La derecha deshecha
Frente a la opci¨®n integrista de Vox, Pablo Casado decidi¨® alejar al PP del centro en el que lo coloc¨® el primer Aznar
Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, el pol¨ªtico que logr¨® reunir bajo su adusto liderazgo (como un moderno C¨¢novas) a partir de 1989 todo lo que estaba a la derecha de la izquierda en un solo producto multiuso, dise?ado para ganar elecciones, y que gan¨® a los socialistas dos veces, confesaba a este periodista un mes antes de los comicios: ¡°El PP naci¨® sin etiquetas; los ciudadanos no las quer¨ªan. Era mejor no definirse. ?ramos de centro reformista¡±.
¡ª?Y eso qu¨¦ quer¨ªa decir?
¡ªQue apost¨¢bamos por los valores de la Transici¨®n y por una Espa?a abierta.
Es decir, el PP que naci¨® de las cenizas de Alianza Popular y con la imagen en el retrovisor del tr¨¢gico fin en 1982 de UCD (el primer producto de la Transici¨®n equidistante y de amplio espectro), apost¨® desde el primer momento por ser de centro. Al menos, sobre el papel; al menos, tibiamente. Un et¨¦reo centro difuso cargado de buenas intenciones. Sab¨ªan (y, sobre todo, lo ten¨ªa muy claro Aznar) que los puristas no levantan mayor¨ªas. Ni faenan en los bancos pesqueros del adversario. Algo que hab¨ªan demostrado la variopinta (y hoy extinta) Democracia Cristiana italiana o el (hoy desaparecido) RPR, el partido gaullista franc¨¦s. En ese sentido, Aznar, rat¨®n de biblioteca de literatura pol¨ªtica y siempre a gusto entre fontaneros, nunca fue un purista al frente del PP. Y tampoco un ultra. Aunque tuviera, a partir de 2002, delirios imperiales en pol¨ªtica exterior. Y aunque su gesti¨®n del 11-M fuera tr¨¢gica.
A partir de su decreto de unificaci¨®n del a?o 90, pastore¨® con mano de hierro un complejo ¨¢rbol geneal¨®gico de familias en el que conviv¨ªan (con aparente comodidad aunque en privado no se pod¨ªan ni ver, como se demostrar¨ªa en la batalla final entre Pablo Casado y Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, en el verano de 2018, por el control del partido) estatistas con ultraliberales; integristas cristianos con neopaganos; evolucionados de Fuerza Nueva con desencantados de Bandera Roja.
Aznar domin¨® el arte de la s¨ªntesis y los equilibrios; escuch¨® a las familias y las incluy¨® (a veces con calzador) en sus Gobiernos. Y gracias a que no fue un integrista, a que arrincon¨® a los franquistas, a que no enred¨® con el aborto, a que se entendi¨® con las derechas regionalistas y nacionalistas, a que no bes¨® en exceso el anillo de los purpurados y se manej¨® en catal¨¢n en la intimidad, horad¨® el techo de hormig¨®n de los cinco millones de votos de la AP de Manuel Fraga, hasta los ocho millones en 1993; los 9,7 millones en 1996 y los 10,3 millones en 2000. Era lo nunca visto, aquel advenedizo sin pedigr¨ª descabalgaba a Felipe Gonz¨¢lez y jubilaba el felipismo.
Por aquel entonces, Aznar dec¨ªa que no era de derechas. Era de centro. Le¨ªa a Aza?a, fumaba puros y disfrutaba con los nov¨ªsimos de la poes¨ªa. Y gan¨®. Incluso prepar¨® su agradable retiro. Hasta que todo se torci¨®. Con los atentados del 11 de marzo de 2004, que cambiaron el devenir de la historia. El atado y bien atado en manos del d¨²ctil e incoloro Mariano Rajoy. Y el papel estelar de Aznar dentro de las enciclopedias. El expresidente fue inc¨®modo para su heredero durante una legislatura. En 2008, Rajoy por fin mat¨® al padre. E intent¨® girar al centro: ese lugar bajo el arco¨ªris donde se encuentra la olla repleta de monedas de oro. En 2011 consigui¨® casi 11 millones de votos. Pero no era por el centro. Porque Rajoy no era de centro. Era por la crisis econ¨®mica, est¨²pidos.
