastaba a¨²n m¨¢s con la virulencia en el bloque de la derecha.

"Nosotros somos liberales de siempre. Ciudadanos era un partido que hasta hace poco se defin¨ªa como socialdem¨®crata", lanzaba Casado. "Nosotros somos liberales, ustedes son conservadores, no pasa nada", le contestaba Rivera. El l¨ªder de Ciudadanos tambi¨¦n trat¨® de diferenciarse de Casado con la eutanasia, con el aborto, colocarse en el centro de la escena y, sobre todo, lanzar mensajes al voto joven para evitar la intenci¨®n de S¨¢nchez de colocarle en la derecha. Cuando la pantalla de Atresmedia se part¨ªa en dos, casi siempre el momento m¨¢s intenso era entre Casado y Rivera.

S¨¢nchez se dio cuenta r¨¢pidamente de que pod¨ªa aprovechar esa divisi¨®n, que ya se ven¨ªa fraguando desde la ma?ana, cuando la mano derecha de Casado empez¨® a atacar a Rivera por "ser ¨²til" a la estrategia del PSOE, y ahond¨® en la herida. No solo lo hizo con la broma que llevaba preparada de "las primarias de las derechas, que rivalizan a ver qui¨¦n dice la mayor barbaridad", sino obviando a ratos a Casado, al contrario de lo que hizo el d¨ªa anterior, y concentr¨¢ndose en el choque con Rivera, lo que desdibujaba de nuevo al l¨ªder del PP, que ped¨ªa la palabra una y otra vez para recuperar protagonismo. "Se pone usted muy nervioso conmigo. Est¨¢ muy nervioso el presidente del Gobierno", le cortaba Rivera.

La tensi¨®n entre ambos era explosiva, por momentos superaba claramente la pol¨ªtica y parec¨ªa algo personal. Y empez¨® r¨¢pido, cuando Rivera sac¨® una copia de la tesis de S¨¢nchez y le dijo: "Como es Sant Jordi le voy a regalar un libro que no ha le¨ªdo, su tesis de mentira". S¨¢nchez tambi¨¦n llevaba preparada la respuesta y le entreg¨® el libro de Santiago Abascal, el l¨ªder de Vox, con una bandera de Espa?a en la solapa "para que vea lo que dicen sus aliados".

La estrategia del presidente era clara: en ausencia de Vox, que no estaba presente en el debate, pero organiz¨® a la misma hora un masivo mitin en la plaza de toros de Las Rozas (Madrid) para mostrar su fortaleza, S¨¢nchez trat¨® de buscar la foto de Col¨®n llevando un libro al atril de Rivera para que los votantes de izquierda recuerden que las tres derechas?podr¨ªan sumar y no dejen de votar.

Violencia de g¨¦nero

Como estaba previsto, el ¨²ltimo y definitivo debate antes del 28-A baj¨® al barro mucho m¨¢s que el anterior, y por momentos fue salvaje, sobre todo cuando lleg¨® el asunto de la violencia de g¨¦nero. Solo ah¨ª funcion¨® a toda m¨¢quina la pinza contra S¨¢nchez entre Casado y Rivera. El candidato socialista atac¨® al del PP y este se revolvi¨® con un tono dur¨ªsimo, en un momento en el que los tres se perdieron por completo el respeto. "Un suced¨¢neo de presidente como S¨¢nchez no me va a dar lecciones de violencia de g¨¦nero. No le voy a permitir que me se?ale. Tengo una madre, una mujer, una hija. Es un insulto decir que el PP no combate la violencia de g¨¦nero. Usted utiliza a las mujeres," le lanz¨® Casado.

"Esta lacra afecta a todos, se?or S¨¢nchez. No sea usted mezquino, no utilice a las mujeres. Esta es una causa de todos. Este pa¨ªs no se merece este presidente", remat¨® Rivera, mientras S¨¢nchez se defend¨ªa hablando con desprecio del riesgo cierto de que "estos dos gobiernen con la extrema derecha, que habla de las mujeres de la izquierda piojosas y de la dictadura feminista". El tono lleg¨® tan bajo que Iglesias, que segu¨ªa en el modo zen que ha adoptado en la campa?a, remat¨® el bloque con una llamada desesperada: "Estoy sintiendo mucha verg¨¹enza en c¨®mo transcurre este debate".

Casado ten¨ªa muchas dificultades para lograr un cara a cara con S¨¢nchez por culpa de Rivera. De nuevo, el l¨ªder de Ciudadanos repiti¨® su estrategia de interrumpir constantemente hasta desquiciar a sus rivales. Lo logr¨® f¨¢cilmente con S¨¢nchez, con quien tiene ese choque personal, pero incluso lo consigui¨® en alguna ocasi¨®n con Iglesias, que solo perdi¨® los nervios con el l¨ªder de Ciudadanos, al que llam¨® "maleducado".

Peticiones de mesura

As¨ª segu¨ªa Rivera ocupando espacio, chocando con todos, incluso si para ello ten¨ªa que hacer cosas impopulares como defender que los bancos s¨ª pagan impuestos. Tambi¨¦n con Iglesias busc¨® el golpe, con el pol¨¦mico chal¨¦ de Galapagar. Rivera se coloc¨® del lado de Uber y Cabify mientras Iglesias, que acudi¨® al debate en taxi como s¨ªmbolo de apoyo a este sector, buscaba votos entre los trabajadores molestos con estas empresas o con la precariedad que sufren los empleados de otras como Deliveroo.

Casado ten¨ªa frases preparadas para intentar volver al choque con S¨¢nchez, como el momento en el que habl¨® de las pol¨¦micas con algunos de sus ministros. "Es como el aloe vera, cada vez que investigan a sus ministros encuentran m¨¢s propiedades". Pero, una y otra vez, Rivera le quitaba el protagonismo por desborde. Cuando el debate se acababa, Casado y Rivera lo intentaron todo para desarmar a S¨¢nchez. "Menos mal que le quedan cinco d¨ªas", le lanz¨® el l¨ªder del PP. "Es usted un trilero", remataba Rivera, ante el silencio de Iglesias, que cuando el debate bajaba al barro siempre se borraba y a veces ejerc¨ªa casi como si fuera m¨¢s mayor que los dem¨¢s. "Pablo, est¨¢is sobreactuando, lo sabes", le dijo a Casado. "Deje de dar lecciones", se indign¨® Rivera cuando el l¨ªder de Podemos le ped¨ªa mesura.

Pero los minutos pasaban y Casado y Rivera perdieron tanto tiempo en pelear por el liderazgo de la derecha que casi no les qued¨® espacio para centrarse en S¨¢nchez. Y con esa inesperada ayuda, el presidente y gran favorito logr¨® sortear sin heridas graves la segunda jornada del largu¨ªsimo debate, la m¨¢s arriesgada. La campa?a entra ahora en sus minutos de la basura, y nadie espera ya sorpresas hasta el d¨ªa del voto. Para la oposici¨®n, era su gran oportunidad. Las urnas del domingo dejar¨¢n claro si la perdieron o no.