La segunda abdicaci¨®n del Rey
Se retira el patriarca porque puede y debe hacerlo
Juan Carlos I ha vuelto a abdicar. Renunci¨® a la jefatura de Estado en beneficio de su hijo el 2 de junio de 2014, pero la retirada definitiva, anunciada este lunes, implica despojarse de cualquier responsabilidad subsidiaria, atmosf¨¦rica, o de cualquier papel institucional, m¨¢s o menos como si hubiera decidido emprender el camino de Ratzinger en el Vaticano. Benedicto XVI ¡°desapareci¨®¡±, se abstuvo de desempe?ar un papel inc¨®modo de pont¨ªfice ausente-presente.
La solemnidad de la decisi¨®n se reconoce tanto en la ret¨®rica de la carta remitida su hijo como en la fecha. Coincidir¨¢ la renuncia con el d¨ªa de la ¡°primera¡± abdicaci¨®n. Y se produce cinco a?os despu¨¦s, a semejanza de un ciclo perfecto que ha predispuesto la transici¨®n hacia la retirada.
Juan Carlos I era el padre del rey, del mismo modo que era el rey padre, una figura de la mitolog¨ªa constitucional cuya misi¨®n termina cuando el heredero ha demostrado volar sin que proceda temerse el desenlace de ?caro en la emulaci¨®n de D¨¦dalo. Se retira el patriarca porque puede y debe hacerlo. Y porque las obligaciones protocolarias agotaban la expectativa de una jubilaci¨®n en embarcaciones de recreo, celebraciones taurinas y cuadrillas de viejos amigos. Incluidas las excursiones a las satrap¨ªas del Golfo que tanto indignan a Pablo Iglesias.
Tiene ya 81 a?os el Rey, aunque el motivo de la capitulaci¨®n de la vida p¨²blica no obedece a los especulativos motivos de salud. La prueba est¨¢ en la asiduidad con que ha acudido estos d¨ªas a la feria de San Isidro. Un h¨¢bitat propicio a sus aficiones pasivas que le han permitido reconocerse en la devoci¨®n de los toreros y en el las ovaciones cari?osas del p¨²blico.
Cada tarde le han brindado la faena los matadores. O le han vitoreado el p¨²blico vivas a la Corona y a Espa?a, m¨¢s o menos como si Juan Carlos I representara un aliado de la tauromaquia, ahora que la exacerbaci¨®n de la pol¨ªtica ha convertido la corrida de toros en un fen¨®meno militante o en una transgresi¨®n al decorado de las correcciones.
Seguir¨¢ acudiendo el Rey a la feria. Y se le podr¨¢ reconocer en otras escenas privadas que se contrastan en la vida social, pero la segunda abdicaci¨®n resuelve al mismo tiempo las incomodidades que suscitaban los conflictos de sobre representaci¨®n mon¨¢rquica.
Le disgust¨® a su majestad, por ejemplo, que no se le hubiera invitado a los actos oficiales que conmemoraron hace ahora dos a?os el 40 aniversario de las primeras elecciones democr¨¢ticas. Le irrit¨® al monarca asistir por televisi¨®n a la proeza que ¨¦l mismo hab¨ªa protagonizado, del mismo modo que se produjeron otros episodios de colisi¨®n protocolaria, no por despecho hacia el Rey em¨¦rito sino por la misma peculiaridad que se localizaba en el Vaticano: dos papas en convivencia y coexistencia, pero solo un anillo del pescador.
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