Colau, un viaje de las l¨¢grimas a la investidura
Barcelona en Com¨² quedaba tocada de muerte si la alcaldesa ¡ªbuque insignia y motor pol¨ªtico¡ª no renovaba mandato
Las l¨¢grimas asomaron en las mejillas de Ada Colau y la concejal Janet Sanz cuando se confirmaron los resultados. El 26-M dejaba un empate a 10 concejales con Esquerra Republicana, pero Ernest Maragall obten¨ªa 4.833 votos m¨¢s que Barcelona en Com¨². En la noche electoral, y a pesar de las llamadas telef¨®nicas desde la sede del PSC para que no se diera por acabado el partido, el tono empleado por Colau en su comparecencia ante la prensa fue de funeral.
Barcelona en Com¨² quedaba tocada de muerte si la alcaldesa ¡ªsu buque insignia y motor pol¨ªtico¡ª no renovaba mandato. Y se dio el primer paso para ello, de acuerdo con la enciclopedia del buen izquierdista, al apostar por un imposible tripartito con socialistas y republicanos, 28 de 41 concejales y el 60% de los votos. Entre los comunes no eran pocos los que ten¨ªan presente que lo importante es qui¨¦n se hace con el bast¨®n de mando, no en vano en el anterior mandato Colau gobern¨® en solitario con solo 11 ediles.
Aquella misma noche electoral, Maragall, su m¨¢s directo rival, exultante por la victoria, escoraba su discurso hacia el valor simb¨®lico de Barcelona, capital de la rep¨²blica on¨ªrica. El cabeza de lista de ERC anunci¨® que lo primero que har¨ªa ser¨ªa ir a Soto del Real a ver a los presos y a recibir el nihil obstat de Joaquim Forn, candidato a alcalde de Junts per Catalunya, formaci¨®n heredera de Converg¨¨ncia y socia de Esquerra en el Gobierno de la Generalitat.
Esa noche, entre algunas personas del n¨²cleo pr¨®ximo a Ada Colau tom¨® cuerpo la idea de que todav¨ªa quedaban dos semanas para remontar el partido. No en vano circulaban rumores fundamentados de que Manuel Valls, candidato de la plataforma que inclu¨ªa Ciudadanos, estaba dispuesto a ceder tres votos sin contrapartida para hacer realidad la tesis del mal menor: mejor la ¡°izquierda populista¡±, en sus propias palabras, coligada con los socialistas, que un independentista. Los tres votos de Valls, junto a los ocho de los socialistas y a los 10 de Barcelona en Com¨² permit¨ªan que Colau fuera elegida alcaldesa por mayor¨ªa absoluta en primera vuelta.
Desde la candidatura de Maragall, por su parte, despreciaban la capacidad de maniobra pol¨ªtica de Colau ¡ª?c¨®mo iba a aceptar Barcelona en Com¨² los votos del ex primer ministro franc¨¦s apoyado por el statu quo, las ¨¦lites locales?¡ª, e insist¨ªan en que desde la alcald¨ªa lanzar¨ªan gestos a favor del proc¨¦s, incluyendo iniciativas para modificar la legislaci¨®n espa?ola.
El mi¨¦rcoles 29 de mayo era el propio Manuel Valls quien, desafiando las directrices de Ciudadanos y de su l¨ªder, Albert Rivera, explicitaba que ced¨ªa tres votos a una coalici¨®n de comunes y socialistas sin contrapartida. Los equipos negociadores de las formaciones de izquierda comenzaron a tomar cuerpo. Era parte de la puesta en escena. Las conversaciones reales las llevaban los tres cabezas de lista.
Mientras las negociaciones entre Colau y el alcadable socialista Jaume Collboni avanzaban gracias al cemento del poder, no suced¨ªa lo mismo entre comunes y republicanos que pugnaban por la alcald¨ªa. ¡°En uno de los contactos que mantuvieron Maragall y Colau la sinton¨ªa fue cero¡±, seg¨²n fuentes pr¨®ximas a la alcaldesa. Tampoco surt¨ªan efecto las llamadas telef¨®nicas desde Junts per Catalunya y de los presos desde Soto del Real que presionaban para evitar el pacto entre los de Ada Colau y el PSC. Muchos dirigentes de Barcelona en Com¨² eran conscientes de que renunciar a la alcald¨ªa era enterrar su proyecto.
Colau mantuvo silencio p¨²blico durante los 12 d¨ªas siguientes a las elecciones. Ni una sola declaraci¨®n. Oficialmente, los comunes defend¨ªan el tripartito de izquierda. No era producto de f¨¢cil venta. PSC y ERC se vetaban mutuamente y a la vez la relaci¨®n de ambos con Barcelona en Com¨² hab¨ªa resultado hist¨®ricamente tempestuosa.
Desde el ¨¢mbito medi¨¢tico procesista ¡ªalimentado econ¨®micamente por la Generalitat¡ª se sucedieron las encuestas en las que los votantes de Barcelona en Com¨² mostraban sus preferencias por el pacto con los republicanos de Maragall. Desde la Generalitat, la portavoz Meritxell Bud¨® advirti¨® que se producir¨ªa ¡°una respuesta de pa¨ªs¡± si Colau llegaba a la alcald¨ªa. Entre los comunes crec¨ªa la idea de que hab¨ªa que competir con ERC por la alcald¨ªa. Pero hab¨ªa que respetar la liturgia y no precipitarse. Por eso se convoc¨® el plenario de la organizaci¨®n el viernes 7 de junio y el 94% de los votos fueron en apoyo de que Colau compitiera por la alcald¨ªa. Ese paso previo era fundamental para someter a consideraci¨®n de las bases si prefer¨ªan un pacto con ERC ¡ªcon Maragall de alcalde¡ª o con los socialistas ¡ªcon Colau de alcaldesa¡ª. La direcci¨®n de los comunes opt¨® p¨²blicamente por la segunda opci¨®n, que fue refrendada por la militancia con un 71,44% de los votos frente al 28,5%. De hecho la ¨²nica condici¨®n que el socialista Collboni puso para apoyar la investidura de Colau fue la celebraci¨®n de una consulta en la que la c¨²pula de los comunes se mojase abiertamente por la opci¨®n del pacto con el PSC. Fuentes conocedores de la negociaci¨®n aseguraron que el reparto de carteras a d¨ªa de hoy todav¨ªa no se ha abordado.
El pleno del Parlament anterior a la investidura fue un pressing a Colau por parte del independentismo. Viniendo o no a cuento, el presidente del grupo republicano, Salvador Sabri¨¤, espet¨® en el hemiciclo: ¡°?Est¨¢n dipuestos a un pacto con el diablo? El acuerdo con Valls les perseguir¨¢¡±. Albert Batet, portavoz de Junts per Catalunya y hombre de orden, remach¨® el clavo al preguntarles a los comunes: ¡°?D¨®nde queda el 15-M?¡±
Pero el pacto entre Barcelona en Com¨² y los socialistas, con los tres votos de Valls, avanzaba a toda m¨¢quina. Lo ¨²nico que pod¨ªa hacerlo descarrilar era que ERC les propusiera turnarse al frente de la alcald¨ªa. Los comunes, aseguraban, no encontraban argumentos para oponerse a ello. Por un exceso de ambici¨®n pol¨ªtica, Maragall no quiso ceder en ese punto. Al ver la cat¨¢strofe, el alcaldable republicano lo plante¨®. Faltaban apenas tres horas para que cerraran las urnas de la consulta de los comunes hicieron a sus bases. Para entonces era demasiado tarde.
Con informaci¨®n de Clara Blanchar.
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