En su primera comparecencia para asumir la derrota del 28-A, Pablo Casado repiti¨® por fin varias veces la palabra m¨¢gica, centroderecha, que hab¨ªa enterrado y hecho desaparecer completamente de su manual de instrucciones electoral durante los ¨²ltimos meses. En consonancia, en el PP, una estructura fuertemente vertical y jerarquizada, nadie mencion¨® el centro en esta campa?a. Nadie. Ni siquiera los m¨¢s tendentes (supuestamente) a esa posici¨®n geogr¨¢fica, como Maroto, Levy, Alonso o Feij¨®o. Al resto de tibios centristas, al equipo de Rajoy, a los que apoyaron a Soraya Sa¨¦nz de Santamar¨ªa en las primarias (Lassalle, Ayll¨®n, M¨¦ndez de Vigo, B¨¢?ez, Nadal), Casado ya les hab¨ªa fulminado. Ser de centro no estaba de moda. Aunque nadie sabe explicar hoy por qu¨¦.
Con su tradicional espacio electoral fraccionado en tres, y con la irrupci¨®n de Vox (en principio una mera y caricaturesca escisi¨®n del PP, pero que pronto comenz¨® a tener vida propia, como un Frankenstein ultra), la apuesta de Casado a un solo n¨²mero de la ruleta electoral (y tambi¨¦n de su equipo, sus gabineteros aguirristas y mentores aznaristas) fue la derecha. Sin sordina.
Frente a la derecha integrista de Vox, heredera de V¨¢zquez de Mella y Donoso Cort¨¦s ¡ªun pur¨¦ de nacionalistas espa?oles, antiabortistas, hom¨®fobos, neocon, ultraliberales, creacionistas, militares bunkerizados, aficionados a la caza y los toros, islam¨®fobos y negacionistas, movilizados bajo aquel estado de ¨¢nimo acu?ado por Steve Bannon, el viejo estratega de Trump, anger and fear (ira y miedo)¡ª, Casado se ha limitado a ofrecer m¨¢s derecha. No apost¨® por la resiliencia sino por la resistencia (que dir¨ªa Jos¨¦ Mar¨ªa Lassalle). Recuper¨® a los aznaristas y aguirristas para su equipo inmediato; purg¨® a los moderados; tach¨® a Rajoy de blando e indolente. Adopt¨® a los j¨®venes neoliberales de Red Floridablanca; fich¨® a dos irreductibles musas de la derecha medi¨¢tica para reflejar su idea del Pa¨ªs Vasco (Edurne Uriarte) y Catalu?a (Cayetana ?lvarez de Toledo); repesc¨® el aborto con Su¨¢rez Illana y puso en duda el ¡°no es no¡±.
Con esa t¨¢ctica dej¨® el espacio de centro entre su posici¨®n y la del PSOE en manos de Ciudadanos. Y, al mismo tiempo, 2,5 millones de votantes ultraconservadores prefirieron el original rojigualda (Vox) a su versi¨®n cover (PP). Seg¨²n analiza un veterano l¨ªder del partido marginado por Casado: ¡°De esa forma, hemos perdido ?todo! el centro moderado y, por otro lado, no hemos retenido ni un radical¡±.
La inesperada disoluci¨®n de las C¨¢maras por parte de Pedro S¨¢nchez pill¨® a Casado en mantillas. En el PP fronterizo con Rajoy, el ticket hace un a?o era Alberto N¨²?ez Feij¨®o (presidente) y F¨¢tima B¨¢?ez (secretaria general), pero el expresidente no les apoy¨®. Tampoco a S¨¢enz de Santamar¨ªa. Aunque hizo alguna llamada a su favor esa noche previa a las primarias. Gan¨® Casado, el antiguo jefe de gabinete de Aznar en FAES. ?Qui¨¦n le aup¨®? Seg¨²n una persona del equipo de Rajoy que estuvo en labores de Gobierno: ¡°Aznar y sus pretorianos; Esperanza y su troupe de Madrid; Cospedal y sus resentidos antisorayistas; Jorge Fern¨¢ndez y los fan¨¢ticos cat¨®licos; la Divisi¨®n Azul medi¨¢tica. Y ese Madrid facha que se aloja en la estructura empresarial madrile?a¡±.
En el campo de batalla del 28 de abril quedan cuatro derechas. En ambos extremos, la de Rivera y la de Abascal. Y, entre ellas, emparedadas, la de Casado y tambi¨¦n la de los restos del marianismo, atrincherada esta ¨²ltima en la Espa?a perif¨¦rica y comandada por s¨®lidos cl¨¢sicos como Juan Vicente Herrera, Alberto N¨²?ez Feij¨®o o Alfonso Alonso. Aguardan su momento. En el a?o en el que el aznarismo se dispon¨ªa a celebrar los 30 a?os triunfales del decreto de unificaci¨®n, ya se comienza a hablar de refundaci¨®n.
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