Mexicanos laicos contra mexicanos religiosos: 90 a?os del fin de la Guerra Cristera
La llamada ¡°cruzada mexicana¡± se cobr¨® entre 100.000 y 200.000 v¨ªctimas en un enfrentamiento entre dos maneras de entender la relaci¨®n entre religi¨®n y el Estado
Un acuerdo para diluir la sangre derramada: tres a?os de enfrentamiento entre el Estado y los cat¨®licos mexicanos fueron borrados con la tinta de un pacto de no agresi¨®n orquestado entre la ¨¦lite cat¨®lica y el Gobierno de Emilio Portes Gil el 21 de junio de 1929, hace hoy 90 a?os. Atr¨¢s quedaron las homil¨ªas exacerbadas, la persecuci¨®n religiosa, las matanzas y fusilamientos. Los sacerdotes regresaron a sus p¨²lpitos y los funcionarios volvieron a sus escritorios. Pero pervivi¨® la cicatriz de aquellos que no tuvieron esa suerte: m¨¢s de 200.000 muertos, el saldo de este conflicto in¨¦dito en la historia de M¨¦xico.
La chispa de la guerra se encendi¨® tres a?os antes. En julio de 1926, el presidente de M¨¦xico Plutarco El¨ªas Calles orden¨® la reforma al C¨®digo Penal para asumir la administraci¨®n interna de la Iglesia Cat¨®lica en el pa¨ªs. M¨¦xico se independizaba del Vaticano y, de hecho, durante el conflicto naci¨® la Iglesia Cat¨®lica Mexicana, ajena a la de Roma.?Las nuevas reglas fijaban un n¨²mero determinado de sacerdotes y su registro ante el Estado, as¨ª como sanciones si se incumpl¨ªan estos mandatos. Los eclesi¨¢sticos consideraron estas normas como una afrenta y decidieron cerrar los templos para exteriorizar su rechazo.
El ¨²ltimo repique de las campanas de las iglesias se oy¨® a la medianoche del 30 de julio de ese a?o. Las cr¨®nicas de la ¨¦poca daban cuenta de gente que acud¨ªa a misa hasta las ¨²ltimas horas de la madrugada. En ese entonces los diarios de la capital narraban que unos 863.000 cat¨®licos, la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n de Ciudad de M¨¦xico, quedar¨ªan afectados por los cierres de los templos. Aquellos creyentes emprendieron marchas, compusieron c¨¢nticos y corridos, y llamaron a ejercer el boicot econ¨®mico al Gobierno en turno. En paralelo, se siguieron administrando los sacramentos en secreto. Misas, bautizos, matrimonios se celebraban en las casas y los s¨®tanos.
El encono tambi¨¦n deriv¨® en una rebeli¨®n armada en distintos puntos del pa¨ªs. "?Viva Cristo Rey!", tomaron por grito de guerra los cat¨®licos que decid¨ªan luchar por la libertad religiosa en una sucesi¨®n de guerrillas caracterizada por la escasez de armamento.
El conflicto entre el Gobierno y las milicias cat¨®licas se cobr¨® m¨¢s de 200.000 muertos
Los expertos coinciden en que ni los obispos ni el Gobierno de Calles se imaginaron el impacto social que representar¨ªa el cierre de iglesias en el pa¨ªs y la incertidumbre de no saber si podr¨ªan seguir recibiendo los sacramentos. Se trata de ¡°un movimiento que nace desde abajo y mueve a mucha gente. Hay [en ¨¦l] dos tendencias: una, de grupos reducidos, que se da en los Estados mexicanos de Colima, Guanajuato, Puebla, Quer¨¦taro, Jalisco o Michoac¨¢n; otra, la de una organizaci¨®n, la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en la capital del pa¨ªs¡±, se?ala Josefina MacGregor, profesora del Facultad de Filosof¨ªa y Letras de la UNAM. El catedr¨¢tico de esta universidad Jorge Traslosheros subraya que ni los obispos ni el Vaticano sab¨ªan c¨®mo reaccionar ante este panorama.
El asesinato de un presidente electo marc¨® el punto m¨¢s ¨¢lgido de la gesta. El 17 de julio de 1928 muere ?lvaro Obreg¨®n en el restaurante La Bombilla, en la capital del pa¨ªs, a manos del joven cat¨®lico Jos¨¦ de Le¨®n Toral. Tras la muerte, creci¨® la urgencia por acabar con un ba?o de sangre que se cebaba con religiosos y militares. El acuerdo se consigui¨® meses despu¨¦s, ya bajo el mandato del presidente Emilio Portes Gil.
Tom¨¢s de H¨ªjar Ornelas, presb¨ªtero y cronista de la Archidi¨®cesis de Guadalajara, reconoce que los obispos de la ¨¦poca salieron fortalecidos con esa negociaci¨®n, pero no la creencia cat¨®lica. ¡°El catolicismo social que hab¨ªa sido la gran amenaza se va a convertir en una forma muy ben¨¦vola de participaci¨®n social m¨¢s orientada al asistencialismo¡±, refiere el religioso. A la distancia, el sacerdote apunta que los Acuerdos de 1929 se firmaron a espaldas de los cristeros y de los integrantes del a Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Este grupo los interpret¨® como una traici¨®n a manos de los jerarcas cat¨®licos.
Y esa traici¨®n se sell¨®, para muchos creyentes, con el silencio. ¡°Cuando sonaron las campanas para reanudar los cultos mi pap¨¢ se solt¨® a llorar. Mi familia estaba desolada, desesperados, mi mam¨¢ me platicaba, pero mi pap¨¢ no hablaba del tema, nunca m¨¢s quiso hablar del tema¡±, refiere en su libro?Dios y Mi Derecho?Consuelo Reguer, descendiente de integrantes de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa.
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